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En sus dos décadas de existencia, el Museo de Arte Latinoamericano en Long Beach ha evolucionado desde una colección privada de arte mexicano a una colección mucho más inclusiva de obras de arte moderno y contemporáneo de artistas latinoamericanos dentro y fuera de Latinoamérica.

Su actual exhibición, “MOLAA at Twenty: 1996-2016”, sigue la progresión de una amplia gama de aspectos destacados de la colección permanente del museo, incluyendo pintura, grabado, fotografía y escultura.

Además de los pisos de madera, hay poca evidencia que el edificio que ahora alberga a MOLAA fue en algún momento el Hippodrome, una pista de patinaje construida en 1929.

Incluso hay menos evidencia que fue el hogar de la empresa pionera del cine Balboa Studios antes de eso.

Como un guiño al pasado, el show abre con un par de patines y videoclips de películas mudas, incluyendo “The Cook,” con Buster Keaton y “Fatty” Arbuckle, el cual incluye partes de The Pike, el parque acuático de diversiones de Long Beach que desapareció hace mucho tiempo. De allí, la exhibición avanza la historia hasta como un médico tomó un interés en el arte latinoamericano y fundó el museo después de construir un imperio de organizaciones de cuidado de la salud.

Años después del cierre de la pista de patinaje, el doctor Robert Gumbiner compró el edificio y lo convirtió en una instalación de cuidado para adultos mayores. Gumbiner fue el fundador de lo que eventualmente se convirtió en FHP International, una firma de cuidado de salud con instalaciones a través del oeste de los Estados Unidos y Guam.

Gumbiner, quien murió en el 2009, también viajó a Latinoamérica en varias ocasiones, incluyendo a Baja California, México, como miembro de la misión médica Flying Samaritans.

En sus viajes, se dio cuenta que habían muchos talentosos artistas latinoamericanos que eran muy conocidos en sus países de origen pero desconocidos en los Estados Unidos, comentó Edward Hayes Jr., curador de exposiciones para el museo.

Gumbiner empezó a recolectar arte mexicano y a mostrarlo en el centro de salud, creyendo que tendría un efecto curativo, según Hayes. El museo que Gumbiner fundó en 1996 fue una importante expansión para esa muestra.

“Él vio una oportunidad mayor aquí para un museo de arte”, comentó Hayes. “Su colección también había crecido mucho. El arte estaba acumulado por todas partes, y decidió que quería compartirlo con el público”.

Para este show, Hayes y el presidente de MOLAA, Stuart Ashman, revisaron la colección del museo de cerca de 1,600 obras y escogieron alrededor de 150 para presentar.

La colección de MOLAA se inclina a los artistas mexicanos. Pero en este show, el museo trató de incluir obras de cada continente y países del caribe latinoamericano, así como también de la diáspora latina en los Estados Unidos y otras partes.

El año pasado, MOLAA expandió su misión para incluir a artistas con raíces latinas que viven y trabajan fuera de Latinoamérica, incluyendo a artistas chicanos en los Estados Unidos, un grupo al que había excluido previamente.

Partiendo de obras destacadas en la colección de Gumbiner, la exhibición está organizada para explorar diferentes áreas de la colección del museo, como México, abstracción geométrica, Cuba contemporánea, grabados, fotografía contemporánea y nuevas adquisiciones.

“Dos personas atacadas por perros”, una obra sin fecha del pintor mexicano Rufino Tamayo, es un ejemplo que muestra el gusto de Gumbiner por obras figurativas que reflejan la cultura en la que fueron creadas. Esta muestra a un hombre y a una mujer, en forma cubista, escapando de perros con dientes afilados.

“Hay algo aquí que resonó con el doctor”, dijo Hayes. “En el simbolismo de Tamayo, el perro es, especialmente con esos dientes afilados, un símbolo de la corrupción”, ya sea de la policía o de funcionarios del gobierno.

Otros aspectos destacados del show incluyen algunas ilusiones ópticas y obras tridimensionales de artistas como Jesús Rafael Soto, cuya conocida obra “penetrable” en el Museo de Arte del Condado de Los Angeles invita a visitantes a caminar a través de un bosque de mangueras amarillas que cuelgan del techo.

También hay obras del artista venezolano Carlos Cruz-Diez que cambian de forma dependiendo del ángulo en que son observadas y “Pulsión Esotópica”, una obra del 2013 del artista argentino Christian MacEntyre.

Desde su fundación, uno de los hitos para el museo fue su expansión y renovación de 10 millones de dólares en el 2007 que incluyó una fachada más moderna y un jardín de esculturas de 15,000 pies cuadrados.

Pero el alcance de la expansión, para incluir a artistas latinoamericanos fuera de Latinoamérica y mexicano estadounidenses, o chicanos, también fue un gran paso, según Hayes. Desde que sucedió, la asistencia al museo ha aumentado notablemente, así como también donaciones importantes de arte chicano, dijo.

La primera donación mayor después del cambio fue la serie “Magazines”, del artista estadounidense Ramiro Gómez Jr. En anuncios brillantes de revistas de lujo, Gómez pintó a trabajadores domésticos inmigrantes barriendo un piso, limpiando la piscina y recogiendo uvas en un viñedo para enfatizar el punto que estos trabajadores a menudo son invisibles pero no obstante, parte de la escena.

La inmigración y la experiencia inmigrante serán enfoque de nuevas adquisiciones, según Hayes.

“Migrar es siempre cuestión de espacio”, del artista salvadoreño Walterio Iraheta, es un ejemplo. Se trata de un grupo de fotos de objetos dejados a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, tomados como retratos individuales – una cuchara de plástico, un zapato viejo, una botella de plástico descolorida y un peine polvoriento. Éstas son huellas de la migración humana.

“Este es el camino adelante, atar narrativas de la experiencia inmigrante y darnos cuenta que es parte de la historia estadounidense”, comentó. “Esto es el arte moderno y contemporáneo latinoamericano que tiene algo que decir sobre la experiencia estadounidense”.