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Algunos admiradores de Jenni Rivera dejan fotografías de la artista y flores en un monumento conmemorativo en su honor, en Plaza México de Lynwood, California, el lunes de esta semana.
Algunos admiradores de Jenni Rivera dejan fotografías de la artista y flores en un monumento conmemorativo en su honor, en Plaza México de Lynwood, California, el lunes de esta semana.
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Lesly Beltrán, de Garden Grove, recibió una de las peores noticias el domingo pasado. La despertó un mensaje de texto de su madre en Sinaloa, México, avisándole de la suerte de Jenni Rivera. Al principio, Beltrán admite haber creído que se trataba de una broma.

“Me quedé en shock, de verdad. No lo creía”, dijo, “la secuestraron, eso fue lo primero que se me vino a la mente”.

Pero no fue así.

“Lloré, lloré bastante”, dijo Beltrán, de 33 años. “Todavía no lo asimilo”.

Esa reacción la compartieron muchos de sus fans, quienes veían a la cantante de 43 años y de sonrisa cautivadora como un ejemplo de perseverancia.

Conocida como “La Diva de la Banda”, Rivera parecía cumplir con el “Sueño Americano”. A pesar de convertirse en madre muy joven y de haber sido víctima de una relación abusiva, se convirtió en una de las artistas mexicanas más exitosas de su generación.

Criada en un vecindario de clase trabajadora de Long Beach (o “Playa Larga”, como solía llamarle), de padres inmigrantes mexicanos, Rivera, una de seis hijos (cuatro hermanos y una hermana), estuvo rodeada de la música desde una temprana edad. Su padre, Pedro, tiene su propia disquera y ella y su hermano Lupillo llegarían a establecerse como artistas sólidos de la música regional mexicana.

La vida personal de Rivera en ocasiones parecía como sacada de una telenovela. En octubre, anunció que se divorciaría de su tercer marido, el ex beisbolista Esteban Loaiza, con quien estuvo casada durante dos años.

“No le daba importancia a las cosas precarias, tenía muchas fuerzas de salir adelante”, dijo Beltrán. “(Fue) injusto lo que le pasó porque creo que era una mujer que sufrió mucho en muchas etapas de su vida. A penas estaba comenzando a ser feliz”.

A Rivera se le conocía por el amor que le tenía a su público, frecuentemente conviviendo con ellos, como lo hizo el año pasado al visitar el Anaheim Marketplace para promover su ‘lonchera’, ayudando a repartir tacos con su familia entre una multitud de fans del condado de Orange que acudieron a verla.

“Siempre estaba al pendiente de ayudar al prójimo”, dijo Rosaura López, de 36 años y residente de Garden Grove. “Eso es lo que me gustaba de ella, su sencillez”.

Al igual que Beltrán, López también pensó que su hermana la estaba bromeando, pero luego se dio cuenta de la gravedad de la situación tras visitar su página de Facebook y prender la televisión.

Enseguida pensó que tal vez se trataba de un posible secuestro, pero mientras seguían entrando más noticias, todo comenzó a encajar.

“Estaba impresionada, más que nada”, dijo López tras enterarse de lo sucedido. “Esas muertes sorprenden más a uno porque son repentinas, me sentí muy mal, deprimida. Como mamá, lo que más me importa, (es) su familia, sus hijos”.

Los fans de Rivera dicen que su manera de ser entusiasta era evidente en su música, un género regional mexicano tradicional, al que le agregaba su propio estilo.

“Cantaba con mucho sentimiento, sus canciones le llegaban al corazón a uno”, dijo López.

Sus canciones hablaban de relaciones amorosas, dolor, abuso y temas sociales, muchas experiencias que la cantante vivió en carne propia, pero que en cierto sentido eran más ejemplos que la caracterizaban como una mujer fuerte.

“Era la representación de la mujer luchadora mexicana, a pesar de que se caía, se caía, se volvía a levantar”, dijo López. “Era un ejemplo a seguir como mujer”.

Beltrán encuentra consuelo en que pudo verla una última vez en el Gibson Amphitheatre en septiembre. Su esposo le compró boletos para su cumpleaños.

“No creo que vaya haber otra persona que llene los zapatos de ella”, dijo Beltrán.