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Javier Bardem, en Piratas del Caribe.
Javier Bardem, en Piratas del Caribe.
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LOS ÁNGELES.- Sólo al verlo en la pantalla se puede entender que una misma persona dé vida a un solitario y desahuciado explotador de migrantes, como en Biutiful (Alejandro G. Iñárritu, 2010), y a un fantasmagórico corsario en la saga de Piratas del Caribe.

Su nombre es Javier Bardem, y si navega entre el cine de autor y el más comercial del mundo, como en Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar, es gracias a su rango actoral, el pago e intereses que lo llenan como artista.

“Haces este tipo de películas también por el cheque, pues te ayuda a seguir haciendo otras películas en las que sabes que no te pagarían en dos años.

“Pero esa no es la única razón por la que haces una película como esta; no para mí, porque, de otra forma, ¿cómo la defenderías si sólo es por el dinero?”, reflexionó el español, en rueda de prensa.

Sí, el pago es importante, pero formar parte de uno de los estudios más prestigiados del mundo es una razón de peso.

“Todos queremos dinero, todos lo necesitamos, pero en este caso, como actor, no puedes ponerte en ciertas situaciones sólo por dinero, si no, no serás capaz de interpretar.

“Así que en este caso se trató de la alegría de pertenecer a la franquicia y traer a este animal a la pantalla, creando un balance entre el dolor, el verdadero dolor, y el gozo de estar en una película de Disney”.

Es de admirarse que el actor, de 48 años y nacido en Gran Canaria, pueda interpretar con maestría a un corsario o a un tetrapléjico que solicita la eutanasia, como en Mar Adentro (2004).

Lo mismo se mete en la piel de un atormentado swinger, como en Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen, 2008), que de un villano de James Bond, en 007: Operación Skyfall (2012).

“Creo que no me caso con un solo estilo de hacer películas, simplemente soy un actor. Hago esto, hago lo otro… Sólo quiero mantenerme trabajando y eso es todo”, reflexionó.

La participación del marido de Penélope Cruz en Piratas…, producido por Jerry Bruckheimer y dirigido por Joachim Rønning y Espen Sandberg, le representó un deleite y, de cierta forma, la posibilidad de seguir haciendo historia.

“No hay muchas películas de piratas. En los últimos años no recuerdo una película de piratas además de esta”.

De hecho, dar vida a un navegante español que caza piratas y se convierte en espectro, al quedar atrapado en una maldición, le dio la oportunidad de probar su creatividad e histrionismo.

“Me dieron un líquido para ensuciar mis dientes y que se vieran podridos. Pensé ‘a la mierda’ y me lo tomé porque creí que era menor tener este líquido negro saliendo de la boca.

“No soy muy fan de la tauromaquia, pero cuando ves al animal sufriendo en la arena, la sangre es casi oscura, y en un toro es casi negra. Me metí la idea de que al personaje le saliera esta sustancia podrida por estar herido”, ejemplificó.