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    Lupe Becerra-Ungaro, propietaria de Woopy's Auto, arregla los frenos de un auto en su taller de Norco. La mujer venció las drogas y regresó a ser madre y profesional.

  • Lupe Becerra-Ungaro, dueña del taller mecánico Woopy's Auto en Norco.

    Lupe Becerra-Ungaro, dueña del taller mecánico Woopy's Auto en Norco.

  • Las hijas de Lupe Becerra-Ungaro "Woopy" (de izq.-der.): Nicole Ungaro,...

    Las hijas de Lupe Becerra-Ungaro "Woopy" (de izq.-der.): Nicole Ungaro, 23, Lupe Becerra-Ungaro, 44, Lupe Sánchez, 26 (besando a su hijo Jonah Sánchez de 20 meses) y Gianni Ungaro, 18. Llegó un tiempo donde Lupe Becerra-Ungaro perdió todo, pero pudo sobresalir.

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Hoy, Lupe Becerra-Ungaro no recordará casi una década de dolor y sufrimiento y pensará, “¿Por qué a mí?” En su lugar, la residente de Corona contará sus bendiciones y dirá “¿Por qué no yo? Estoy más fuerte que nunca. Debería estar muerta. Mis hijos deberían ser huérfanos. Vencí las estadísticas”.

Becerra-Ungaro, de 44 años y quien responde al nombre de “Woopy”, también responde a un poder superior. La conmoción y el sentimiento de impotencia luego que su esposo fuera asesinado en 1996 la llevaron a usar y vender drogas, descuidar a sus hijos, a una sentencia de prisión y eventualmente, al arrepentimiento, la redención y un nuevo comienzo.

“Estoy tan orgullosa de mi madre”, comentó Nicole Ungaro, de 23 años y una de las hijas de Becerra-Ungaro. “Ha dado un giro de 180 grados. Hablamos y nos reímos de todo. No estamos atadas a nuestro pasado”.

Becerra-Ungaro definitivamente ha dejado atrás las cargas no deseadas. Desde el 27 de septiembre del 2005, cuando salió de la prisión de Chino, ella obtuvo una licenciatura en psicología, con el objetivo de convertirse en concejera en el tratamiento de adicciones. El pasado octubre inauguró Woopy’s Auto, un taller de reparaciones en 1664 Industrial Avenue, en Norco, convirtiéndola en parte de un grupo selecto. “Hago lo que la mayoría de las damas no puede hacer”, dijo con orgullo.

Solamente el dos por ciento de los mecánicos de motores pequeños son mujeres, de acuerdo a datos del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos. Becerra-Ungaro repara de todo, desde alternadores, ejes, frenos y rotores, motores de arranque y válvulas.

“Lupe es mejor que un hombre trabajando en los autos”, comentó María Hahohano, de 44 años y conductora de camiones residente de Corona. “Ella deja que hables y le digas lo que está mal antes de decirte, ‘esto es lo que es’”.

Las reparaciones llegaron de manera natural para Becerra-Ungaro desde su adolescencia. En 1983, a sus 17 años, contrajo matrimonio con John F. “Smurf” Ungaro, el amor de su niñez, quien era mecánico y campeón estatal de boxeo. Aunque era ama de casa, aprendió a ensamblar y desensamblar viejos automóviles Chevy y Camaros con sus herramientas. “Me encanta la mecánica de los vehículos”, comentó.

A las 9:45 p.m. el 7 de noviembre de 1996, la vida de Becerra-Ungaro cambió para siempre. Su esposo, de 35 años, se encontraba en el estacionamiento de un bar de deportes en Grand Avenue en Corona cuando dos balas impactaron su vehículo y lo mataron. El caso, aún sin resolver, se ha enfriado desde entonces.

“La policía piensa que fue un caso de identidad equivocada”, comentó Becerra-Ungaro encogiéndose de hombros. “Siempre que paso por el lugar donde fue asesinado sueno mi bocina. Su espíritu aun no descansa”.

Al momento de la muerte de su esposo, Becerra-Ungaro tenía 28 años y criaba a sus tres hijas: Lupe, Nicole y Gianni, de 10, 7 y 2 años respectivamente.

“Era inmadura y estaba asustada”, recuerda. “John era un líder. Él manejaba las finanzas, yo ni siquiera conocía las autopistas, quedé destrozada”.

Becerra-Ungaro empezó a consumir píldoras para permanecer despierta. Luego alguien la introdujo al mundo de las metanfetaminas, las cuales funcionaban mejor.

“Todos quedamos sumidos en nuestra propia oscuridad”, comentó Nicole Ungaro. “Estaba tan deprimida, sólo quería dormir para que los días terminaran más rápido. No asistí a la escuela durante casi todo el quinto grado”.

La fortaleza en su mundo turbio era la madre de su madre, Lupe Becerra. “Muchas cosas negativas pudieron haber surgido de esto de no haber sido por nuestra abuela”, comentó la hija mayor, Lupe Sánchez, de 26 años.

En 1999, Becerra-Ungaro fue a dar a la Institución para Mujeres en Chino y pasó ocho meses y 20 días tras las rejas por usar y vender la substancia controlada ‘speed’. Tras ser puesta en libertad, continuó teniendo problemas. “No sabía cómo ser una madre”, comentó. Dieciséis meses después, atrapada en una mala relación, desesperada de escapar de sus problemas, tuvo una recaída.

“Era más amiga que madre para mis hijas”, comentó Becerra-Ungaro. Viviendo con 1,200 dólares al mes del seguro social, ella suplementaba sus ingresos mediante la venta de drogas, y les daba regalos extravagantes y dinero en efectivo a sus hijas, llevándolas a centros de belleza y hoteles.

“No tenía habilidades de madre”, agregó. “Pensé que las estaba ayudando a sanar”.

Para el 2003, estaba de vuelta en la prisión luego que tratara de venderle drogas a un policía encubierto. Becerra-Ungaro fue sentenciada a cuatro años de prisión por importar, exportar, transportar y distribuir metanfetaminas.

“Nosotras también éramos prisioneras”, comentó Nicole Ungaro. Ella recuerda las visitas a la prisión, durante las cuales también veía a las mujeres implicadas en el caso de asesinato múltiple del clan de Charles Manson.

Durante el encarcelamiento de su madre, las muchachas recibieron consejería y tomaron clases para el manejo de la ira.

“Odiaba visitar a mi madre todos los domingos. Me daba vergüenza. Solía decirle: ‘Mama, le estas quitando el tiempo a mi vida’”, recuerda Nicole Ungaro.

Becerra-Ungaro recibió dos llamados de atención importantes. Uno fue el programa de abuso de substancias de la prisión, al cual asistió por 21 meses. “Aprendí a quererme a mí misma y todas las buenas cosas de mí”, comentó.

Luego Nicole dejó de visitarla. Su hija la amenazó con cortar sus vínculos permanentemente a menos que su madre permaneciera libre de drogas cuando saliera de la prisión. “Cuando mi hija me confrontó, ese fue el momento”, agregó.

Después de dos años y 20 días tras las rejas, Becerra-Ungaro empezó una nueva vida. Dedicó su vida a Cristo. Una vez al mes ella imparte clases para niños en la iglesia New Beginnings (nuevos comienzos) en Corona.

Tom Tellez, de 55 años y miembro de la iglesia, dijo que nunca conoció a la antigua Lupe pero que admiraba y respetaba a su nueva encarnación.

“Es increíble. No esconde nada”, comentó. “Es un libro abierto, muy directa”.

Becerra-Ungaro no es tímida al hablar de su vida. “Quiero que la gente sepa del lado oscuro”, agregó.

Ella también se dedicó a su familia. Esta vez, estuvo allí, en alma y corazón, para sus hijas. “Tengo tantas bendiciones”, comentó.

Su hija mayor, Lupe, quien había desertado de la escuela, se convirtió en una estilista, se casó y ahora tiene a un hijo de 20 meses, Jonah Sánchez.

“Es lo mejor que nos pudo haber pasado”, comentó Becerra-Ungaro.

Después de evaluar el camino sin salida en el que se encontraba, Nicole Ungaro se graduó de la preparatoria y luego de la escuela de belleza. Ella y su hermana Lupe son ambas estilistas en el Salón Hair Strands en Corona. Su hermana menor, Gianni, se graduó de la preparatoria y se encuentra estudiando para convertirse en una estilista también.

Becerra-Ungaro tomó las herramientas de su esposo otra vez. Empezó a reparar autos, trabajar en construcción, vender contenedores de plástico y cuidar a su madre, quien se recupera de una fractura en la cintura.

Después de recibir su licenciatura el mes de abril de la Universidad Kaplan con un promedio numérico de calificaciones de 3.9 (GPA, por sus siglas en inglés), Becerra-Ungaro buscó un trabajo en el condado como concejera en el tratamiento de adicciones. “Esa es mi verdadera pasión”, comentó. “Aun espero escuchar de ellos”.

Su otra pasión son los autos. Ella renta 1,200 pies de espacio en un edificio industrial para su taller Woopy’s Auto y trabaja solo por cita.

“Ella es una de los mecánicos más exactos y cuidadosos que conozco”, comentó Kevin Tran, quien trabaja en Corona Auto Parts, de donde Becerra-Ungaro es cliente. “Ella trata su negocio con la convicción de su fe”.

Si un desafío la detiene por un momento, se sienta o reposa en el carro de un cliente por horas, pidiendo ayuda al Señor. “Le digo, ‘Háblame, dime que está mal. Muéstrame por favor. O mi Dios, ¡Es el cable de encendido!”