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    Esta foto de archivo del 25 de junio 2014, muestra a un grupo de inmigrantes en Texas, provenientes de Honduras y de El Salvador.

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    El aumento de los menores no acompañados y mujeres con hijos que migran desde América Central ha puesto su atención en las organizaciones de tráfico de décadas de antigüedad.

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Paradójicamente Centroamérica durante el tiempo que vivió luchas intestinas obligó a sus habitantes a tener que buscar refugio fuera de sus fronteras y ver cómo caían sus seres queridos ahora – 30 años después – la delincuencia, la profundización de la desigualdad social, la pobreza y corrupción, los vuelve a empujar a buscar una solución en otros países, fundamentalmente en los Estados Unidos, y ver como otra vez pierden la vida sus familiares a manos del hampa.

En resumen, los países centroamericanos en apariencia no han podido superar los serios problemas políticos relacionados con sistemas de partidos antidemocráticos, sociedades civiles débiles e instituciones políticas frágiles. El sistema judicial del área carece de la capacidad para hacer cumplir las leyes; las cortes son cada día más vulnerables a sobornos, la policía no está bien pagada, ni adiestrada y la sociedad civil desconfía profundamente de sus estructuras gubernamentales.

Luego de la firma de los acuerdos de “Esquipulas”, los cuales ponían fin a los conflictos armados que se presentaron en diversas naciones del istmo durante los 70”s y 80”s, y con el objetivo fundamental de “promover la reconciliación nacional, el final de las hostilidades, la democratización, las elecciones libres, el término de toda asistencia para las fuerzas militares irregulares, negociaciones sobre el control de armas y la asistencia a los refugiados”, muchas cosas no han cambiado.

El legendario guerrillero Edén Pastora, conocido como el “Comandante Cero” – quien participó con igual protagonismo en la guerrilla sandinista como en la Contra en Nicaragua – aseguró en una entrevista de prensa: “¿Erradicado el germen de la guerra? no lo sé; en política todo es posible y más en una región donde heredamos los vicios del andaluz y la indolencia del indio. La guerra es un fantasma cuando los problemas siguen siendo el hambre, la pobreza y la insalubridad, sumado al problema de siempre: la corrupción”.

América central ocupa tan sólo el 2.7 por ciento de la superficie de América latina, sin embargo, engloba al 7.2 por ciento de su población, alrededor de 42 millones de personas; esto implica que se trata de una región con una creciente densidad poblacional que alcanza una media de 84.04 habitantes por kilómetro cuadrado, estando muy por encima de la media latinoamericana que es de 31.57.

El país de mayor población es el Salvador, con 298.42 hab/km, siendo el país más pequeño representa apenas el 4 por ciento de la superficie de Centroamérica y el tercero más poblado.

“La región cambió el conflicto armado por desafíos relacionados con la falta de oportunidades. La pobreza afecta a más de la mitad de los centroamericanos, las reformas democráticas deben profundizarse y la lucha armada la hemos sustituido por una región muy violenta, donde tres países conocidos como el “Triángulo del Norte”: Honduras, El Salvador y Guatemala tienen una tasa de homicidios de 40 por cada 100 mil habitantes”, es el retrato que relata a los medios de comunicación el politólogo Luis Alberto Cordero, quien está a cargo del proceso de consultas de la “Fundación Arias.”

A pesar de que el istmo ha logrado un crecimiento económico que en promedio supera el 6%, se tiene un grave problema; el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, la “liberación” de las mercancías, no han logrado disminuir en nada la enorme brecha entre ricos y pobres, los rezagos que tenían los países durante sus conflictos bélicos se mantienen porque las políticas de redistribución no han sido efectivas, la presencia de las grandes trasnacionales que desean mantener sus privilegios siguen casi intactos, y eso es uno de los retos que deben asumir, fundamentalmente los países del llamado “triángulo del norte”.

Sin embargo existen dos problemas más que afectan seriamente a la región: el narcotráfico, marcado por un creciente consumo en Estados Unidos, y el aumento desmedido de las pandillas, lideradas por las conocidas Mara Salvatrucha 13 y la Mara 18, ésta última nacida en la calle 18 de Los Ángeles, California.

Aun cuando algunas cifras oficiales calculan que existen entre 50 mil y 60 mil jóvenes que conforman estos grupos violentos, integrados en sus inicios por exguerrilleros, exmilitares y delincuentes (fundamentalmente provenientes de El Salvador y Guatemala) quienes fueron deportados desde México, pero en particular de Estados Unidos, las diversas organizaciones internacionales sin fines de lucro ONG’S, calculan que pueden llegar hasta 200 mil quienes han transferido sus condiciones de marginalidad, violencia, delincuencia y supervivencia, aprendidas y desarrolladas en esos países y hoy constituyen un grave problema de seguridad nacional e internacional.

Durante la última década, las pandillas y, particularmente las maras, se han convertido en grupos que asesinan, extorsionan y, lo más grave, que muchos de ellos están implicados en el tráfico de drogas. Centroamérica se ha convertido en puente clave del paso de estupefaciente con más del 80 por ciento de la cocaína que circula entre los países productores andinos y los países consumidores del Norte, reitero particularmente los Estados Unidos.

En opinión de los expertos, la fragilidad institucional es la clave del problema centroamericano, y su paradigma es Honduras, el país más violento del mundo en 2011 con 92 asesinatos por cada 100 mil habitantes, según datos de la ONU.

“Es una sociedad tremendamente desigual en la que el Estado no se ha hecho valer sobre los intereses de las oligarquías”, dice el sociólogo mexicano Rubén Aguilar.

La ONG Transparencia Internacional situó a Honduras como el país más corrupto de Centroamérica, a su vez el gobierno de Estados Unidos lo ha calificado como el “aeropuerto de la mafia”, ya que ocho de cada 10 aviones que salen de Colombia o Venezuela cargados de cocaína, aterrizan en pistas clandestinas de su costa caribeña, en zonas como La Mosquitia o La Ceiba, para luego seguir la ruta hacia Norteamérica y Europa.

Sin duda América Central, particularmente los países del “triángulo del norte” que paradójicamente son los principales impulsores de un proyecto de integración, afrontan el urgente desafío de desmontar un círculo de violencia, pobreza y corrupción, sin sufrir nuevamente las consecuencias de guerras que se suponen han sido superadas; en caso contrario, la democracia y la gobernabilidad se encuentran en grave riesgo.

En nuestro próximo artículo veremos el efecto que ha tenido en dichos países la “dependencia” del envío de dinero del exterior y cómo ha afectado sus estructuras sociales y políticas.

Si desean hacer algún comentario al respecto nos pueden contactar en apradillo@cimadesigns.com

Agustín E. Pradillo ha sido Consejero de Prensa en embajadas y consulados de México. Es periodista y especialista en temas de asuntos de hispanos.