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Libro de catedrático de UCR explora la aceptación de este “tercer género” en México

Muchos hombres indígenas zapotecas en la comunidad de Juchitán, en el sureste de Oaxaca, México, no se consideran ni hombres, ni mujeres, sino un tercer género híbrido.

Para explicar la existencia y aceptación de esta situación, hay un mito popular que señala que Dios confió a San Vicente Ferrer, el Santo Patrón de Juchitán, con tres sacos de seres humanos: uno estaba lleno de mujeres, otro con hombres y un tercer saco tenía un género mixto.

Se suponía que este santo distribuiría a las personas uniformemente alrededor del mundo, pero cuando llegó a Juchitán, el saco que contenía el género híbrido se rompió y la región recibió más personas del tercer género.

Precisamente los hombres zapotecos de género híbrido, conocidos como muxes es el tema del nuevo libro ‘Detrás de la máscara: hibridismo de género en una comunidad zapoteca’ del sociólogo, Alfredo Mirandé, profesor de la Universidad de California en Riverside (UCR).

Muxes

Muxe es una palabra zapoteca derivada de la palabra española para mujer, que significa afeminado.

“Los muxes desafían la imagen de México como una tierra de machismo y homofobia dominada por hombres,” dijo Mirandé.

Durante 7 años, este sociólogo entrevistó a residentes y líderes en Juchitán, una localidad de casi 75,000 personas.

“Los muxes son técnicamente homosexuales porque tienen relaciones sexuales con otros hombres. La mayoría portan vestidos de manera tradicional, femenina y zapoteca y adoptan comportamientos femeninos. Sin embargo, se distinguen de los gays y travestis, y se consideran un tercer género,” dijo Mirandé en un comunicado de prensa de UCR.

“Los muxes separan la sexualidad, del género. Tienen sexo con hombres, ‘hombres reales’, pero no unos con otros,” dijo.

Mirandé explicó que tradicionalmente en México, si la persona es la dominante en una relación del mismo sexo, es ‘el derecho’. Pero si es la persona pasiva, entonces es ‘el gay’. Es por eso que los hombres machos en México pueden tener relaciones sexuales con otros hombres, y no ser considerados gay. Los muxes son siempre pasivos en estas relaciones,” explicó Mirandé.

Bendición de Dios

En el 2008, la hija de Mirandé filmó una Vela, un festival en Oaxaca, y le envió la grabación a su padre.

En el Diario El Imparcial de Oaxaca, el historiador y antropólogo, Guido Münch, señala que la expresión zapoteca Vela, significa baile o fiesta religiosa, y viene de la antigua ceremonia de la velación o acto de velar en el templo en la víspera de una fiesta.

Münch califica las Velas como “un ritual colectivo que brinda protección divina, convivencia, seguridad ante la vida y aleja los temores personales”.

Además indicó que es un ritual complejo, que contiene numerosos elementos de purificación espiritual, acercamiento a las deidades, protección sobrenatural, armonía social, compañerismo, regocijo e identificación.

“Estaba intrigado”, confesó Alfredo Mirandé, profesor de estudios étnicos y sociología, que estudia el género y la masculinidad.

Explicó que las velas están organizadas por grupos o sociedades dedicadas a un santo, un miembro de la familia, una ocupación o un vecindario. Son caras de producir y son representativas de una economía en la que el prestigio se basa, en parte, en la exhibición pública de generosidad.

“Que muchos muxes tengan los medios financieros y la voluntad de acoger Velas, es un signo de su aceptación en la sociedad y la economía,” dijo Mirandé.

Además indicó que nadie sabe cuándo comenzaron los muxes o cuántos hay, pero la mayoría de las familias en Juchitán tienen un miembro muxe, quienes son aceptados especialmente en los sectores más pobres y más indígenas de esa localidad.

“La aceptación de los muxes como un tercer género es antigua, y puede ser rastreada en los relatos de los sacerdotes aztecas y los dioses mayas, que eran a la vez varón y mujer”, escribió Mirandé en su libro.

Los muxes que este sociólogo entrevistó, le dijeron que siempre sabían que eran muxes. Algunos fueron alentados por sus madres desde una edad temprana a convertirse en muxe, considerando que una “bendición de Dios” que ayudaría en la casa y el cuidado de sus padres ancianos.

Pero a pesar de su amplia aceptación, varios muxes también le dijeron que sus padres no podían hacer frente a la pérdida de un hijo macho.

“La diferencia entre la concepción popular de los muxes como una bendición de Dios, contrasta con las realidades de los padres que rechazan y golpean a sus hijos muxes”, dijo Mirandé.

Aun así, una razón por la que los muxes son tan aceptados en Juchitán, se relaciona con el papel de la mujer en la sociedad zapoteca, quienes son reconocidas como trabajadoras, tanto que es un cumplido decirle a un hombre que trabaja tan duro como una mujer, y ellas controlan el hogar. Como las mujeres, los muxes tienen una merecida reputación por ser arduos trabajadores, artesanos expertos y comerciantes exitosos.

Mirandé escribió que la cultura zapoteca es muy familiar y los niños muxes son aceptados, porque son parte de la familia.