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Nacido en México, Juan Francisco Ortiz Gil, de 31 años, vino al país sin papeles a la edad de 18 años. Ahora es un médico residente en Cirugía General en el Centro Médico del Sistema Universitario de Salud del Condado de Riverside o RUHS-MC de Moreno Valley.
Nacido en México, Juan Francisco Ortiz Gil, de 31 años, vino al país sin papeles a la edad de 18 años. Ahora es un médico residente en Cirugía General en el Centro Médico del Sistema Universitario de Salud del Condado de Riverside o RUHS-MC de Moreno Valley.
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MORENO VALLEY.- La jornada laboral de Juan Francisco Ortiz Gil comienza a la hora que cantan los gallos y, como en el resto de especialidades de esta carrera, nunca se sabe a qué horas acabará.

“Todo depende de los casos que tenemos ese día”, esboza este médico residente de cirugía general en el centro universitario sanitario (RUHS-MC) del Condado de Riverside.

El joven médico interno de 34 años cruzó la frontera sin papeles a los 18 para ver si se podía lograr ese ‘sueño americano’ del que tanto había oído hablar en su tierra natal.

“Crucé a pie y tuve miedo porque nunca había dejado a mi familia y no sabía nada del idioma ni de la cultura”, dijo Ortiz, hablando un inglés impecable. “Nací en México y la verdad es que nosotros no teníamos mucho dinero. Apenas tuvimos lo suficiente para poner la comida sobre la mesa”.

El éxito académico de Ortiz no solo es una historia de éxito digna de imitar, sino que también es un logro para la comunidad de habla hispana que ha visto como el número de médicos latinos en Estados Unidos ha ido disminuyendo en los últimos 30 años.

Del lavaplatos al quirófano

Ortiz se aventuró al Norte a ver lo que el destino le deparaba. Sabía que tenía un tío en Seattle, Washington a quien poder aferrarse. Aunque empezó lavando platos en restaurantes y trabajando en la construcción, esas experiencias y el deseo de sacar adelante a su familia le impulsaron a quererse superar.

La idea de estudiar medicina y hacerse cirujano le vino paulatinamente.

Al ver que tenía bastantes compañeros de trabajo que se cortaban algún dedo y llegaban al hospital para que se les tratara, le chocaba que se les negaba el tratamiento solamente porque no contaban con seguro médico.

“Viviendo en Estados Unidos no entendía cómo esto podía pasar”, aseveró Ortiz.

Estudió economía y medicina en la Universidad de Washington en Seattle. Ahora lleva tres años ejerciendo de interno en el centro sanitario del condado de Riverside (RUHS-MC) para obtener la especialidad de cirugía general.

El sistema sanitario del condado de Riverside (RUHS) ha sido una institución que ha formado a profesionales de salud desde hace más de un siglo. Hoy en día, el centro médico público (RUHS-MC) ofrece cinco programas de residencia con un total de 116 residentes médicos cada año.

Ortiz tenía claro desde el principio que quería sacar la especialidad de cirugía general. No le molesta ver la sangre y le parece algo especial el poder solucionar a los problemas de salud del paciente a través de una operación.

Por definición, la cirugía es la rama de la medicina que se dedica a curar enfermedades por medio de operaciones.

La mayoría de los cirujanos generales tratan enfermedades de tracto gastrointestinal, sistema biliar, bazo, páncreas, hígado, hernias, tiroides y otras complicaciones, incluyendo a heridas por arma blanca o de fuego.

Eligió el citado centro sanitario en Moreno Valley para cursar la especialidad porque había una gran presencia de hispanos e hispanohablantes en la comunidad.

“Yo diría que un 60 a 70% de nuestros pacientes son hispanos de escasos recursos, sin o con poco seguro médico. Nosotros cuidamos a los más necesitados del Condado de Riverside”, enfatizó.

Escasez de médicos hispanos

Una investigación del Centro para el Estudio de Cultura y Salud Latina de la Universidad de California en Los Ángeles, publicado en 2015, concluyó que el número de médicos hispanos en Estados Unidos ha ido disminuyendo en los últimos 30 años. En 1980, por ejemplo, había 135 médicos de origen hispano por cada 100.000 habitantes latinos. En 2010, el número bajó a 105.

La doctora Gloria Sánchez, investigadora principal del estudio, indicó que esta brecha podría tener consecuencias negativas en la salud de los latinos que viven en el país.

“Nuestra investigación halla que hay una tendencia muy preocupante de una población latina en aumento que quizás no tendrá la posibilidad de hallar un médico que pueda proveer asistencia médica de acuerdo a su lengua y cultura”.

Además, otros estudios anteriores han mostrado que los médicos de origen hispano, como Ortiz, son más propensos a hablar el español y a ejercer en comunidades marginadas.

Una carrera muy larga

La residencia tiene una duración de aproximadamente cinco años después de ocho años de estudios superiores, lo cual sorprendió a los padres de Ortiz que viven en Guadalajara, Jalisco, ya que el proceso de hacerse médico no tarda tanto en México.

“Mi papá apenas se graduó de la preparatoria y mi mamá solamente llegó al tercer grado”, dijo Ortiz.

Desea continuar con una subespecialidad, que seguramente serán otros dos años más de residencia, porque le encantó la rotación en trasplantes.

“Estuve ocupadísimo pero nunca me sentí cansado”, expresó el doctor Ortiz, quien ya ha adquirido la ciudadanía estadounidense.

“Me gustó haber curado a un paciente que requería diálisis varias veces a la semana y, con un trasplante de riñón, sacamos al órgano dañado y le dimos uno nuevo. Eso le cambió la vida por completo”.

De momento, no tiene planes para cuando acabe la subespecialidad en trasplantes. Quisiera poder quedarse a ejercer en el Sur de California.

De todos modos, se siente satisfecho al saber que todo lo que hace, a pesar de las horas que pasa metido dentro del quirófano, será para que su familia en México tenga una vida mejor.

“Es fácil el darse por vencido y decir que ya basta”, dijo Ortiz. Pero siempre rememora las palabras de su papá: “Recuerda por qué te fuiste para allá”.