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 En la cinta de Pablo Larraín, la apuesta chilena al Oscar que llega al país este 16 de diciembre, Gael García Bernal da vida a Óscar Peluchonneau, el director de la policía de investigación de Chile a quien el presidente Gabriel González Videla elige para capturar al poeta laureado con el Premio Nobel, fugitivo por unirse al Partido Comunista a finales de las década de los cuarenta.
En la cinta de Pablo Larraín, la apuesta chilena al Oscar que llega al país este 16 de diciembre, Gael García Bernal da vida a Óscar Peluchonneau, el director de la policía de investigación de Chile a quien el presidente Gabriel González Videla elige para capturar al poeta laureado con el Premio Nobel, fugitivo por unirse al Partido Comunista a finales de las década de los cuarenta.
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NUEVA YORK – Gael García Bernal ve muy oportuno el estreno de “Neruda” en Estados Unidos, un país que cree podría beneficiarse de un poco de poesía, sobre todo tras la elección de Donald Trump como presidente.

“La poesía es de alguna forma desarticular para encontrar un bien común”, dijo el actor mexicano recientemente. “Y el discurso, cómo se lo podría llamar, post-neoliberal, que ganó las elecciones en Estados Unidos tiene todo menos poético”.

En la cinta de Pablo Larraín, la apuesta chilena al Oscar que llega al país este 16 de diciembre, García Bernal da vida a Óscar Peluchonneau, el director de la policía de investigación de Chile a quien el presidente Gabriel González Videla elige para capturar al poeta laureado con el Premio Nobel, fugitivo por unirse al Partido Comunista a finales de las década de 1940.

El director chileno parece haber emprendido una gesta heroica para destruir la cinta biográfica convencional. Ha convertido a “Neruda”, la historia de un poeta a la fuga, en una apasionante meditación sobre autoría.

“Este hombre sacaba un trozo de papel de su bolsillo y 10.000 trabajadores hacían silencio para escucharlo recitar poesía”, dice uno de los personajes del filme.

La afiliación comunista de Pablo Neruda lo convirtió en un enemigo del estado en el Chile de la posguerra, empujándolo al exilio en 1948.

Larraín nos presenta a Neruda (encarnado por el actor chileno Luis Gnecco) viviendo su vida como un senador comunista, un poeta y un completo bon vivant con su aristocrática esposa, Delia (Mercedes Morán). Es a la vez pomposo y encantador y hedonista y empático, pero salta a la vista lo desconectado que está de la gente sobre y para la cual escribe.

Cuando se emite una orden para su arresto, Pablo y Delia abandonan sus sofisticados caprichos, fiestas y amigos e intentan sobrevivir en condiciones más modestas. Pablo sale a escondidas de vez en cuando para mezclarse con prostitutas locales cuando no está escribiendo.

El rol de García Bernal

A su acecho está un oficial de policía, Óscar Peluchonneau (Gael García Bernal), un personaje inventado para la historia con el fin de hacerla más como una fábula. Aunque “Neruda” empieza un poco lenta, el ritmo se acelera con la llegada de Óscar.

Es un detective a la caza del exilado con una determinación mecánica, pero dentro de los confines de este género la historia logra abordar de manera profunda temas como la política, la autoría y el arte, mientras juega con la forma, el tono y la historia.

El actor ha dicho que uno de los elementos que más le gustaron del guion es que plantea cómo la política necesitaba de los artistas.

“Cómo no solo los artistas, cómo los intelectuales, la gente ilustrada, tiene que participar dentro de la política y tenemos que participar, todas las vetas digamos del pueblo tienen que participar dentro de la política, porque se necesita una discusión elevada, pasional también”, explicó García Bernal, y añadió que “la película de Neruda va a salir en un momento donde creo que es indudable que el comunismo y el socialismo … incorporan mucho más la poesía, van más de la mano porque hablan del bien común”.

Hay una gran conversación entre Óscar y Delia en un momento en el que ella le dice que apenas es un personaje secundario cuya vida y contexto son definidos por el hombre al que persigue. Larraín también le da a la persecución de Neruda una cualidad intencionalmente ficticia al usar proyecciones en la parte trasera del auto en escenas en las que Óscar aparece manejando.

De alguna manera esa tecnología cursi y anticuada lleva al espectador a una especie de trance en lugar de sacarlo de la trama.