Skip to content
AuthorAuthor
PUBLISHED: | UPDATED:

NUEVA YORK.- Una y otra vez, Kathy Gannon ha revivido las decisiones que llevaron a la muerte de su entrañable amiga Anja Niedringhaus y a sus propias heridas graves mientras realizaban sus tareas de registrar los sucesos en Afganistán.

Gannon, experimentada corresponsal de The Associated Press, y Niedringhaus, una fotógrafa galardonada, habían trabajado juntas en innumerables historias y sorteado muchos peligros durante cinco años. Pero siempre “actuábamos con mucha cautela cuando hacíamos las historias porque queríamos seguir haciendo historias”, dijo Gannon.

El 4 de abril, un comandante de policía afgano las acribilló a balazos cuando se aprestaban a cubrir la elección presidencial del día siguiente.

Si pudiera volver el tiempo atrás, ¿haría algo de manera distinta? La respuesta es un rotundo “no”.

“No éramos descuidadas ni desdeñábamos las disposiciones de seguridad”, dijo Gannon en la sede de la AP en Nueva York, en su primera entrevista desde el ataque. “Nos asegurábamos de tener un alojamiento seguro, sabíamos con quién viajábamos, conocíamos la zona a donde íbamos. Honestamente, lo he pensado tantas veces… Sé que ni Anja ni yo lo hubiésemos hecho de otra manera”.

Era mucho lo que estaba en juego en Afganistán, un país desgarrado por 13 años de guerra que enfrentaba tanto la perspectiva de la partida de las fuerzas occidentales como el resurgimiento de la insurgencia talibana.

Las dos mujeres habían viajado en auto desde Kabul, la capital, hasta la ciudad oriental de Jost, donde se habían sumado a un convoy protegido por fuerzas de seguridad afganas que llevaba boletas electorales a una zona remota. Su objetivo era conocer de manera directa la reacción del común de los afganos a esta oportunidad democrática en una provincia considerada un baluarte del Talibán.

Cuando estaban sentadas en su vehículo en una instalación fuertemente vigilada por decenas de agentes policiales y de seguridad, uno de los hombres que supuestamente garantizaban su seguridad se acercó, gritó “Allahu akbar” y las roció con su AK-47. Luego dejó caer el arma y se entregó.

Niedringhaus, de 48 años, murió al instante. Gannon, de 61, recibió seis balazos en el brazo y hombro izquierdos y la mano derecha.

“Miré y vi que mi mano izquierda estaba separada de mi muñeca”, dijo Gannon. “Recuerdo que dije, ‘Dios mío, esta vez estamos acabadas’… En un momento nos estábamos riendo en el auto, y al siguiente nuestros hombros estaban apretados como si una quisiera sostener a la otra. Terminaron los tiros. Miré a Anja. No sabía”.

Mientras el conductor del vehículo las llevaba a toda velocidad al hospital más cercano, a 45 minutos, el traductor le dijo a Gannon, “Kathy, no te vayas”. Ella estaba convencida de que se estaba muriendo.

“Solo intentaba respirar y morir plácidamente”, dijo Gannon.

En el hospital la anestesiaron en la sala de operaciones. Cuando despertó fue llevada en avión a la capital, Kabul.

Fue allí que se dio cuenta, todavía semiconsciente, de que su amiga había muerto.

Los meses de recuperación y terapia que siguieron fueron agotadores. Gannon habla bellezas de la atención recibida, sobre todo del doctor Duretti Fufa, especialista de reconstrucción y de manos del Hospital for Special Surgery de Nueva York. Fufa le reconstruyó la mano izquierda con huesos, grasa y músculo de su pierna izquierda, conectando nervios y arterias en donde hubo un agujero de 15 centímetros (seis pies).

“Si bien fue algo horrible, muchas veces pensé, ‘mi Dios, que suerte tuve”’, expresó Gannon. “Cada nervio de mi mano izquierda, hasta el más pequeño, estaba intacto. ¿Cómo puede ser posible?”.

El médico, por su parte, elogió a Gannon por su perseverancia.

“Es una persona con una motivación increíble”, dijo Fufa. “No podría pedir una paciente más motivada y agradable”.

Gannon todavía no puede mover los dedos de su mano izquierda. Pero cuando complete su recuperación, está decidida a volver a Afganistán. Sus parientes en Canadá y su esposo e hijastra en Pakistán se preocupan, pero comprenden su decisión.

“Ni Anja ni yo jamás aceptaríamos ser ahuyentadas por un loco armado”, dijo Gannon. (El atacante ha sido condenado a muerte por un tribunal afgano).

Gannon siente un cariño especial por Afganistán luego de cubrir guerras allí durante tres décadas. Como dice, “hay una historia que contar allí”.

La reportera, por otro lado, afirmó que Niedringhaus hubiera querido que ella regresase. Niedringhaus trabajó en sitios complicados con Gaza, Israel y Kuwait y fue una de 11 fotógrafos de AP que ganaron el premio Pulitzer del 2005 a la mejor cobertura de conflictos bélicos por su trabajo en Afganistán. Ella y Gannon comenzaron a trabajar juntas en el 2009 en Kabul y se entendieron muy bien de entrada a pesar de un desacuerdo inicial sobre una asignación.

“Fue como si nos conociéramos desde siempre”, expresó Gannon.

Las dos preferían manejarse por su cuenta e ir a los pueblos, dormir en el piso en casas de tierra y hablar con la gente. Gannon insiste en que volverá a hacer lo mismo. Niedringhaus no estará con ella, pero la acompañará en su recuerdo y en su espíritu.

“Si hubiese sido al revés, Anja estaría allí contando esas historias, con las fotos más espectaculares”, manifestó. “Físicamente, será la mitad del equipo, pero en el plano emocional y en cualquier otro sentido, cuando vuelva, será un equipo de dos. Estamos juntas en esto”.