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En estos días, uno de cada dos recién nacidos en California es hispano. Para alegría de muchos y horror – supongo – de unos pocos, ésta es una tendencia que está extendiéndose mucho más allá de la fronteras de California y redefiniendo quién es un estadounidense “típico”.

En realidad, cuando la gente piensa en los estadounidenses típicos, quizá inmediatamente visualice a una familia blanca o afroamericana. Pero la cara de Estados Unidos ya no es blanca o negra. Ahora es una mezcla. Las calles de Los Ángeles, Chicago, Nueva York y Miami se parecen cada vez más a las de México, San Salvador, San Juan y Santiago de Cuba. En estos días, los estadounidenses típicos también son latinos.

Dentro de sólo 6 años – en el 2018 – la mayoría de los bebés que nazcan en este país ya no serán blancos, según calcula la Oficina del Censo. Serán latinos, afroamericanos, asiáticos y de minorías. Y para el 2043 los blancos, en su totalidad, dejarán de ser mayoría. Bienvenidos a los nuevos Estados Unidos.

Esta verdadera revolución demográfica está impulsada por los latinos. Actualmente hay unos 50 millones de hispanos en Estados Unidos, pero seremos 150 millones en el 2050. Uno de cada tres norteamericanos será hispano.

Esta tendencia cambiará la vida política de la nación. Se espera que, para 2030, el número de hispanos elegibles para votar – actualmente unos 24 millones – se duplique. Los votantes hispanos decidirán quién es elegido para los cargos públicos, desde los representantes ante consejos municipales hasta el presidente de Estados Unidos.

Además, estamos cada vez más cerca de tener al primer presidente hispano. Los actuales contendientes incluyen a republicanos como el senador de Florida, Marco Rubio, la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez, y George P. Bush (este último es nieto y sobrino de los ex presidentes George H. W. Bush y George W. Bush, respectivamente). Demócratas como Julián Castro, el alcalde de San Antonio, y Antonio Villaraigosa, el alcalde de Los Ángeles, también han sido mencionados como posibles futuros candidatos presidenciales. Y la lista se está alargando.

No hay compañía norteamericana que no quiera nuestro dinero. Somos compradores frecuentes, entusiastas y leales. Según la revista Forbes, el poder adquisitivo de los hispanos pudiera aumentar hasta 1.5 billones de dólares para 2015.

Ya cambiamos, culturalmente, la manera en que Estados Unidos habla, baila, vota, compite en las Olimpiadas y come. Me encanta la anécdota esa, de que aquí se come más salsa que kétchup, y más tortillas que bagels.

Estados Unidos ya es un país bilingüe. Son en español algunos de los programas más vistos y oídos en ciudades como Los Ángeles, Miami, Houston, Nueva York y Chicago. La cobertura televisiva en español por las trágicas muertes del boxeador puertorriqueño Héctor “Macho” Camacho y de la cantante mexicoamericana Jenni Rivera rompió records de audiencia y tomó por sorpresa a los medios de comunicación en inglés. Lo mismo ha ocurrido con la noticia de la enfermedad del presidente venezolano, Hugo Chávez. Los canales en inglés han estado en una franca desventaja frente a los que transmiten en español. Éste es otro Estados Unidos.

Ha dejado de ser extraño que actrices latinas sean conocidas en Hollywood sólo por su primer nombre, como Salma (Hayek) y Penélope (Cruz). Y José desbancó a Michael, como el nombre más popular en California y Texas.

Todo eso estaría muy bien si no fuera por el odio, creciente, contra hispanos e inmigrantes. Y como ejemplo basta decir un nombre: Sheriff Joe Arpaio. El alguacil del condado de Maricopa, en Arizona, ha sido acusado por el Departamento de Justicia de discriminar en contra de hispanos. La acusación formal dice que sus agentes detienen a hispanos, simplemente, por la forma en que se ven. Arpaio asegura que no es cierto.

La realidad es que hay muchos Arpaios en Estados Unidos. Que un sheriff como él haya sido reelegido tantas veces, habla de una importante parte del electorado norteamericano que piensa como él. Eso explica, en parte, las leyes antiinmigrantes en Arizona, Alabama y Georgia, por mencionar sólo tres, que en la práctica criminalizan el ser extranjero y al que se ve distinto en Estados Unidos. En esos lugares se respira el odio y el miedo.

Estos son tiempos muy extraños. Así como crece a pasos agigantados la comunidad latina, así también hay una enorme resistencia a reconocer a los hispanos como una parte fundamental de Estados Unidos. Basta apuntar el número de deportados – más de 1.5 millones en cuatro años – y la negativa del congreso por un cuarto de siglo a aprobar una nueva ley migratoria.

Pero, al final de cuentas, “demografía es destino”, como dijo el escritor conservador George Will. Los hispanos somos muchos, seremos más y lo único que nos falta es un poquito más de poder para que nadie, nunca, nos haga a un lado.

¿Tiene algún comentario o pregunta para Jorge Ramos? Envíe un correo electrónico a Jorge.Ramos@nytimes.com. Por favor incluya su nombre cuidad y país.

Jorge Ramos es ganador del premio Emmy, autor de nueve libros y conductor del Noticiero Univision.