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Cora Jackson.
Cora Jackson.
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Para el Mes de la Herencia Hispana, que se celebra del 15 de septiembre al 15 de octubre, Excélsior solicitó a la comunidad que nos contara sus experiencias de inmigración y las de sus familias desde los años 60, un período que ha visto varios cambios en la ley migratoria, la amnistía durante la presidencia de Ronald Reagan y el debate sobre el Dream Act.

Nací como Cora Rivero Melgar en la hermosa ciudad de Santa Cruz, Bolivia. Tengo 18 hermanos y hermanas. Mi padre se casó tres veces y enviudó una vez. Creía mucho en la educación. Todos tuvimos que asistir a la universidad. Esa filosofía llevó a que tuviera la suerte de tener hermanos y hermanas que son doctores, arquitectos, abogados, maestros, trabajadores sociales y empresarios.

Vine a este país en mayo de 1971 con una visa de un año para visitar a mi hermana.

Como una joven en los años 60, estaba fascinada con Estados Unidos y con todo lo que estaba sucediendo, la “hippiada”, la Guerra de Vietnam y Hollywood. Me imaginé algún día visitar este país.

Nunca pensé que éste sería el país donde conocería a mi futuro esposo, tendría una familia, iría a la universidad y aprendería inglés.

Jamás imaginé que me haría una ciudadana naturalizada y que tendría la oportunidad de conocer a tantas personas de todo el mundo, y que formaría parte de una cultura con tantas tradiciones y finalmente que estaría viviendo el sueño americano.

Mi sueño se hizo realidad cuando visité a mi hermana Tery en Dallas, Texas. Durante mi visita, conocí a mi esposo, Tony. Nos enamoramos y nos casamos seis meses después, casi sin poder hablar el mismo idioma.

Tony vivía en Newport Beach, entonces nos mudamos al condado de Orange cuando nos casamos en 1972. Al siguiente año nos mudamos a Mission Viejo. Tuvimos dos hijas hermosas. Las dos se graduaron de la Universidad de California, en Santa Bárbara y son profesionistas.

Ser una madre y vivir en este país, me ayudó a aprender a estar involucrada en todas las actividades de mis hijas. Participé como líder de la tropa Girl Scout de mis hijas, me involucré en la Asociación de Padres y Maestros (PTA, por sus siglas en inglés), entre otras cosas.

Como una de las pocas inmigrantes en una comunidad mayormente anglosajona de Mission Viejo, siempre intenté enseñarles a los amigos de mis hijas y al resto de la comunidad acerca de Bolivia y la cultura suramericana. Lo hice a través de la comida, música y el baile. Organicé festivales latinoamericanos. Mis hijas de pelo castaño y ojos azules, y sus amiguitas, se vestían con trajes bolivianos y participaron en desfiles locales y bailaron en muchos festivales.

Vivir en este país y hacerlo mi hogar, me ha dado la oportunidad de ser una persona responsable y de hacer una diferencia en la comunidad donde trabajo y vivo. Me conocen en el sur de California como una activista de la política, la educación y las artes y además, por mi participación en organizaciones y eventos bolivianos.

Durante mis 12 años con los Boys Scouts, les enseñé a cientos de estudiantes de primaria acerca de la importancia de tener un buen carácter. Usé el caso de Méndez v. Westminster como ejemplo. Mi propósito era enseñarles respeto por la herencia de todas las personas y de nunca dejar que una injusticia vuelva a suceder.

Con el apoyo de la comunidad, pude recaudar miles de dólares para Learning for Life, un programa educativo de Boys Scouts. Me han reconocido como uno de los 100 latinos de más influencia en el condado de Orange. Cuando era niña en Bolivia, aprendí lecciones importantes gracias a Boy and Girl Scouts y nunca pensé que de grande les iba a regresar el favor.

Realmente espero que les haya mejorado la vida a muchas personas. Durante los últimos 40 años, he estado involucrada con varias organizaciones latinas y americanas, al igual que locales y nacionales.

Logré mi meta y mi sueño de ayudar a otros a aprender acerca de las diferentes culturas y he aprendido a compartir la mía.

Extraño a mi país natal, pero tengo la suerte de poder visitarlo todos los años.

Me hice ciudadana en 1993 porque quería votar, no quería estar nomás viendo lo que pasaba, sino que quería participar.

Creo que somos los arquitectos de nuestros propios destinos.

Estoy muy orgullosa de mi herencia. Como me dijo mi padre cuando me vino a visitar en 1973:

“Nunca olvide de dónde viene, nunca olvide quién es y nunca olvide hacia dónde va…”.

Gracias a sus palabras, soy una mujer más sabia y realmente agradezco la vida y la oportunidad que me ha ofrecido este país.