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La crisis de adicción a los opioides ha llevado a un menor uso de fármacos como la oxicodona, el fentanilo y la hidrocodona, en particular para pacientes con dolor crónico, que reciben cada vez menos analgésicos adictivos y más órdenes para acupuntura, fisioterapia, masaje e incluso yoga.
La crisis de adicción a los opioides ha llevado a un menor uso de fármacos como la oxicodona, el fentanilo y la hidrocodona, en particular para pacientes con dolor crónico, que reciben cada vez menos analgésicos adictivos y más órdenes para acupuntura, fisioterapia, masaje e incluso yoga.
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La crisis de adicción a los opioides ha llevado a un menor uso de fármacos como la oxicodona, el fentanilo y la hidrocodona, en particular para pacientes con dolor crónico, que reciben cada vez menos analgésicos adictivos y más órdenes para acupuntura, fisioterapia, masaje e incluso yoga.

Aquellos de ustedes que han experimentado dolor, especialmente ese dolor corrosivo, crónico, saben que afecta la felicidad, la perspectiva y la capacidad para funcionar.

En los últimos dos años, el tratamiento del dolor crónico ha sufrido una dramática transformación, a medida que la adicción a los opioides continúa aumentando -y arruinando- vidas.

Muchos médicos de atención primaria ya no recetan generosamente analgésicos opioides como la oxicodona, el fentanilo y la hidrocodona para el dolor de espalda, las migrañas y otras enfermedades crónicas. En su lugar, recurren cada vez más a medicamentos alternativos y opciones no farmacológicas como la acupuntura y la fisioterapia.

“La mayoría de los médicos de atención primaria tienen miedo de tratar el dolor debido a la reacción negativa en contra de los opioides”, dijo Michael McClelland, abogado de salud en Rocklin, California, y ex jefe de aplicación del Departamento de Atención Médica Administrada del estado.

Como resultado, “va a ser más difícil para las personas con dolor genuino obtener los medicamentos que puedan necesitar”, afirmó.

Anita A., quien pidió que su nombre completo no se usara para proteger la privacidad de su familia, dijo que eso le sucedió a su padre, Fred, cuando se mudó de Maryland a la zona de Sacramento, en noviembre.

Su padre, de 78 años, sufre de un dolor de espalda que dos cirugías no lograron aliviar. Durante más de una década, tomó medicamentos opioides bajo la supervisión de especialistas en dolor de Maryland. El hombre ha intentado “todas las otras medicinas”, además de acupuntura, inyecciones de bloqueo nervioso y más, pero los opioides funcionaron mejor para controlar su dolor, explicó la hija.

“No toma más de lo que necesita y no está buscando tomar más”, explicó Anita.

Pero en California, dos especialistas en dolor se negaron a ver a su padre, argumentando que su caso era demasiado complejo. Finalmente, un médico de atención primaria lo remitió a otro especialista en dolor, que lo vio en enero, tres meses después que comenzara la búsqueda.

“Es frustrante”, dijo Anita. “Tienes la sensación de que están mirando a todos como potenciales adictos”.

Hace un año, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) lanzaron nuevas directrices para médicos de atención primaria que prescriben analgésicos para el dolor crónico. Las guías recomiendan que los médicos prescriban primero medicamentos no opioides, como el ibuprofeno y el acetaminofeno, e instan a intentar tratamientos no farmacológicos como la fisioterapia. No se aplican a los pacientes que reciben atención para cáncer, cuidados paliativos o del final de la vida.

Cuando los opioides se utilizan para el dolor agudo, como el causado por una lesión, las pautas indican que los médicos prescriban la dosis efectiva más baja durante el menor tiempo posible, en general tres días.

En California, una base de datos estatal conocida como CURES registra las recetas de opioides. El año pasado, el gobernador Jerry Brown firmó una ley que requiere a los que recetan estos analgésicos revisar la base de datos para ver si sus pacientes han recibido esta medicación de otros doctores.

Algunos estados también han tomado medidas para frenar la prescripción excesiva de opioides, dice el doctor Steven Stanos, especialista en manejo del dolor en Seattle y presidente de la Academia Americana de Medicina del Dolor.

Por ejemplo, el estado de Washington emitió sus propias pautas de prescripción años antes de que los CDC lo hicieran, explicó.

“Hubo una resistencia incluso antes de las directrices de los CDC, pero las directrices de los CDC trajeron este tema a nivel nacional”, dijo Stanos. “Los médicos y los hospitales son mucho más cuidadosos acerca de cómo prescriben, y a quién”.

Los opioides son altamente adictivos, y con el tiempo los pacientes necesitan dosis más altas para lograr el mismo alivio del dolor porque sus cuerpos desarrollan una tolerancia a los medicamentos.

“No tenemos ninguna evidencia que apoye el uso de la terapia diaria con opioides más allá de los tres meses para el dolor crónico y sin cáncer”, dijo la doctora Ramana Naidu, anestesista y especialista en manejo del dolor en la Universidad de California en San Francisco.

El uso a largo plazo también viene con una gama de efectos secundarios posibles y desagradables: estreñimiento, confusión, testosterona baja, dificultad para orinar, huesos debilitados y más. Y en un giro   inesperado, los opiáceos también pueden hacer que los pacientes sean más sensibles al dolor.

En algunas circunstancias específicas y en una dosis baja, los opiáceos pueden ser utilizados a largo plazo para condiciones crónicas cuando “los pacientes tienen una mejor calidad de vida y mejor funcionalidad, sin efectos secundarios y sin preocupaciones por mal uso, abuso o adicción”, explicó Naidu. Pero en esos casos, exige que sus pacientes tomen “vacaciones” de los opioides cada dos o cuatro meses.

Como recomiendan las pautas de los CDC, ahora los especialistas en dolor están buscando medicamentos no opioides, además de una variedad de tratamientos no farmacológicos para ayudar a los pacientes con dolor crónico. Estos incluyen acupuntura, masajes, yoga y visitas a psicólogos del dolor.

Penney Cowan, fundadora y CEO de la American Chronic Pain Association, con sede en Rocklin, California, se preocupa de que algunos médicos no estén tratando a sus pacientes como individuos con necesidades únicas. Cowan está escuchando de los miembros cuyos médicos de atención primaria simplemente se niegan a volver a recetar opiáceos.

“Los médicos tienen miedo”, dijo. “No es bueno que se le esté suspendiendo la medicación a mucha gente.”

Liz Helms, presidente y CEO de la California Chronic Care Coalition, cree que algunas personas con dolor crónico deben ser capaces de recibir opioides, siempre y cuando su uso sea manejado cuidadosamente por los médicos.

“Esa relación médico-paciente es clave para asegurar que alguien esté libre de dolor para que pueda funcionar”, dijo Helms. “Quitarle a la gente un medicamento para el dolor que les permite trabajar y vivir con una buena calidad de vida no tiene excusas”.

Si termina en el medio de una situación así y con dolor, tengo algunas sugerencias:

Sea honesto con su médico y haga preguntas. Si su médico quiere que usted deje de tomar opioides, pídale que le explique cómo planea reducir su consumo.

Si usted no ha visto ya a un especialista en manejo del dolor, pida una orden.  Cowan sugiere hablar también con su farmacéutico. “Los farmacéuticos son los más accesibles de todos”, dijo. “No pueden recetar, pero pueden proporcionar información útil sobre los medicamentos”.

Mire la sección “Pain Management Tools” (herramientas para el manejo del dolor) en el sitio de internet de la American Chronic Pain Association (https://theacpa.org) para más recursos, o llame al 800-533-3231. Pregunte por los grupos de apoyo. 

  La Academia Americana de Medicina del Dolor ofrece una lista de organizaciones para personas con dolor en www.painmed.org/patientcenter/. Entre las organizaciones está la U.S. Pain Foundation, que también provee enlaces a docenas de otros grupos que pueden ayudar. 

En California, puede llamar a la California Chronic Care Coalition al 916-444-1985 o visitor su sitio de internet My Patient Rights en el portal www.MyPatientRights.org. 

Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorialmente independiente de la Kaiser Family Foundation.

Aquellos de ustedes que han experimentado dolor, especialmente ese dolor corrosivo, crónico, saben que afecta la felicidad, la perspectiva y la capacidad para funcionar.

En los últimos dos años, el tratamiento del dolor crónico ha sufrido una dramática transformación, a medida que la adicción a los opioides continúa aumentando -y arruinando- vidas.

Muchos médicos de atención primaria ya no recetan generosamente analgésicos opioides como la oxicodona, el fentanilo y la hidrocodona para el dolor de espalda, las migrañas y otras enfermedades crónicas. En su lugar, recurren cada vez más a medicamentos alternativos y opciones no farmacológicas como la acupuntura y la fisioterapia.

“La mayoría de los médicos de atención primaria tienen miedo de tratar el dolor debido a la reacción negativa en contra de los opioides”, dijo Michael McClelland, abogado de salud en Rocklin, California, y ex jefe de aplicación del Departamento de Atención Médica Administrada del estado.

Como resultado, “va a ser más difícil para las personas con dolor genuino obtener los medicamentos que puedan necesitar”, afirmó.

Anita A., quien pidió que su nombre completo no se usara para proteger la privacidad de su familia, dijo que eso le sucedió a su padre, Fred, cuando se mudó de Maryland a la zona de Sacramento, en noviembre.

Su padre, de 78 años, sufre de un dolor de espalda que dos cirugías no lograron aliviar. Durante más de una década, tomó medicamentos opioides bajo la supervisión de especialistas en dolor de Maryland. El hombre ha intentado “todas las otras medicinas”, además de acupuntura, inyecciones de bloqueo nervioso y más, pero los opioides funcionaron mejor para controlar su dolor, explicó la hija.

“No toma más de lo que necesita y no está buscando tomar más”, explicó Anita.

Pero en California, dos especialistas en dolor se negaron a ver a su padre, argumentando que su caso era demasiado complejo. Finalmente, un médico de atención primaria lo remitió a otro especialista en dolor, que lo vio en enero, tres meses después que comenzara la búsqueda.

“Es frustrante”, dijo Anita. “Tienes la sensación de que están mirando a todos como potenciales adictos”.

Hace un año, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) lanzaron nuevas directrices para médicos de atención primaria que prescriben analgésicos para el dolor crónico. Las guías recomiendan que los médicos prescriban primero medicamentos no opioides, como el ibuprofeno y el acetaminofeno, e instan a intentar tratamientos no farmacológicos como la fisioterapia. No se aplican a los pacientes que reciben atención para cáncer, cuidados paliativos o del final de la vida.

Cuando los opioides se utilizan para el dolor agudo, como el causado por una lesión, las pautas indican que los médicos prescriban la dosis efectiva más baja durante el menor tiempo posible, en general tres días.

En California, una base de datos estatal conocida como CURES registra las recetas de opioides. El año pasado, el gobernador Jerry Brown firmó una ley que requiere a los que recetan estos analgésicos revisar la base de datos para ver si sus pacientes han recibido esta medicación de otros doctores.

Algunos estados también han tomado medidas para frenar la prescripción excesiva de opioides, dice el doctor Steven Stanos, especialista en manejo del dolor en Seattle y presidente de la Academia Americana de Medicina del Dolor.

Por ejemplo, el estado de Washington emitió sus propias pautas de prescripción años antes de que los CDC lo hicieran, explicó.

“Hubo una resistencia incluso antes de las directrices de los CDC, pero las directrices de los CDC trajeron este tema a nivel nacional”, dijo Stanos. “Los médicos y los hospitales son mucho más cuidadosos acerca de cómo prescriben, y a quién”.

Los opioides son altamente adictivos, y con el tiempo los pacientes necesitan dosis más altas para lograr el mismo alivio del dolor porque sus cuerpos desarrollan una tolerancia a los medicamentos.

“No tenemos ninguna evidencia que apoye el uso de la terapia diaria con opioides más allá de los tres meses para el dolor crónico y sin cáncer”, dijo la doctora Ramana Naidu, anestesista y especialista en manejo del dolor en la Universidad de California en San Francisco.

El uso a largo plazo también viene con una gama de efectos secundarios posibles y desagradables: estreñimiento, confusión, testosterona baja, dificultad para orinar, huesos debilitados y más. Y en un giro   inesperado, los opiáceos también pueden hacer que los pacientes sean más sensibles al dolor.

En algunas circunstancias específicas y en una dosis baja, los opiáceos pueden ser utilizados a largo plazo para condiciones crónicas cuando “los pacientes tienen una mejor calidad de vida y mejor funcionalidad, sin efectos secundarios y sin preocupaciones por mal uso, abuso o adicción”, explicó Naidu. Pero en esos casos, exige que sus pacientes tomen “vacaciones” de los opioides cada dos o cuatro meses.

Como recomiendan las pautas de los CDC, ahora los especialistas en dolor están buscando medicamentos no opioides, además de una variedad de tratamientos no farmacológicos para ayudar a los pacientes con dolor crónico. Estos incluyen acupuntura, masajes, yoga y visitas a psicólogos del dolor.

Penney Cowan, fundadora y CEO de la American Chronic Pain Association, con sede en Rocklin, California, se preocupa de que algunos médicos no estén tratando a sus pacientes como individuos con necesidades únicas. Cowan está escuchando de los miembros cuyos médicos de atención primaria simplemente se niegan a volver a recetar opiáceos.

"Los médicos tienen miedo", dijo. "No es bueno que se le esté suspendiendo la medicación a mucha gente.”

Liz Helms, presidente y CEO de la California Chronic Care Coalition, cree que algunas personas con dolor crónico deben ser capaces de recibir opioides, siempre y cuando su uso sea manejado cuidadosamente por los médicos.

“Esa relación médico-paciente es clave para asegurar que alguien esté libre de dolor para que pueda funcionar”, dijo Helms. “Quitarle a la gente un medicamento para el dolor que les permite trabajar y vivir con una buena calidad de vida no tiene excusas”.

Si termina en el medio de una situación así y con dolor, tengo algunas sugerencias:

Sea honesto con su médico y haga preguntas. Si su médico quiere que usted deje de tomar opioides, pídale que le explique cómo planea reducir su consumo.

Si usted no ha visto ya a un especialista en manejo del dolor, pida una orden.  Cowan sugiere hablar también con su farmacéutico. “Los farmacéuticos son los más accesibles de todos”, dijo. “No pueden recetar, pero pueden proporcionar información útil sobre los medicamentos”.

Mire la sección “Pain Management Tools” (herramientas para el manejo del dolor) en el sitio de internet de la American Chronic Pain Association (https://theacpa.org) para más recursos, o llame al 800-533-3231. Pregunte por los grupos de apoyo.

  La Academia Americana de Medicina del Dolor ofrece una lista de organizaciones para personas con dolor en www.painmed.org/patientcenter/. Entre las organizaciones está la U.S. Pain Foundation, que también provee enlaces a docenas de otros grupos que pueden ayudar.

En California, puede llamar a la California Chronic Care Coalition al 916-444-1985 o visitor su sitio de internet My Patient Rights en el portal www.MyPatientRights.org.

Esta historia fue producida por Kaiser Health News, un programa editorialmente independiente de la Kaiser Family Foundation.