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Jefe de policía de Los Ángeles, Charlie Beck.
Jefe de policía de Los Ángeles, Charlie Beck.
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Los Ángeles.- Los agentes del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) deberán tratar otras medidas disuasorias antes de utilizar sus armas durante un enfrentamiento, dicta una disposición aprobada.

La Comisión de la Policía de Los Ángeles, un grupo de cinco civiles que vigila a la labor de la policía angelina, ordenó que se adopte en el reglamento de los agentes la obligación de intentar disminuir la presión en una situación de enfrentamiento antes de utilizar fuerza mortal.

Así, antes de utilizar sus armas de fuego, los agentes deberán “tratar de controlar el incidente ganando tiempo, la distancia, las comunicaciones y los recursos disponibles, en un esfuerzo de no escalar la situación, si es seguro y razonable hacerlo”, señala la instrucción que será añadida al preámbulo de la política de utilización de la fuerza por parte del LAPD.

El jefe de la policía angelina, el comandante Charlie Beck apoyó las recomendaciones señalando que fueron acordados con la participación de la Liga Protectora de la Policía, que es el sindicato de los agentes de la ciudad.

“No sólo pienso que es una política bien pensada que producirá cambios en el uso de la fuerza en la práctica y en el entrenamiento, sino también creo que es un modelo de colaboración”, declaró hoy Beck al aprobarse la nueva medida.

Las acciones previas a la utilización de un arma por parte de un policía, serán tenidas en cuenta por la comisión para establecer si el uso de la fuerza estuvo justificado o no.

No obstante, activistas que han denunciado el abuso de la utilización de las armas por miembros de la policía de Los Ángeles, manifestaron su desagrado con la medida pues no ofrece más detalles de cómo lograr la disminución de la tensión en un caso y solamente está incluido en el preámbulo de la política sobre el tema.

El número de disparos por parte de los agentes en 2016 fue de 40, mientras que el 2015 subió a 48, según un informe del LAPD.

El año pasado, 19 personas murieron por balas disparadas por la policía en comparación con los 21 que murieron en 2015.