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Estamos a escasas tres semanas para que se produzca un cambio realmente histórico en México: consolidar el proceso democrático, que con esfuerzo y trabajo hemos venido construyendo los mexicanos con ahínco y tesón.

El primero de diciembre, después de haber estado en el poder por 12 años el partido Acción Nacional (PAN) deberá entregar la banda presidencial al priista Enrique Peña Nieto, en lo que constituye el reconocimiento a una alternancia del poder.

En estas dos próximas entregas pasaremos una revista de los aspectos más relevantes que ha mencionado Peña Nieto sobre su visión hacia la relación con América del Norte, con especial énfasis en Estados Unidos, sin duda nuestra relación más importante que podamos tener con cualquier otro país del mundo entero, no sólo por su peso económico, sino, y para un servidor lo más relevante, donde radican alrededor de 30 millones de mexicanos o de origen mexicano, lo que sin duda afectará la vida social, política y económica en ambos lados de la frontera.

Lo que todos esperamos es que muchas de estas propuestas se cumplan y no queden en simple retórica, ya que de ellas depende el futuro de todos los mexicanos. En su análisis el próximo presidente señala: “No hay relaciones más importantes para México que la bilateral con Estados Unidos y la regional con América del Norte. En el desafiante contexto global, la región debe replantear su integración en beneficio de la competitividad, la seguridad y el bienestar de nuestros países y ciudadanos”.

“México se ha beneficiado en muchos aspectos de la relación política y económica con Estados Unidos y Canadá. Sin lugar a dudas, el TLCAN ha sido uno de los principales factores de transformación de la economía mexicana. Sin embargo, en la última década América del Norte ha perdido dinamismo. La participación de la región en la producción económica mundial y en el comercio internacional disminuyó, mientras que la de China se incrementó drásticamente, convirtiéndose en el principal competidor de México y Canadá en el mercado estadounidense”.

Frente a esta situación, Peña Nieto propone crear una nueva agenda que permita una mejor integración regional, sin intentar copiar modelos como los existentes en la Unión Europea, los cuales responden a circunstancias geopolíticas e históricas totalmente diferentes a las nuestras, y bajo el entendimiento de que los tres países desean salvaguardar su soberanía e independencia.

Propone como principal eje de esta nueva relación una integración comercial, la cual ha sido importante pero tiene alcances limitados, a una integración productiva. La idea es aprovechar las ventajas comparativas de cada país (recursos naturales, financieros, tecnológicos y humanos) para competir en mejores condiciones en el mercado global. Para facilitar esta integración se podría trabajar en dos ejes: un plan de infraestructura regional y el desarrollo de fronteras eficientes y seguras.

En materia de infraestructura, valdría la pena explorar la posibilidad de acordar e impulsar un Plan de Infraestructura y Transporte de América del Norte para la próxima década, financiado por un fondo de inversión regional, en el que se articulen corredores de transporte multimodales desde Canadá hasta el sur-sureste de México. Este plan desarrollaría y articularía carreteras, puertos, trenes de alta velocidad y aeropuertos, lo cual contribuiría a vigorizar el comercio regional. En este esfuerzo, sería conveniente fortalecer las negociaciones para armonizar regulaciones en materia de transporte

Asimismo, necesitamos contar con fronteras eficientes y seguras, que reduzcan los tiempos y costos de los cruces para agilizar el tránsito legal de bienes y personas; los esfuerzos focalizados en las fronteras tendrían un mayor y mejor impacto en el resto de la región.

En segundo lugar, necesitamos fortalecer la cooperación y la coordinación en materia de seguridad, para combatir de manera efectiva al crimen organizado y al terrorismo internacional. Es preciso desarrollar una relación de mayor confianza, que nos lleve a realizar acciones conjuntas que aporten soluciones definitivas a nuestros problemas en este ámbito. Urge llevar del discurso a la práctica el principio de “responsabilidad compartida”, traduciéndolo en acciones de cooperación más contundentes para debilitar la capacidad financiera, operativa y bélica del crimen organizado transnacional, frenar los flujos recíprocos de contrabando (drogas, armas, dinero), atender adicciones, así como prevenir y disminuir el consumo de drogas. Incluso, debatir de manera conjunta y con realismo el futuro del innegable mercado de drogas que hay en nuestra región.

Por otra parte, el terrorismo internacional no sólo representa una amenaza para Estados Unidos sino para toda la región. Por ello, México debe realizar mayores esfuerzos de cooperación en la materia.

Hasta aquí dejemos para esta ocasión las propuestas que ha realizado el presidente electo de México en sus propuestas de política exterior, para la semana entrante pasar revista a los dos ejes restantes que plantea en nuestra relación con Estados Unidos.

En tercer lugar, la evidente complementariedad de nuestros mercados laborales debe ser reconocida y puede ser regularizada a través de una gestión regional de flujos laborales, que devuelva la circularidad y dignidad al fenómeno migratorio. Esta gestión deberá tener como principios rectores el pleno respeto a los derechos humanos y laborales de los trabajadores migrantes y el reconocimiento de su contribución al desarrollo, tanto de su país de origen como del de destino.

En este mismo sentido, conviene señalar el fuerte contraste que existe entre la gran movilidad internacional de la que gozan los bienes, servicios y capitales con las barreras físicas e institucionales a la movilidad humana. A México le corresponde impulsar, con una visión estratégica y responsable de largo plazo, la gran asignatura pos-TLCAN: el libre tránsito de personas. Claramente, para que esto suceda, México debe reducir las profundas brechas, en especial la de ingresos, que nos separan de Estados Unidos y Canadá.

Como he sostenido, nuestro país debe y puede construir un estado eficaz que acelere el crecimiento económico y amplíe las oportunidades de desarrollo de los mexicanos que viven en México. Un esfuerzo de tal magnitud y compromiso contribuiría a equiparar el poder adquisitivo de los mexicanos frente a sus vecinos estadounidenses y canadienses, con lo que sería más fácil y provechoso promover este libre tránsito.

En cuarto lugar, es necesario enriquecer la agenda regional con proyectos estratégicos de desarrollo conjunto, como el fortalecimiento de nuestro capital humano a través de intercambios educativos, estancias de investigación y prácticas profesionales en los tres países. Asimismo, es conveniente impulsar una mejor gestión ambiental a través del manejo integral de recursos naturales compartidos en las zonas fronterizas.

Si desea hacer algún comentario, puede escribir a apradillo@cimadesigns.com.

Agustín E. Pradillo ha sido consejero de prensa en embajadas y consulados de México, periodista y especialista en temas hispanos.