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Jorge Ramos
Jorge Ramos
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Llegar a la presidencia de México es como ganarse la rifa del tigre: No importa lo que haga el próximo presidente o presidenta, el pronóstico es desolador. Se trata del trabajo más difícil del mundo.

Por muchos años ese dudoso honor le tocó al presidente de Colombia. Pero Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos y millones de colombianos destruyeron el mito de que no se le podía ganar a los narcotraficantes y guerrilleros por la fuerza.

Hoy, estoy convencido que el trabajo más difícil es el de presidente de México. Es, casi, una misión imposible. El próximo presidente recibirá las riendas de un país que en las últimas décadas se ha convertido en una red de monopolios y grupitos de poder. El o ella tendrá que crear una ruta hacia la estabilidad económica para la creciente clase media mexicana, que se ve cada vez más frustrada por la dificultad para encontrar buenos empleos. El presidente también estará dirigiendo una nación en la que hay más de 52 millones de personas viviendo en la pobreza, y el hombre más rico del mundo, Carlos Slim, es también uno de sus ciudadanos.

Sin embargo, como lo he discutido en columnas previas, la tarea más difícil y urgente será poner fin a la interminable matanza que está ocurriendo por la actividad de los cárteles de las drogas. El o ella tendrá que aliviar la falta de esperanza que siente el pueblo ante la incapacidad de sus líderes de sofocar la violencia que ha causado la muerte de más de 50,000 mexicanos durante los últimos seis años, mientras una mayoría abrumadora de los criminales responsables por ellas siguen libres.

No es fácil. Mientras haya tantos norteamericanos comprando y usando drogas, habrá narcotraficantes mexicanos trasportándola, comercializándola y matando para proteger sus rutas y territorios. Eso no va a cambiar a corto plazo. Atacar el uso de drogas no es una prioridad en la sociedad norteamericana. Aquí están las cifras. En Estados Unidos más de 21 millones de personas usan drogas regularmente, y el Departamento de Justicia ha reportado un aumento en el uso de marihuana, heroína y metanfetaminas. Esto no va a parar. En el 2009 hubo 617,000 personas que probaron cocaína por primera vez. Esta es la norma.

Ante este panorama ¿qué pueden hacer los candidatos principales Andrés Manuel López Obrador (Partido de la Revolución Democrática), Josefina Vázquez Mota (Partido Acción Nacional) y Enrique Peña Nieto (Partido Revolucionario Institucional)? No mucho. Y si a esto le sumamos las armas que fluyen fácilmente de Estados Unidos a México y que caen en manos de los narcos, es muy poco lo que el gobierno de México puede hacer. Hasta el momento los narcotraficantes mexicanos han demostrado que pueden más que el ejército y la policía. Salvo una tregua o una negociación con los narcos, que sería inmediatamente denunciada por la prensa y por millones de mexicanos, los candidatos no tienen más remedio que insistir en mano dura contra los delincuentes. Y eso significa más violencia y más muertos.

Las tres opciones principales para la presidencia de México han generado muy poco entusiasmo porque están, irremediablemente, atadas al pasado y a antiguos fracasos. Para los mexicanos, el PRI de Peña Nieto está asociado a más de 70 años de regímenes autoritarios, fraude y represión. Vázquez Mota, del PAN, se ha rehusado a romper con el presidente Felipe Calderón y su fallida estrategia antinarco. Y López Obrador tiene que demostrar que es un candidato listo para los retos del 2012 y no que está peleando, todavía, la elección del 2006

No hay más. México es una partidocracia que no permite candidaturas independientes. De tal manera que el país tiene tres candidatos presidenciales atorados en el pasado.

Lo que se necesita es alguien con ideas nuevas, alguien que mire hacia el futuro y vea paz y prosperidad. México necesita un líder que pueda ayudar a la nación a aprovechar mejor su localización estratégica como vecino de la mayor economía del mundo. El país necesita alguien que crea que México podría ser una potencia emergente, como China, India o Brasil. Necesita un líder que pueda inspirar a la generación joven, que se siente más conectada con el mundo exterior a través de los medios sociales, pero tiene escaso acceso a buenas escuelas y empleos decentes, y eso es lo que hace que muchos piensen que irse al norte es su mejor opción.

En la Internet hay una triste campaña para votar el próximo primero de julio por “el menos peor”.

Ninguno convence. No hay, por decirlo de alguna manera, un Obama mexicano. No existe en el México de 2012 la enorme expectativa de cambio que generó el actual presidente norteamericano durante su campaña en el 2008.

No votar no es una opción. Pero la grave sensación de muchos votantes en México es que, gane quien gane, todo seguirá igual.

¿Tiene algún comentario o pregunta para Jorge Ramos? Envíe un correo electrónico a Jorge.Ramos@nytimes.com. Por favor incluya su nombre cuidad y país.

Jorge Ramos es ganador del premio Emmy, autor de nueve libros y conductor del Noticiero Univision.