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PERFIL: Entrenador de Newport Harbor es parte luchador y parte ‘susurrador’ de orquídeas

  • El entrenador de lucha libre, Michael Miranda de 46 años,...

    El entrenador de lucha libre, Michael Miranda de 46 años, vistiendo su chaqueta ‘letterman’ de la Preparatoria Los Altos, también cultiva cientos de orquídeas junto a una variedad de plantas tropicales en el patio de su casa en Costa Mesa.

  • Las plantas de Michael Miranda crean el equilibrio con su...

    Las plantas de Michael Miranda crean el equilibrio con su trabajo como entrenador de luchadores en la Preparatoria Newport Harbor.

  • Un letrero señala al visitante que está en el jardín...

    Un letrero señala al visitante que está en el jardín de Michael Miranda.

  • El patio de Michael Miranda en Costa Mesa cuenta con...

    El patio de Michael Miranda en Costa Mesa cuenta con cientos de variedades de orquídeas.

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Lo llamaban “el general venezolano”.

La intimidación empezaba incluso antes de que Michael Miranda caminara sobre la alfombra y se pusiera en postura de luchador. Él acechaba el gimnasio vistiendo su chaqueta ‘letterman’ azul y blanca de la promoción del ’86 de la Preparatoria Los Altos, el pecho cubierto con sus medallas.

El cascabeleo alteraba los nervios de algunos.

“Era una fiera”, dice Abraham Miranda, otro de los tres hermanos Miranda que practicaban la lucha libre. “Podía hacerte daño”.

Y, a los 46 años, todavía puede hacer daño.

La chaqueta ‘letterman’ aún luce imponente en el musculoso cuerpo de Miranda de 5 pies 5 pulgadas, 175 libras, como lucía hace 30 años cuando compitió en la categoría de 148 libras. Algunas veces viste la chaqueta para el gozo de los jóvenes luchadores que instruye como entrenador a tiempo parcial en la Preparatoria Newport Harbor.

Pero las descripciones de la agresividad de Miranda parecen falsas y sin fundamento cuando estás de pie junto a él ante el paisaje tropical que ha cultivado en la última década en el patio trasero de la casa que renta en Costa Mesa.

En este entorno sereno, el entrenador de lucha libre se parece más a San Francisco de Asís.

“La lucha libre dura y difícil estuvo presente en toda mi vida. La lucha libre es cruel”.

“Esto”, añade, mirando a su jardín, “es la paz”.

La lucha libre y la jardinería son el yin y el yang en la vida de Miranda.

Miranda es uno de los miembros más jóvenes de la sociedad, Newport Harbor Orchid Society, a la que se unió hace 10 años. Ahora es parte de su junta de directores.

El mes pasado, celebró un banquete de la sociedad de orquídeas en su patio. Este mes, estuvo ayudando a la preparación para el Festival de verano de plantas exóticas y orquídeas, programado del 22-24 de agosto en el Westminster Mall.

Después sigue la fiesta anual de fin de verano que organiza para su familia, amigos y sus tres compañeros de vivienda. El césped será pisoteado por los peatones y los bailadores, pero él le brinda a sus plantas una gentil advertencia.

“Les digo a las plantas: ‘las van a pisotear. Habrán niños corriendo por todos lados. Puede ser que las lastimen, pero no se preocupen, yo las sanaré’”.

ELEMENTOS DEL PARAÍSO

Miranda tiene más de 200 orquídeas, una visión colorida cuando florecen en la primavera en medio de un jardín lleno de enredaderas e hibiscos, suculentas y jengibre, un pájaro del paraíso amarillo y una champaca con flores blancas.

Los colibríes toman el néctar de las flores hoya que crecen a lo largo de la parte más vulnerable del patio cubierto, donde decenas de plantas colgantes se mecen como largas barbas blancas.

Plantas plumería con un aroma dulce crecen en la parte delantera y trasera, y en el techo coloca esquejes envasados en botellas de plástico para que no se mojen antes que las raíces puedan desarrollarse plenamente (de lo contrario morirían). Él sortea los esquejes en sus fiestas.

Él no utiliza pesticidas. En su lugar, controla las plagas con mucha atención y plantas carnívoras. Cuando las ratas allanaron el aviario, utilizó tela metálica reforzada para mantenerlas fuera —sin veneno o trampas.

El patio de Miranda, dice Phil Duke, un colega miembro de la sociedad, Newport Harbor Orchid Society, es el mejor de entre los 150 miembros del club.

“Pareciera que tuviera un pedazo del paraíso en Costa Mesa”, dijo Duke. “Estoy en Hawái ahora mismo, y no tienen nada que envidiarle a Mike. Él tiene casi todo lo que puedes encontrar allá”.

Si le preguntas a Miranda cuántas variedades de plantas tiene en su patio, se frota la barbilla, y piensa detenidamente.

“¡Ay, Dios!, ¿cuántas variedades?…cientos”.

LA RAÍZ DE TODO

Miranda creció en una casa en Hacienda Heights con otros 10 niños. Él cuenta que era “el consentido de mamá”, por lo tanto a menudo estaba al lado de su madre, aprendiendo a cocinar, ir de compras y ayudando a limpiar la casa.

“Siempre hacía todo lo que me pedía mi madre”.

Los chicos de la familia también tenían que hacer labores de jardinería: sacar la maleza, cortar el césped y barrer las hojas con un rastrillo.

Pero, en ese entonces, a él no le gustaba la jardinería. Lo que le llama la atención, a partir del segundo grado, era la lucha libre. Tenía 8 años. Él y Abraham, un año mayor y en una categoría de peso diferente, se convirtieron en los mejores luchadores en sus equipos de la preparatoria y la universidad.

En la secundaria, el equipo nacional de Estados Unidos los seleccionó para entrenar en las instalaciones de Kentucky, explicó Miranda. Pero eso hubiera significado separarse de su familia.

“Me gustaba la lucha libre, pero no para tanto”.

Su otra pasión cuando creció era el arte. Él era el único de la familia que podía dibujar, y a menuda creaba las tarjetas de cumpleaños de todos.

Miranda pensó en cierta ocasión utilizar su talento artístico para convertirse en arquitecto, pero lo desanimó la cantidad de trabajo en computadora una vez en la universidad.

Recuerda que pensó: “Esto no es lo que quiero ser; para mí esto no es arte”.

Al día de hoy, no es dueño de una computadora. Se gana la vida como repartidor para el negocio de muchos años de la familia, Far West Meats, con sede en el condado de San Bernardino.

Su interés por la jardinería surgió entre sus 30-35 años. Sus hermanas eran fan de las pinturas bucólicas de Thomas Kinkade, y le pidieron a Miranda que creara algo similar para ellas. Eso lo llevó a investigar las flores y las plantas, y esa investigación se convirtió en su obsesión.

Empezó a coleccionar plantas tropicales. Su historia de amor con las orquídeas se remonta al año 2000, cuando visitó un vivero de Newport Beach para comprarle a su mamá una orquídea para el Día de la Madre.

Cuando asistió al show Fascinación por las Orquídeas en South Coast Plaza, Miranda quedó enganchado con los miles de variedades, colores y olores. Mató a varias orquídeas antes de unirse a la sociedad de la orquídea y encontrar mentores.

“Cuando encuentro algo que realmente me gusta”, dice, “me voy de largo”.

EL EQUILIBRIO EN ACCIÓN

Más allá de la naturaleza impresionante en su jardín, está la creatividad.

El sonido suave del agua corriendo está siempre presente – en numerosas fuentes que él diseñó, un estanque koi de 200 galones, y un río artificial de 300 pies de largo lleno de plantas acuáticas.

El trabajo diario de Miranda se cruza con su vocación: almacena el agua de lluvia para regar su jardín, utiliza más de una docena de barriles de 55 galones, que en algún momento fueron utilizados para empacar embutidos. Enterró otro barril y lo conectó para regar fertilizante a las plantas.

El aviario que él construyó es el hogar de 25 variedades de aves: pinzones, codornices, palomas, tejedor anaranjado y obispo cola de abanico. Las aves están representadas y descritas en el libro “Libro de aves”, escrito a mano que se encuentra cerca en una caja de bambú.

Él construyó el invernadero con bambú y paneles de iluminación que dejan pasar la luz y mantienen los rayos ultravioleta fuera. Durante el invierno la calienta con calor que llega por medio de un canal conectado a una chimenea que en se encuentra en un agujero de 7 metros de profundidad que cavó detrás del invernadero.

“Esto es algo así como un museo, un zoológico y un jardín botánico mezclados”, explica.

Los estudiantes que visitan su jardín suelen sorprenderse, dice.

“Me dicen: ‘pensábamos que era solo un entrenador, un entrenador de lucha libre’”. Yo les respondo: ‘soy mucho más que eso. Encuentren su yin y yang’”.