Hace poco manejaba detrás de una camioneta cuya matrícula etiquetaba al conductor como un “señora del hogar”.
Vamos, señora, pensé. ¡Dese un poco de crédito! Usted no está casada con la casa, mejor diga que es “esposa” o “madre” o incluso “ama de casa”.
Y entonces me di cuenta que lo dije en voz alta y que tenía audiencia: mi hija de 11 años de edad, a la que frecuentemente le digo que ser madre es el trabajo más importante del mundo. Pero a quien constantemente le demuestro la importancia que tiene para una mujer tener una educación, una vocación, aficiones: una identidad, algo que pueda agregar a su vida doméstica.
“A la mejor esas placas les tocaron”, me dijo mi hija, ante tal situación. Sin embargo, pero ya habían tocado un punto sensible para mi. Es cierto que problablemente es a causa de mis propias inseguridades y del echo de que crea que tal vez el único reconocimiento que alguna vez se concederá al papel más infravalorado del mundo está mal escrito en la parte trasera de una minivan.
Cuando era niña, soñaba con tener una carrera en lugar de hijos. Mi Barbie tenía un Ferrari, no una bolsa de pañales. Pero ahora las letras “ADC” (por Ama de Casa) definen mejor mi estancia en casa como mamá todóloga, en lugar del Ph.D / M.D /Lcdo. Lo había soñado alguna vez, pero ya me estoy acostumbrando.
Conozco a muchas mujeres que, como amas de casa, llevan la insignia de mamá y ama de casa con orgullo. Y sé de muchas otras que pasan el proceso de hacer un sándwitch de crema de cacahuate pensando en la carrera que dejaron atrás y están contando los días hasta que puedan volver a ella. Y luego están las malabaristas, que manejan admirablemente su carrera y su familia, ya sea por necesidad o por elección.
Sin embargo, las estadísticas muestran que en general, cuando una mujer añade las letras M-A-M-Á a su carta de identidad, su cheque de pago monetario disminuye o desaparece por completo.
Como todas las madres saben, la batalla más encarnizada de la guerra de una mamá es un documento interno, nuestras armas más peligrosas del juicio y la auto-duda que nos infligimos a nosotras mismas en nuestras elecciones. La mayoría de las madres coinciden en que el capital humano que ellas crían bien vale la pena el sacrificio. Pero para aquellas que están en conflicto, no pueden evitar sentirse atacadas por comentarios como el de Hilary Rosen como sabemos, la rebelde su mal paso representa una visión del mundo más amplio: a las que optan por quedarse en casa con los niños nos clasifica siempre como las que también “no han trabajado ni un día en nuestras vidas?”
¿Cuál es el precio de la maternidad?
Ann Crittenden, autora del libro “El Precio de la maternidad: ¿Por qué el trabajo más importante en el mundo sigue siendo el menos valorado” (Picador, 2010), calibra el valor de una mujer como ella al explorar por qué el trabajo más importante del mundo sigue siendo el menos valorado. Crittenden arroja luz sobre la realidad de que amas de casa a menudo son inmediatamente ignoradas en las conversaciones de aquellos que “trabajan”, tan pronto como dan su nombre y ocupación. Que para ser tomadas en serio, muchas mujeres se quitan los anillos de boda (el signo de la fertilidad percibida) en una entrevista de trabajo para demostrar su compromiso con la carrera. Pero los hombres no casados, a menudo, piden prestado un anillo de bodas para el mismo foro y lograr la misma percepción.
Después de analizar varios estudios que valoran la contribución de la madre a la vida familiar como “invaluable”, Crittenden conjetura que tanto la familia y la economía mundial son esencialmente “gorronas de las mujeres cuidadoras que ofrecen su mano de obra para poca o ninguna compensación”. En un argumento de peso, ella afirma que “el cuidado femenino no remunerado no es sólo la sangre de la vida de las familias, es el corazón mismo de la economía”. Toma eso, Hilary Rosen.
Conozco a la esposa de un médico que se presenta en sus galas con: “Tengo un doctorado en psicología, pero prefiero quedarme en casa con mis hijos”.
¿Será que este mundo permitirá algún día que la mujer declaren “soy una ama de casa”, sin ser juzgadas?
En un mundo que venera las palabras doctorado, doctor o licenciado, más que las “ama de casa”, la batalla continúa.
Como escritora independiente, me siento bendecida de poder disfrutar de mi profesión por elección.
Sin embargo, como madre y ama de casa mis ambiciones profesionales para vender un guión o una novela, más a menudo toman al margen de la realidad de los cuatro niños que han encantado a su manera en mi corazón, llenando mi espacio con sus sonidos y mi calendario con sus actividades sin fin.
Como una madre conflictiva, yo también estoy enlistada en la guerra de mami. A veces, creo que debería ser llevada por traición, que a mí tanto muy agradecido de estar con mis hijos todos los días, y aún así tan envidiosa de las mujeres que se les paga para pensar a tiempo completo. Y mientras en las trincheras, sueño despierta tantas veces de las iniciales que me gustaría añadir al final de mi nombre.
Pero sé que algún día, cuando mire hacia atrás en mi vida, serán las iniciales M-A-M-Á las que más me importen. Mientras que la maternidad puede haberme costado un maletín y un Ferrari, sé que la recompensa es real. Así, mientras que en el mundo no pude haber “traído” mucho, sé que lo que estoy haciendo no tiene precio.