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Un joven baila enfrente de la Alameda Central, inmortalizada por Diego Rivera.
Un joven baila enfrente de la Alameda Central, inmortalizada por Diego Rivera.
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MÉXICO El plan es tan monumental como la ciudad misma: Transformar una sórdida estación del metro en el Times Square de la capital mexicana; remodelar la histórica Alameda Central y liberarla de los enjambres de molestos vendedores callejeros; iluminar las plazas y senderos de un parque enorme.

El gobierno de la Ciudad de México quiere transformar una de las ciudades más grandes del mundo mediante el embellecimiento de los espacios públicos, parques y monumentos abrumados por un mar de automóviles, voceadores callejeros, carteles y la suciedad acumulada en décadas de caótico crecimiento urbano.

A pesar de los retos, el ambicioso plan iniciado por el ex alcalde centroizquierdista Marcelo Ebrard y continuado por su sucesor Miguel Ángel Mancera se ha ganado los elogios de urbanistas y de muchos vecinos.

“Hay que humanizar la ciudad”, dijo Juan Carlos de Leo Gándara, coordinador de la Oficina de Proyectos Urbanos Sostenibles de la Universidad Iberoamericana. “Hoy es de regresarle la ciudad al peatón”.

En la Alameda, inmortalizada por Diego Rivera en su mural “Sueño de una tarde de domingo en la Alameda Central”, las aceras de cemento fueron reemplazadas por otras de mármol, y se expulsó los puestos de venta. En lugar de un caos de mesas plegables y lonas, el parque reabierto, coronado por el Palacio de Bellas Artes, el teatro de ópera estilo art nouveau, es un oasis de verdor y serenidad en medio del tráfico enloquecido.

“Estaba muy oscuro. No se prestaba para venir con mi hijo”, dijo Alma Rosa Romero, un ama de casa de 22 años que sostenía la mano de su hijo mientras contemplaba una fuente. ‘Ahora está muy bonito”.

Otro proyecto concluido es la plaza donde se alza un monumento tipo Arco de Triunfo a la revolución mexicana de 1910: antes invadida por personas sin techo, ahora es una plaza donde juegan las familias y los niños corretean entre chorros de agua que se alzan desde el pavimento. La cúpula de cobre de lo que debía ser la entrada al palacio del congreso ha sido pulida y está resplandeciente.

En la céntrica Capilla de la Inmaculada Concepción de Tlaxcoaque la ciudad ha instalado fuentes multicolores que se iluminan de noche y una calle peatonal en lo que antes era una playa de estacionamiento. Bajo un puente cerca del barrio de clase media alta de la Condesa se abrió espacio para una taquería y una plaza con juegos infantiles. La calle Gustavo I. Madero en el centro histórico es ahora una vía peatonal que llega hasta el zócalo, la plaza central bordeada por el Palacio Nacional y la gigantesca Catedral Metropolitana.

“Una ciudad que sale a la calle es una ciudad segura, es una ciudad feliz, es una ciudad con mejor calidad de vida”, dijo Daniel Escotto, arquitecto jefe de la oficina de Autoridad del Espacio Público de la municipalidad, creada en 2008 para administrar la renovación de la urbe. “Se rehabilitan los pavimentos, la vegetación, la fachada, la iluminación y todos los elementos que construyen este concepto”.

Sin embargo, en esta ciudad definida en muchos sentidos por el tráfico caótico y el crecimiento desordenado, el plan tiene sus detractores entre los que se enorgullecen de sobrevivir en la jungla de asfalto.

“Si es más seguro. Si lo remozan y lo arreglan pero después de todo son emblema de México D.F.”, dijo el empleado hospitalario Baltazar Romeo, de 47 años, mientras comía un sándwich en la Alameda, de donde las autoridades habían expulsado a decenas de personas disfrazadas de los Reyes Magos que cobraban por tomarse fotos con los niños. “Están desangelando la ciudad”.

El proyecto principal de renovación es la ajetreada Glorieta de Insurgentes, una estación donde se cruzan varias líneas del metro y por donde pasan diariamente cientos de miles de pasajeros.

La plaza circular está bajo el nivel de la calle para que los peatones puedan cruzarla hacia los trenes subterráneos sin interrumpir el tráfico intenso de las avenidas Insurgentes y Chapultepec que la bordean.

En 1969, cuando se construyó la glorieta, la prioridad era permitir que la avalancha de peatones y de autos pudiera trasladarse de un punto de la ciudad a otro. Ante el crecimiento de la ciudad y la población, se construyeron autopistas periféricas. Los automovilistas eran los beneficiarios de la nueva infraestructura, y una bruma parduzca se asentaba sobre la ciudad. Calles y plazas antes célebres y seguras quedaron abandonadas y se transformaron en vecindarios de ésos por donde la gente evita transitar tras la puesta del sol.

La glorieta, o rotonda, de Insurgentes se convirtió en un lugar para atravesar rápidamente, donde adolescentes vestidos a la moda gótica o del animé japonés se besan, conversan en grupos o andan en patinetas. Gente sin techo ocupó los depósitos abandonados alrededor de la rotonda y edificios de apartamentos desvencijados. Muchos negocios se convirtieron en sórdidos cafés bajo los enormes carteles publicitarios.

“No podría ser más hostil a la vida pública o a la vida peatonal”, dijo Ken Greenberg, un arquitecto y urbanista canadiense durante una visita reciente a México. “Da la sensación muy desagradable de ser una autopista en el medio de la ciudad”.

Los urbanistas quieren transformar este panorama sórdido y caótico en algo deslumbrante como Times Square o el Piccadilly Circus londinense. Ya se han instalado cilindros de 20 metros de altura con pantallas luminosas circulares. Se han eliminado los canteros descuidados y los bancos usados para lanzarse en patineta para crear un panorama abierto de cemento blanco.

La renovación busca transformar la glorieta en un lugar más atractivo para los ciclistas y usuarios del transporte público en una ciudad que ganó la no envidiable fama de ser la peor del mundo para los pasajeros en una encuesta realizada por IBM en 2011.

“La Ciudad de México lo que necesita es acoplar su identidad a través de los espacios públicos”, dijo Escotto.

Según el gobierno, en el proyecto Insurgentes se inaugurará un nuevo modelo para limitar la publicidad a determinados lugares. En 2010, la municipalidad prohibió los carteles publicitarios en edificios tanto públicos como privados, con multas de hasta 9,000 dólares para los infractores. Dos años después, la ciudad sigue cubierta por carteles gigantescos.

Los proyectos futuros incluyen la limpieza de 67 puentes en toda la ciudad, iluminación de plazas y apertura de senderos en el Parque de Chapultepec, el gran espacio verde urbano.

Algunos proyectos, como el de la Glorieta de Insurgentes, cuentan con algo de financiación privada. Para esta renovación, las 15 compañías publicitarias que colocan las pantallas aportan 4.5 millones de dólares. Los detractores temen que esto beneficie a las compañías privadas más que a los vecinos. Buena parte del embellecimiento del centro histórico fue financiado por el magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim.

Ya hay una polémica en torno a la renovación de un parque.

El gobierno de Azerbaiyán aportó 5 millones de dólares para la renovación de un parque que bordea el elegante Paseo de la Reforma, por lo cual la municipalidad erigió en el lugar una estatua de granito del difunto presidente azerí Geidar Aliyev. El problema es que Aliyev es conocido como un dictador que reprimió brutalmente a la disidencia durante su régimen de 1993 a 2003. Una comisión ha recomendado que se retire la estatua.

Algunos se preguntan si el nuevo alcalde Mancera, que pertenece al mismo partido que su predecesor Ebrard, seguirá adelante con los proyectos y si la ciudad cuenta con los fondos necesarios.

“¿Cómo se va ver esta obra dentro de cinco meses, dentro de cinco años?”, se preguntó De Leo Gándara. ¿La siguen manteniendo? ¿Sigue estando limpia? ¿Sigue estando todo en orden o ya la dejaron otra vez?”