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Fue un ataque brutal. No habían dado las 3 de la madrugada, cuando un grupo de cinco hombres armados y encapuchados se metieron a una casa de alquiler para turistas en Acapulco. Robaron y amarraron con cables de celulares y cordones de trajes de baño a siete turistas españoles, y luego procedieron a violar a las seis mujeres, también españolas, que los acompañaban.

El ataque duró poco más de dos horas, y tuvo como consecuencia que el mundo recordara una vez más que nadie está seguro en México, ni siquiera en este destino idílico.

El día anterior el alcalde de Acapulco, Luis Walton, se había levantado de buenas. Le habían informado que el domingo la ocupación hotelera en la zona turística había superado el 93 por ciento, y así lo tuiteó. “AcapulcoPUEDE”, presumió.

Pasarían sólo unas horas para demostrar que, en realidad, Acapulco no puede. Acapulco es la segunda ciudad más violenta del mundo, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal. El año pasado hubo 1,170 homicidios en el puerto. Sólo San Pedro Sula es más peligrosa; Caracas es la tercera más violenta.

El alcalde de Acapulco, desde luego, no quería que las violaciones afectaran al turismo. Tenía claras sus prioridades. Y por eso, torpemente, declaró: “Bueno, esto sucede en cualquier parte del mundo”.

Su intento de restar importancia al terrible crimen, menospreciando el trauma que habían sufrido las víctimas, no dio resultado. Sus declaraciones fueron criticadas por estúpidas, insensibles y falsas en Twitter y Facebook. Al poco tiempo, Walton se disculpó en los medios de comunicación. Pero el daño ya estaba hecho.

No, no es cierto que esto “sucede en cualquier parte del mundo”. Hace años que no se reporta la violación de seis extranjeras en otra parte del mundo.

“Habla bien de Aca”, dice un famoso eslogan para promocionar el turismo en el puerto más conocido (y violento) de México. Pero no se puede hablar bien de Acapulco cuando, claramente, la criminalidad está fuera de control, cerrando centros nocturnos y restaurantes y poniendo en peligro la vida de residentes y turistas. Esa es la realidad.

Hablaremos bien de Acapulco cuando ahí dejen de matar gente y de violar turistas. La impunidad es lo que reina en el puerto y ni el alcalde, ni el gobernador de Guerrero han logrado cambiar nada.

Lo interesante es que este incidente en particular, y los cientos de muertes que siguen ocurriendo en el resto de México, no han salpicado todavía al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Todavía.

He estado revisando las cifras (y la nota roja) y no hay ningún cambio – ninguno – entre los últimos dos meses de Felipe Calderón en la Presidencia y los primeros dos de Peña Nieto. México sigue siendo tan violento y sufre tanta impunidad como antes. Pero lo que sí es distinto, es que los mexicanos le están regalando una luna de miel al nuevo presidente, al darle un tiempo razonable para que ponga en práctica sus estrategias nuevas.

Por ejemplo, nadie culpó indirectamente a Peña Nieto por las violaciones de las seis españolas en Acapulco. Está claro que sus nuevas políticas de seguridad aún no se han aplicado. Pero el presidente cometería un grave error si cree que los mexicanos lo van a esperar mucho más.

En Estados Unidos los norteamericanos tradicionalmente esperan cambios concretos y el anuncio de nuevas medidas en los primeros 100 días de gobierno. Por eso, el presidente Barack Obama ya está presionando por un cambio en las leyes inmigratorias y de control de armas.

Peña Nieto no tiene mucho tiempo más. Si su gobierno, como el de Calderón, empieza a acumular unos mil muertos por mes, las protestas y las críticas van a multiplicarse.

La luna de miel con Peña Nieto durará sólo un poquito más. El nivel de tolerancia actual es bajo. No puede olvidar que la mayoría de los mexicanos votaron contra él.

Peña Nieto parece estar consciente de esto. En una entrevista con Patricia Janiot, de CNN México, el presidente dijo que la violencia “es un tema sensible y de prioridad para los mexicanos” y que esto “nos lleva a cambiar de estrategia que se concentre en atender las causas del delito y la violencia”. Pero Peña Nieto se equivoca si cree que los mexicanos van a esperar a que disminuyan los niveles de pobreza, para que descienda la criminalidad. Eso podría tomar décadas. Los mexicanos, calculo, exigirán resultados muy concretos para reducir la violencia antes de fin de año.

Las lunas de miel de los presidentes suelen acabar cuando ocurren tragedias como la de Acapulco – o la de Newtown. Obama tuvo que actuar para reducir el uso de armas, tras la masacre de 20 niños en una escuela de Connecticut. Pero en el caso de Peña Nieto, aparentemente, aún no hay ese sentido de urgencia y sigue disfrutando de su luna de miel.

No, la brutalidad, impunidad e incapacidad burocrática demostrada en los últimos días en Acapulco no ocurren en otras partes del mundo. La verdadera tragedia es creer que lo normal es vivir en un país donde se viola y se mata – y luego no pasa nada.

¿Tiene algún comentario o pregunta para Jorge Ramos? Envíe un correo electrónico a Jorge.Ramos@nytimes.com. Por favor incluya su nombre cuidad y país.

Jorge Ramos es ganador del premio Emmy, autor de nueve libros y conductor del Noticiero Univision.