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Jorge Ramos.
Jorge Ramos.
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NUEVA YORK Bill Gates, el co-fundador de Microsoft Corp. y uno de los hombres más ricos del mundo, no hace caso de las malas noticias. De hecho, durante una entrevista en una friísima mañana neoyorquina, él tenía dos buenas noticias: una, el mundo está mucho mejor que antes y, dos, no, él no está tirando su dinero.

Empecé con lo más obvio. ¿Cuánto dinero tiene?, le pregunté.

Más de 70 mil millones de dólares, me dijo. Además, ya ha donado – a través de la Fundación de Bill y Melinda Gates – más de 28 mil millones. Su plan es donarlo casi todo antes de morir. “Mis hijos han tenido una gran educación y seremos generosos con ellos”, me dijo este padre de 58 años de edad, “pero el dinero le pertenece a la sociedad e invertiremos en descubrimientos y programas que realmente ayuden al mundo”.

Gates es un hombre de números. Hace décadas vio el futuro y diseñó los programas de computación que hoy dominan el planeta. Así hizo su dinero. Y aunque todavía es el presidente del consejo de Microsoft, hace años que dedica la mayor parte de sus días a ver cómo regala su fortuna.

¿Cuántas vidas ha salvado? “El trabajo que hemos hecho ha salvado ocho millones de vidas”, me cuenta sin subir el tono de la voz. “Y lo hacemos inventando nuevas vacunas y ayudando a que esas vacunas lleguen a los niños más pobres”.

A pesar de esto, sus críticos aseguran que los Gates tiran su dinero, ayudando a países donde hay dictadores y sin efectos económicos a largo plazo. Y se lo dije: muchos creen que usted es un hombre bueno, pero que está desperdiciando su fortuna. No estuvo de acuerdo.

“Estoy en esto con una libertad total para dar el dinero en cualquier forma que yo desee”, dijo. “Creo firmemente en análisis y mediciones, y he ido y observado estos programas de salud y agrícolas, y he decidido que ésta es la mejor forma de usar el dinero, a pesar de que un porcentaje muy pequeño – quizá dos, y en algunos casos tanto como cinco por ciento – será desviado por la corrupción”.

Gates es agnóstico y, por lo tanto, no da su ayuda con la esperanza de irse al cielo. De hecho, me dijo que si el cielo existiera, él estaría “gratamente sorprendido”.

Su filantropía “no está basada en la idea del más allá. Creo que aquí en la Tierra hay muchas vidas que podemos salvar. Es desafortunado que la gente no vea lo que hemos avanzado en los últimos 25 años; la pobreza se ha reducido, la gente vive más tiempo y el mundo se está convirtiendo en un mejor lugar”.

En la carta anual de su fundación, Gates hace una predicción: “En los próximos 20 años habrá ya muy pocos países muy pobres y de bajos recursos”. Pero según Gates esos cambios ya se notan: basta con ver las opciones que tenemos en los supermercados, el acceso a agua potable, a medicinas, a nuevos trabajos y la ventana al mundo que nos dan las redes sociales y medios de comunicación.

Las buenas noticias, me dice, son más difíciles de cubrir. Muchos creen que más gente muere en desastres naturales. “Es la naturaleza de las noticias”, asegura. La realidad es que más niños mueren por diarrea o enfermedades respiratorias fáciles de curar. Pero la buena noticia es que millones de vidas se han salvado con vacunas y acceso a cuidados de salud. Eso es lo que no aparece en la televisión o en la Internet. Eso es lo que, generalmente, no cubren los periodistas.

Una de las cosas que más me sorprendió de Bill Gates es su absoluta certeza de que el mundo se puede mejorar. Sigue siendo un joven soñador. Él se ha dado cuenta que sus billones han servido para algo.

Pero, para este hombre que lo puede tener todo ¿hay algo que el dinero no pueda comprar? Aparentemente lo hay. “Uno siempre tiene la esperanza de que sus hijos tengan una carrera que verdaderamente les guste”, reflexionó, “o que tengan una gran pareja. Pero no tiene ningún sentido preocuparse por eso”.

Exacto. Bill Gates es un hombre muy pragmático. No se preocupa por las cosas que no puede cambiar. En los últimos años se ha concentrado en las cosas que sí puede cambiar. Veintiocho mil millones de dólares después, ya ha salvado ocho millones de vidas. Y aún le quedan por gastar otros 70 mil millones más.

Es su convicción de que aquí en la Tierra se puede construir un pedacito del cielo.

¿Tiene algún comentario o pregunta para Jorge Ramos? Envíe un correo electrónico a Jorge.Ramos@nytimes.com. Por favor incluya su nombre ciudad y país.