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Darío Guerrero Meneses.
Darío Guerrero Meneses.
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LOS REYES LA PAZ, México.- Un estudiante de Harvard que se quedó varado en México durante meses tras haber violado las normas de inmigración recibió el martes autorización para volver a Estados Unidos.

El Servicio de Inmigración y Ciudadanía estadounidense había declarado que Darío Guerrero Meneses, un inmigrante no autorizado, se había deportado solo cuando cruzó la frontera sin permiso para acompañar a su madre moribunda a clínicas en México que ofrecen tratamientos alternativos para enfermos de cáncer.

Su madre murió en agosto, y la agencia denegó los intentos iniciales de Guerrero para regresar con su familia en California.

Horas después de que The Associated Press publicara un reportaje sobre su historia, recibió su respuesta: en una carta de dos páginas a su abogado, la agencia migratoria de Estados Unidos dijo que aprobó condicionalmente una exención de dos años para Guerrero, lo que significa que puede volver sin temor a ser deportado.

“Se siente bien”, dijo Guerrero al conocer la noticia. “Estoy emocionado de finalmente regresar a mi vida”.

La exención es temporal. No le brinda residencia legal ni un mecanismo para naturalizarse.

Su abogado Alan Klein dijo a la AP que “deberá estar de vuelta en Estados Unidos en unos días”.

Él nació en México y se mudó con su familia a California cuando tenía 2 años. El gobierno de Barack Obama le concedió a él y a cientos de miles de otros inmigrantes jóvenes un indulto que les permitía evitar ser deportados hace dos años.

Pero estas personas no pueden salir de Estados Unidos si el gobierno no lo aprueba. Y la madre de Guerrero estaba muriendo de cáncer.

Desde que su madre murió, el alumno de estudios cinematográficos se quedó con sus abuelos en un suburbio de la Ciudad de México dominado por pandillas. Su esfuerzo por recibir una exención de las normas era una apuesta arriesgada: el año pasado la agencia sólo aprobó aproximadamente una tercera parte de las solicitudes de exención por razones humanitarias que recibió.

Funcionarios del Servicio desistieron de hablar del caso de Guerrero porque todavía no se ha resuelto, pero su portavoz Chris Bentley dijo que “las leyes de inmigración son complejas; cualquier persona que quiera actuar en asuntos relacionados con la inmigración tiene que entender primero claramente las posibles consecuencias de sus acciones”.

Guerrero declaró a la AP que había presentado dos solicitudes para que se le diese un trámite acelerado a su pedido de un permiso para salir del país mientras la salud de su madre declinaba en la casa de la familia en Long Beach, California, y se le pidió que presentara más documentos sobre el estado de salud de la mujer. Pudo haber ido a las oficinas del Servicio en persona para tratar de que se resolviese el asunto, pero prefirió irse sin esperar una respuesta definitiva.

“Mi madre tuvo muchos altibajos”, dijo el muchacho. “La decisión final de salir fue tomada a las carreras”.

Ira Kurzban, un abogado de inmigración de Miami, indicó que no es inusual que un inmigrante pierda su condición legal por salir del país sin permiso. Sucede cuando toman cruceros pensando que no salieron de territorio estadounidense o cuando viajan por alguna emergencia familiar. Muchos descubren posteriormente que no pueden regresar, o no se les permite el reingreso hasta por 10 años.

“No hay duda de que (Guerrero) no cumplió con las reglas. La cuestión es cuál debería ser el castigo”, señaló Kurzban.

Todo inmigrante que tiene un caso pendiente necesita autorización para salir del país, la cual no es difícil de conseguir si hay razones válidas de por medio. Pero si alguien se va sin esa autorización, que a veces se demora un poco, se considera que renunció voluntariamente a permanecer en Estados Unidos.

Defensores de la causa de los inmigrantes dicen que debería ser más fácil para quienes llevan muchos años en el país conseguir permiso para viajar. Kurzban destacó que algunas visas, como las H-1B para trabajadores temporales especializados, autorizan a salir del país sin previa aprobación. Concederle esa libertad a gente como Guerrero aliviaría un poco las penurias y representaría un trabajo administrativo mínimo, acotó el abogado.

Pero ninguna cláusula de ese tipo fue incluida en los proyectos de reforma a las leyes de inmigración sopesados el año pasado, y no se espera que sean incorporadas a cualquier medida que pueda anunciar Obama a fin de año. Kurzban cree que eso se debe a que afectan a una cantidad relativamente reducida de gente y que hay muchas otras prioridades más importantes.

Cuando Rocío Meneses Díaz falleció el 14 de agosto a los 41 años en la casa de su hermano mayor en el estado de Guanajuato, en el centro de México, un hermano de Guerrero de 16 años estuvo también a su lado. Dado que nació en Estados Unidos, el hermano puede regresar.

El padre de ambos, un contratista que trabaja en la construcción y que está en el país sin autorización, se quedó en California con su hija de 9 años. Ella también nació en Estados Unidos.

Guerrero dijo que lamenta la decisión apresurada que tomó, sobre todo porque cree que su madre hubiera sido más feliz pasando sus últimos días en su casa del sur de California con su esposo y sus hijos.

“Lo que ocurre es que por entonces todavía teníamos esperanzas” de que se pudiese hacer algo, explicó. “Si hubiese demorado el tratamiento por cuestiones de inmigración, creo que jamás me lo hubiese perdonado”.

Los padres de Guerrero mantuvieron su situación migratoria en secreto por años. Lo revelaron cuando él comenzó a tomar clases de ingeniería en una universidad comunitaria mientras el muchacho estaba todavía en la secundaria y el número del Seguro Social que habían dado sus padres no fue aceptado.

Antes de morir, la madre de Guerrero le dijo toda la verdad y la contó cuáles fueron las razones por las que se fueron de México: su padre había sido secuestrado dos veces; su suegro y otros parientes eran extorsionados, y ladrones irrumpieron en su negocio de joyas y ropa y le pusieron un puñal en el estómago.

Guerrero grabó esos relatos y la batalla de su madre contra un cáncer de riñón con la esperanza de hacer un documental cuando vuelva a la universidad.

En lugar de ello, se ha pasado el tiempo en una habitación en la que apenas caben una cama para dos personas y un escritorio. Encima de la cama hay un retrato de su madre y una rosa. Los fines de semana sus abuelos alquilan el baño más cercano a la habitación para que lo usen los clientes de un mercado callejero. Guerrero ve a sus primos cuando salen del trabajo y escribe “poesías y otras cosas” de noche.

Eoin Cannon, quien dictó una clase de historia a la que asistió Guerrero en Harvard, se sorprendió al enterarse de lo que había sucedido con su alumno. Lo describió como “uno de los estudiantes más reflexivos, creativos y originales a los que tuve el placer de enseñar” y un “escritor excepcional”. Guerrero abordó el tema de los indigentes en una cinta de estudiantes y coprodujo “A Dream Deferred” (Un sueño postergado), un documental sobre inmigrantes como él en Harvard.

“Es tan estadounidense como cualquier persona que conozco”, sostuvo Cannon. “Las leyes tienen que reconocer eso y crear mecanismos que lo tomen en cuenta… El que las leyes no puedan lidiar con estos casos le hace mal a Estados Unidos”.

Guerrero dice que le encanta la idea de no tener que entregar trabajos para cierta fecha, pero la falta de una rutina lo pone nervioso. Mira de reojo cuando sale a la calle. Hay mucha delincuencia en su barrio y mucha extorsión de comerciantes. Hace una semana un pariente recibió un balazo en el estómago durante un asalto.

Harvard lo ha apoyado. Le dio un permiso para ausentarse mientras asistía a su madre y lo ha ayudado a buscar apoyo en Washington, entre otros a través del senador demócrata Dick Durbin.

Cuando se le preguntó qué ha sido lo más duro de estar varado en México, se quiebra un poco y responde en tono apenas audible: “Que ya no tengo a mi madre”.