No hubo música de mariachi, peregrinaciones masivas, ni antorchistas, ni mucho menos arribaron personas de rodillas como parte de las mandas y promesas, pero lo que sobró durante la misa de celebración en honor a la Virgen de Guadalupe en el centro jornalero de Pomona la mañana del miércoles 12 de diciembre fue fervor, devoción, y mucho amor.
Así, entre cánticos religiosos para celebrar los 482 años de la aparición de la Virgen Morena, Patrona de México, decenas de jornaleros agradecieron las bendiciones recibidas durante el año y pidieron por sus familias dejadas atrás en sus países de origen durante la misa celebrada por el diacono Mario López, de la iglesia Santo Nombre de María en San Dimas.
“La Virgen de Guadalupe es nuestra madre que siempre está con nosotros en las buenas y malas. Tengan hermanos que con su gracia estaremos bien. Trabajen con fervor y sean personas de bien porque a ninguna madre le gusta tener hijos malos”, comentó López. “Así es que como hoy es su día adoremos a la virgencita, gritemos todos juntos ¡Que Viva la Virgen de Guadalupe!”
Después de concluida la Misa, los fieles inmigrantes que todos los días se reúnen en esquinas de Rancho Cucamonga y Pomona para buscar trabajo, disfrutaron de un delicioso champurrado y tamales de pollo con rajas de chile, papa y zanahoria.
Mientras saboreaban el desayuno, la mente de la mayoría de los jornaleros deambuló hacia sus lugares de origen y recordaron los tiempos en que desafiando el frío acudían a sus respectivas iglesias o capillas para cantarle las mañanitas a la Virgen del Tepeyac. Esos son bonitos recuerdos que muy a menudo son opacados por la situación real que viven la mayoría de jornaleros no solo de Inland Empire sino de todo el país.
Como buenos mexicanos, la mayoría de jornaleros indocumentados se siente en deuda con la Virgen por haberlos guiados durante su travesía mientras intentaban ingresar a los Estados Unidos de manera indocumentada.
Emigrar no es malo, dice la Biblia, incluso Jesús de Nazaret fue inmigrante, por lo tanto, si la Virgen ama a su hijo Jesús, también ama a los inmigrantes, añadió López.
Así, con el estomago lleno y listos para enfrentar el resto del día con la esperanza de ganar unos cuantos dólares, los jornaleros se persignaron frente al altar preciosamente adornado con arreglos florales y veladoras.
Tal vez tengan carencias económicas pero en sus corazones vive el fervor de adorar a la Virgen que un 12 de diciembre de 1531, doce años después de que Hernán Cortes pisara suelo mexicano, se le apareciera a un indígena de nombre Juan Diego, canonizado en el 2002.
