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Madrid.- Guardadas desde 1909 en la casa del pintor Joaquín Sorolla, que las recibió como regalo, la Casa de América de Madrid expone por primera vez 32 fotografías tomadas hacia 1860 por el estadounidense Carleton Watkins que muestran la grandiosidad de Yosemite (EE.UU.) en un delicado blanco y negro.

Con la impresionante nitidez que dan las copias por contacto, sin ampliación, y la compleja técnica del colodión húmedo, las imágenes eran un intento de Archer Milton Huntington, fundado de la Hispanic Society de Nueva York, de convencer a Sorolla para que pintara los paisajes americanos.

No lo logró pese a que otras imágenes de la misma serie realizada por Watkins sirvieron para que el presidente de Estados Unidos Abraham Lincoln, decidiera declarar Yosemite (California) Parque Nacional e iniciar así la política conservacionista estadounidense, explicó a Efe el comisario de la muestra, Mario Fernández Albarés.

Una serie fotográfica de Yosemite que es icónica para los americanos y a la que ahora se añaden estas imágenes que habían quedado durmiendo entre el vasto archivo de Sorolla, que está siendo clasificado desde hace seis años.

Eso permitió montar una exposición en el Museo Sorolla de Madrid con las imágenes más familiares del pintor, a la que ahora se une “Watkins, el paisaje de Estados Unidos en la colección fotográfica de Sorolla” en Casa de América, una muestra abierta desde hoy y hasta el 20 de julio.

Y que se ha hecho coincidir además con la gran muestra que el Museo del Prado dedica a los tesoros de la Hispanic Society.

Porque las fotografías que Hungtinton regaló a su amigo Sorolla son una muestra más de la cercana relación entre el fundador de la Hispanic y el pintor español, al que sin embargo no consiguió convencer para que plasmara en sus cuadros el paisaje californiano.

Un paisaje que Watkins captó en un tamaño inusual para la época, conocido como ‘mamut’, de 45×56 centímetros, lo que obligaba a Watkins a desplegar un aparatoso y pesado equipaje para realizar las fotos.

Las placas debían revelarse inmediatamente después de tomar las fotos y hacerlo con un negativo del mismo tamaño que el positivo, por lo que el laboratorio ambulante que había que transportar era de un tamaño impensable hoy en día.

Entre 500 y 1.000 kilos de material, calcula Fernández Albarés, para quien la riqueza de los matices de las fotografías de Watkins reside precisamente en su técnica, en el hecho de que ni la máquina tenía zoom, ni se usaba ampliadora para positivar a la albúmina las imágenes.

Una técnica que se puede estudiar muy bien con las fotografías expuestas -algunas por duplicados en dos copias positivadas de forma diferente- y que se conservaron de manera ejemplar en el archivo de Sorolla durante más de 100 años.

El sendero Mariposas, las cúpulas, la catarata Nevada, el Velo de la Novia o la columna Washington son algunos de los rincones de Yosemite que aparecen en las fotografías de Watkins, además de vistas de la ciudad minera de Nueva Almaden o una de las primeras imágenes que se conservan de San Francisco.

Unas fotografías que demuestran la calidad de un fotógrafo que sin embargo murió en la miseria y casi ciego, que había vendido su estudio y cuyas imágenes fueron copiadas y vendidas en muchas ocasiones sin siquiera mencionar su autoría.