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Karla Amezola.
Karla Amezola.
Karla Amezola
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Por las calles de Sherman Oaks sonó la alerta en mi celular. Karen estaba a 3 millas y necesitaba un Uber. Al llegar me abordaron dos hombres que casi se meten por la ventana.

“¿Eres Karla?”, preguntaron en inglés.

Había llegado a un vecindario de enormes mansiones esperando recoger a una mujer posiblemente anglosajona.

Pero los dos hombres me sorprendieron y a uno casi le agarro los dedos cuando intenté subir la ventana desesperadamente en un instinto de protección.

“Mi jefa es Karen y pidió el Uber para nosotros”, explicó el otro.

Subieron y para romper el hielo y pasar el susto les ofrecí de las golosinas que llevo en mi auto, desde un Snicker hasta una Tootsie-Pop. Su elección los delató.

Escogieron lo mejor: Mazapan, ollitas de tamarindo y garapiñados que devoraron con nostalgia.

Me alegré porque después de varios viajes estaba finalmente frente a los que serían mis primeros pasajeros hispanos.

El trayecto era de hora y media y nos faltó tiempo para terminar la amena conversación.

Latinos exitosos

Me contaron que se codeaban con George Cloney y Jennifer López. Su oficio los había puesto hasta en las recamaras de los famosos, pues se dedican a amueblar casas que las celebridades quieren vender.

Colocan y remueven televisores, cuadros, sillones y adornan el comedor de las mansiones para los ‘open house’ en espera de nuevos dueños.

De no haberlos conocido, no sabría que muchos inmigrantes están haciendo este trabajo.

Mi historia

Al compartirme tan maravillosas vivencias, por educación debía también presentarme.

Les platiqué que trabajé 6 años en televisión. Que fui reportera y conductora de noticias para la cadena Estrella TV.

“Ahh… con razón se me hacía conocida su cara y su voz”, dijo uno de ellos.  “¿Usted está en las noticias de la noche ¿verdad?”

Me sorprendí y sonriente contesté por inercia: “Sí, estoy a las 11:00 pm… digo ¡no! ya no estoy en el noticiero”.

Les conté que me despidieron en marzo tras denunciar acoso sexual por parte del ex vicepresidente de noticias y después de demandar a la estación por ignorar mi denuncia y la de mis compañeras.

Respetuosos, me dieron sus palabras de apoyo.

El respeto era mutuo y el apoyo también, ya que eran dos inmigrantes que llegaron como indocumentados y poco a poco fueron encontrando el camino para ayudar económicamente a los suyos en México mientras tienen que lidiar con la complicada vida del inmigrante en este país.

Así como la de ellos, me he topado con admirables vivencias mientras conduzco por las calles del Sur de California, mismas que ahora Excélsior me permite narrarlas.

Al igual que algunos entrevistados, mi historia aún está en construcción.

Sería un honor contar la suya, es cuestión de encontrarnos y llevarlo a su destino o de que usted lector pueda compartirme la odisea que lo trajo hasta aquí.