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El Sol sólo ha impuesto unas cuantas restricciones para que la comunidad acuda a suplir su mandado de la semana: es necesario hacer cita para recoger alimento; es permitida solo una visita a la semana por familia; y solamente se pueden llenar dos bolsas de mandado –tamaño regular, por familia.
El Sol sólo ha impuesto unas cuantas restricciones para que la comunidad acuda a suplir su mandado de la semana: es necesario hacer cita para recoger alimento; es permitida solo una visita a la semana por familia; y solamente se pueden llenar dos bolsas de mandado –tamaño regular, por familia.
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Cada mañana, cerca de las 9 a.m., María Guadalupe Porras junto con al menos tres otras señoras ayudan a descargar un camión repleto de comida donada de Second Harvest Food Bank, que arriba sin falta a un pequeño centro de Santa Ana.

A esa hora, las mujeres se dedican a sortear las paletas de caja tras caja de alimento saludable –frutas, verduras, pan, carnes y legumbres- para organizarlos dentro de lo que parece ser una tiendita comunitaria, donde todo habitante de esta ciudad es bienvenido para realizar su compra diaria.

Pero lejos está de ser este sitio una tienda.

“Esto es mucho sacrificio, pero nos beneficiamos de ello. Ahora sí, como quién dice, esto es para quién le tome cariño”.

Porras se refiere al trabajo que ella y varias otras madres emprenden cada mañana para surtir el banco de comida de El Sol, ubicado en la esquina de las calles Broadway y 10th, el cual, de martes a sábado, provee comida saludable, y sin costo alguno, para las familias más necesitadas de Santa Ana.

“Cuando uno piensa en el condado de Orange, lo primero que viene a la mente es estabilidad económica, zona de ricos, de blancos conservadores”, dijo Jay Donoghue, jefe de desarrollo de Share Our Selves, una organización del condado de Orange que diariamente intenta solucionar el problema alimenticio en la zona.

Lejos está el pensamiento de lo que realmente ocurre en los barrios y hasta en ciudades donde reside una gran mayoría blanca en este condado del sur de California, donde el problema de la inseguridad alimenticia se refleja a diario en los bancos de comida que proveen organizaciones humanitarias.

En Santa Ana, donde el 78 por ciento de los habitantes se identifican como hispanos, según datos del Censo, se estima que un 25 por ciento de los residentes de la ciudad son afectados por las carencias de comida saludable en sus hogares.

El Departamento de Agricultura de EEUU define la seguridad alimenticia como el acceso libre de toda persona alimento que promueva una vida saludable y activa. Se trata de un problema socioeconómico que raramente se toma en cuenta, según Kelly Mendoza, coordinadora de programas comunitarios de El Sol.

En desiertos alimenticios, zonas del país donde hay acceso limitado a frutas, verduras y otras comidas saludables dentro de un radio de una milla de distancia por cada 500 personas, es usual encontrar locales de comida rápida, donde fácilmente una familia de cinco puede surtir alimento sin gastar más $10 dólares.

En cambio, un solo aguacate orgánico puede llegar a costar más de $1 dólar; una caja de fresas más de $3; y una libra de duraznos puede llegar a costar hasta $2, dependiendo la temporada. Aun comprando todos estos alimentos saludables, la mercancía no es suficiente para siquiera una comida que satisfaga una familia de cinco.

Sin embargo, optar por la alternativa más barata puede conducir a serios problemas de salud, como diabetes –una de las enfermedades más prevalentes en la comunidad latina de EEUU- y la obesidad.

Miles de familias con inseguridad alimenticia

Según datos de los Defensores de la Política Alimentaria de California, en 2014 más del 30% de los hogares del condado de Orange registraron un estatus de inseguridad alimenticia – esto equivale a un total de 268,000 familias.

Este problema podría darse tanto por la falta de sustento económico como por la falta de conocimiento sobre la nutrición necesaria para llevar una vida saludable.

Es por ello que los organizadores de El Mercado pretenden hacer mucho más que solo alimentar a las familias que llegan a tocar su puerta. Ofrecen recetas e información nutricional de cada uno de los alimentos disponibles en su “tiendita”, y llevan a cabo talleres de aprendizaje sobre cómo alimentarse de la manera más efectiva, basándose en la rúbrica gubernamental de “MyPlate”.

“Antes de meterme como voluntaria y de beneficiarme de [El Mercado] uno no sabía de todos la información nutritiva de muchos alimentos”, comenta Blanca Zavala, madre mexicana de 41 años, a unos minutos de poder surtir su alacena en el centro de El Sol.

Y es que en El Mercado, no se imparte solo una bolsa de alimento por casa o persona, sino que se permite a cada madre o padre de familia tomar lo que ellos consideren necesario para su hogar, tomando en cuenta las necesidades alimentarias de los suyos. “Es una manera más digna de proveer comida a los necesitados”, dice Mendoza.

Según esta madre de cuatro, además del nuevo conocimiento adquirido en la despensa de alimentos, siente que el servicio le ha quitado a ella y a su esposo un gran peso de encima.

“Ahora ya no tenemos que quebrarnos la cabeza pensando en qué vamos a gastar el dinero: ¿o como, o me baño, o pago un ‘bill’?”, dice. “Todos los que venimos aquí tenemos necesidad. Ha sido un gran alivio”.

El Mercado de Santa Ana

De martes a sábado, El Mercado abre sus puertas a la comunidad, mayormente latina, de Santa Ana, sirviendo por ende entre 400 a 600 familias necesitadas por semana. Muchas de ellas, según Mendoza, son mismas familias de la escuela chárter El Sol que recibe a cientos de niños diariamente, y según esta coordinadora, es un orgullo ver que las madres de los menores se involucren en el trabajo de El Mercado.

“Siempre estamos al pendiente, y bien sé que todas las que estamos aquí somos mamás de los niños de la escuela”, dice orgullosamente Porras.

El Sol sólo ha impuesto unas cuantas restricciones para que la comunidad acuda a suplir su mandado de la semana: es necesario hacer cita para recoger alimento; es permitida solo una visita a la semana por familia; y solamente se pueden llenar dos bolsas de mandado –tamaño regular, asegura Mendoza- por familia.

“Cuando llegan a hacer cita, les pedimos que llenen un formulario, pero es solo para nuestra base de datos”, dice Mendoza.

A parte de esto, los voluntarios y empleados jamás le niegan servicio a una familia.

Según Donoghue, el problema de falta de acceso a alimento saludable es uno de los problemas más importantes del condado, pero que a menudo es ignorado.

“El tema de la pobreza, falta de comida y falta de hogar es uno que hemos tornado invisible en nuestra sociedad”, dice, y cerciora que la falta de alimento eclipsa cualquier otro problema social. “Hay niños que quizás no vivan en la calle, pero que van a la escuela con el estómago vacío. Ésta no puede ser nuestra realidad”.

Organizaciones como la de El Sol y Share Our Selves llevan a cabo un “acto de solidaridad”, para “ayudar a familias a seguir adelante”, dice Donoghue.

Es gente sin hogar, sin empleo, y hay de aquellas madres de familia que antes de tomar el bus para ir a trabajar, hacen una parada en el edificio de SOS, o El Mercado, para llevarse su comida de la semana. Estas son las personas que se benefician de este tipo de servicios.

Pero además de El Mercado y Share Our Selves, existen otras organizaciones y centros en Santa Ana que dedican parte de su servicios a alimentar a los más necesitados de la zona, como La Semilla Calvary Chapel (1916 Cypress Avenue) y Serve the People (1206 17th Street, #101).