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El candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney.
El candidato republicano a la presidencia, Mitt Romney.
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WASHINGTON Mitt Romney habla lo menos posible de inmigración a fin de mejorar su complicada posición entre los electores hispanos. Sin embargo, los más recientes acontecimientos sobre el tema obran en su contra.

El ejemplo más reciente, es el fallo que emitió el lunes de esta semana la Corte Suprema emitió un fallo sobre la ley de inmigración de Arizona, 10 días después de que el presidente Barack Obama anunciara una medida que permite la permanencia de algunos inmigrantes aun cuando no tengan autorización para estar en el país.

La incomodidad de Romney ante un tema que lo sitúa en una disyuntiva conflictiva quedó de manifiesto con los comentarios cautelosos que hizo sobre la decisión de la Corte Suprema.

El virtual candidato presidencial republicano necesita entusiasmar a sus huestes conservadoras —entre las que existe un fuerte rechazo a la inmigración en condiciones irregulares, pero al mismo tiempo necesita reducir la considerable ventaja que le lleva Obama entre los electores hispanos.

Es cierto que la inmigración no es el único tema que interesa a los hispanos y por lo mismo Romney intenta atraerlos centrándose en aspectos sobre la economía del país. La economía es el principal tema en importancia para los hispanos, al igual que para otros grupos de electores.

Sin embargo, muchos hispanos se sienten ofendidos ante lo que consideran como el trasfondo racial y social de las denuncias de algunos republicanos sobre las personas que cruzan la frontera ilegalmente desde México.

Si las elecciones del 6 de noviembre son tan reñidas como auguran diversos expertos, los hispanos podrían constituir la diferencia en los estados donde ningún partido tiene predominio, como Nevada, Colorado, Florida, Carolina del Norte y Virginia.

La realidad es que la inmigración es un tema delicado para ambos candidatos. Ninguno se mostró animoso de criticar el fallo de la Corte Suprema, la cual anuló gran parte de la Ley de Arizona.

Mientras que el equipo de campaña de Obama mantuvo el silencio, el presidente elogió en una declaración gran parte del fallo. Sin embargo, Obama dijo que “continúo preocupado por la secuela práctica de las disposición restante de la Ley de Arizona, la cual obliga a la policía a que verifique la condición migratoria de cualquier persona de la que sospeche que se encuentra sin autorización aquí (en el país)”.

En un comentario que posiblemente suscite simpatías entre las minorías en todo el país, el presidente agregó: “Ningún estadounidense debe vivir jamás bajo un manto el sospecha sólo por su apariencia”.

Romney, por su parte, emitió dos declaraciones breves en las que evitó entrar en detalles sobre la ley de Arizona y el fallo de la Corte Suprema.

“Dado el fracaso de la política de inmigración en este país”, el republicano señaló a donadores de recursos de campaña en Scottsdale, Arizona: “Yo habría preferido que la Corte Suprema hubiera conferido más flexibilidad a los estados”.

Antes, Romney había dicho que Obama “no ha asumido un papel de liderazgo en el tema de la inmigración”. Romney señaló que Arizona jamás habría elaborado su ley si el Congreso, bajo una ejecutivo firme, hubiera decretado una política federal “que garantizara (la seguridad de) nuestras fronteras y preservara el estado de derecho”.

La política de inmigración estuvo estancada durante años en el Congreso, fuera con presidentes republicanos o demócratas.

Durante el proceso interno para elegir al candidato presidencial del Partido Republicano, Romney rechazó las acusaciones de que entre todos los contrincantes él era “el candidato más anti inmigrante”, como se decía en un mensaje político radiofónico de Newt Gingrich.

Romney había criticado al gobernador de Texas, Rick Perry, por conceder matrículas universitarias de menor costo a inmigrantes sin permiso para estar en el país.

Además, Romney se distanció del llamado de Gingrich para la adopción de una política de facto tendente a disminuir las deportaciones de inmigrantes sin permiso de residencia, si éstos llevaban vidas estables, de mucho tiempo y sin haberse implicado en algún delito en Estados Unidos.

Romney comenzó a suavizar su discurso sobre inmigración después de que derrotara a sus contrincantes republicanos. Sin embargo, Obama le complicó las cosas el 15 de junio. El presidente anunció que su gobierno no iba a deportar a inmigrantes jóvenes aun si no tienen permiso para estar en el país si van a la escuela y evitan implicarse en delitos, en una medida que fue elogiada por los diversos grupos hispanos.

Romney y sus colaboradores se han abstenido en diversas oportunidades de comentar si el primero revocaría esa política, aun cuando han criticado a Obama por no diseñar una “solución de largo plazo” al aspecto de la inmigración.

El desafío que afronta Romney entre los hispanos queda patente en una nueva encuesta de electores latinos registrados que estuvo a cargo de USA TODAY/Gallup Poll. En esta comunidad, Obama aventaja a Romney con 66-25 por ciento de las preferencias.

En 2008, Obama captó más votos hispanos que McCain, 67 por ciento contra 31 por ciento, de acuerdo con un análisis de las encuestas de salidas del Pew Hispanic Center (Centro Hispano Pew).

Lo que es más, de acuerdo a una encuesta que efectuó en diciembre el Centro de Investigación Pewentre entre electores que participarían en las elecciones primarias republicanas, Romney podría alejar a su base del Partido Republicano si suaviza demasiado su postura sobre la inmigración.

Según la encuesta, 57 por ciento de los electores republicanos de 65 años o más dijeron que una seguridad fronteriza más firme y una aplicación estricta de la ley deberían ser los únicos ejes de la política de inmigración, sin que haya opción a la ciudadanía para los inmigrantes que no tengan permiso de residencia.

Los electores republicanos de menor edad respaldaron una posición algo más equilibrada, pero su asistencia a las urnas es menos confiable que la de los electores mayores.

Los estrategas republicanos destacan que los empleos y la economía son los temas de la mayor importancia para los hispanos. Advierten que los electores hispanos, que son ciudadanos y a menudo son estadounidenses de varias generaciones, no simpatizan totalmente con las personas que ingresan y permanecen ilegalmente en el país.

Sin embargo, la mayoría de los principales dirigentes demócratas han censurado el caso de Arizona en tal tono que posiblemente han cautivado a una amplia franja de electores hispanos y de otras minorías.

Estos demócratas dijeron que la Ley de Arizona —que elaboraron los republicanos y a la que Obama se opuso terminantemente— puede propiciar detenciones humillantes e interrogatorios de la policía a ciudadanos que no sean caucásicos.

La Corte Suprema rechazó las disposiciones de la Ley de Arizona que habría convertido en delito estatal infracciones a la ley federal sobre inmigración.

Sin embargo, ratificó el punto de “muéstreme sus papeles” que obliga a la policía a verificar la condición migratoria de las personas a las que detenga por diversas razones y que podrían estar en el país de manera ilegal.

El representante Luis V. Gutiérrez, demócrata de Illinois, presidente de la Fuerza Especial de Inmigración de la Asamblea Legislativa Hispana, dijo: “Lo experiencia nos indica que la policía improbablemente detendrá a un individuo cuyo último apellido sea Kennedy o Roberts por sospecha de que no sea ciudadano estadounidense, pero quien se apellide Gutiérrez o Martínez, cuidado”.

Romney ha dicho que las leyes de inmigración como la de Arizona no afectará a personas por su mera apariencia racial.

El aspirante republicano tiene menos de cinco meses para que intente reducir la ventaja de Obama entre los electores hispanos. Romney confía en que le funcione para este propósito una agenda basada en las oportunidades económicas.

Mientras tanto, sin duda, Mitt Romney estaría feliz de que amainara el tema la inmigración.