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Los niños de familias de bajos ingresos pudieran sufrir más trastornos emocionales que otros niños, según un estudio.
Los niños de familias de bajos ingresos pudieran sufrir más trastornos emocionales que otros niños, según un estudio.
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Chicago Las niñas que residen en vecindarios bajos y sufren victimización por crimen son menos probables de beneficios de un tratamiento de salud mental que los niños, aunque éstos registran un nivel mayor de angustia, aseguran investigadores.

Según el estudio publicado en la revista Pediatrics, concluyó que es necesario diseñar un programa de atención para esa población de menores que compense múltiples factores estresantes de su situación.

Denominado “Género modifica efectos de victimización por crimen del vecindario sobre la salud mental de los adolescentes”, fue dirigido por Theresa L. Osypuk, de Northeastern University, Massachusetts.

La investigación estudió los efectos en la salud mental de los adolescentes de familias de bajos ingresos victimizadas por el crimen en vecindarios de mayor pobreza, donde recibían vales para subsidiar la renta de vivienda.

El ensayo analizó dos mil 829 casos de menores de entre cinco y 16 años, con resultados examinados de cuatro a siete años después de la asignación al azar.

Se evaluaron trastornos depresivos, problemas sicológicos y de comportamiento por género, así como el informe de victimización del crimen violento a través de interacciones y modelos de regresión.

Los resultados mostraron significativas diferencias por género tanto en los efectos del entorno como en los resultados de un programa de salud mental, donde las niñas y adolescentes reportaron mayores dificultades de respuesta que sus pares masculinos.

La revista Pediatrics también publica esta semana el estudio “Lactancia materna, consumo de leche en la infancia, y el inicio de la pubertad”, realizado por investigadores de las universidades de Hong Kong y Nueva York para comprobar si el tipo de nutrición temprana determina la edad de inicio de la pubertad en otras regiones.

El análisis coordinado por Man Ki Kwok indicó que estudios anteriores son limitados, obedecen principalmente a valores occidentales, y sugieren que la pubertad se desarrrolla más tarde con la lactancia materna y más temprano con un mayor consumo de leche de vaca.

Los investigadores evaluaron las asociaciones de la lactancia materna o la leche de consumo de la infancia a los seis meses, tres años y cinco años de edad con la aparición de la pubertad, en una población de siete mil 523 menores de Hong Kong.

Ajustaron el examen por género, nivel socioeconómico, peso al nacer, orden y lugar de nacimiento, exposición al humo y edad de la madre.

Los resultados mostraron que ni la alimentación de pecho exclusiva durante tres meses, ni la lactancia materna parcial por cualquier periodo estaban relacionadas con la edad de inicio de la pubertad, como tampoco el consumo de leche diario a los seis meses, tres o cinco años en comparación con una vez por semana en las edades correspondientes.

En conclusión, en un ambiente no occidental, ni la lactancia materna ni el consumo de leche infantil se relacionó con la edad de inicio puberal, lo que sugiere que las asociaciones pueden variar según la ubicación.

Además, presentó un tercer estudio, denominado “Ensayo aleatorizado y controlado de una intervención para recordar la vacunación de adolescentes”, encabezado por Kathryn S. Brigham, del Hospital de Niños de Boston, Massachusetts.

Ahí se analizó si las tasas de inmunización pueden mejorar estableciendo un contacto con los padres y los jóvenes.

En el ensayo participaron adolescentes de 13 a 17 años, con al menos una de tres vacunas atrasadas, y se mantuvo contacto por llamadas telefónicas con los padres, tutores y jóvenes.

Los registros de inmunización se evaluaron cuatro semanas y un año después de la intervención.

Hubo una tendencia hacia el aumento de la vacunación en el grupo de comunicación solo con los padres, mientras en los contactos por vía telefónica se mostró una mejoría significativa en tasas de inmunización en ambos periodos de seguimiento posterior a la intervención.

Sin embargo, el aumento de las tasas de vacunación se observó en el corto plazo pero no a largo plazo, por lo que el estudio sugiere que si bien las intervenciones telefónicas pueden ser eficaces cuando la inmunización rápida es necesaria.

La dificultad de llegar a los padres y adolescentes por teléfono resalta la importancia de la información de contacto al día y la necesidad de evaluar la eficacia de los medios alternativos de comunicación.