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Lucio Hernández, de Oaxaca, entró a Estados Unidos por barco, el año pasado.
Lucio Hernández, de Oaxaca, entró a Estados Unidos por barco, el año pasado.
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Lucio Hernández por poco y no se subía al barco que iba de Rosarito a San Pedro, en California, en mayo de 2011. El barco que llevaría a 16 personas en este viaje ilegal se veía más pequeño de lo que el hombre de 27 años y proveniente de Oaxaca, había imaginado.

Intentó calmar sus dudas.

“No sé como nadar”, pensó. “Pero hay muchos que no saben nadar y logran cruzar”.

Mientras se acercaba el atardecer, Hernández vio a tres mujeres subirse al barco. Decidido, ajustó su chaleco salvavidas y se subió.

“Deténganse y no se suelten”, dijo uno de los coyotes mientras le daba al motor de la panga, agregando: “Si nos agarran… recuerden, todos somos pescadores”.

Watch a video describing the dangers of sneaking into the U.S. by sea

A pesar de sus temores, el viaje de Lucio fue exitoso y bastante fácil. El barco llegó a una playa de San Pedro, antes del atardecer. Lo peor por lo que pasó durante su viaje a Estados Unidos fueron pantalones mojados y un cuerpo adolorido de tanto estar agachado y de estar descansando su cabeza entre sus piernas para evitar ser detectado.

Sus problemas comenzaron cuando llegó a tierra en Santa Ana, pues se halló en medio de una economía en problemas.

No hay contrataciones

En 2003, cuando Hernández visitó por primera vez Estados Unidos, tenía 18 años y la nación estaba llena de trabajos disponibles que pagaban bien. Luego de que llegó con un tío en Santa Ana, Lucio estaba ganando miles de dólares al mes en un trabajo de la construcción, ayudado por el entonces floreciente mercado hipotecario.

Durante los siguientes años, indeciso entre hacer más dinero o regresar a casa, Lucio comenzó a viajar de Santa Ana a su pueblo natal de Santo Domingo, Oaxaca. Siempre regresaba sin ser detectado, pagando aproximadamente 2,000 dólares para cruzar por tierra.

El año pasado, las autoridades locales lo arrestaron en Santa Ana bajo la sospecha de manejar bajo la influencia de alcohol o drogas. Las autoridades le avisaron a Inmigración, que lo deportó del país.

En vez de regresar a su pueblo, Lucio se quedó en Tijuana. Tres semanas después, intentó cruzar la frontera de Tecate, México, pero no pudo lograrlo.

“No puede cruzar de aquí”. Hay demasiado tráfico. Vigilan demasiado”, le dijo un hombre.

El mismo hombre le dijo a Lucio que un viaje por mar sería más rápido y más fácil. También le costaría 6,000 dólares, lo doble de lo que le costaría cruzar por tierra unos años antes.

Su familia en Santa Ana recaudó algo de dinero y le pagó el viaje a Lucio. Un año después, Lucio aún les debe a sus familiares aproximadamente 3,000 dólares, pagándoles hasta 300 dólares al mes, cuando puede.

La mala economía de Estados Unidos le afectó su plan de regresar a su trabajo de la construcción.

En vez de ello, toma todo trabajo que encuentra, siendo el más reciente de ellos en un restaurante de comida rápida, donde le pagan a diez dólares la hora. Es una batalla y después de la renta, los pagos del carro y otras deudas, hay poco dinero de sobra para mandarle a su madre y tres hermanos.

Quedénse allá y estudien

El estar trabajando y seguir endeudado causó que Lucio se preguntara algo: “¿Valió la pena?”.

Por ahora, dice que sí. El dinero que puede mandarle a su familia en Santo Domingo es crucial, hasta está ayudándole a sus hermanos con sus estudios en la universidad.

Cuando habla con ellos por teléfono y le preguntan acerca de la vida en Estados Unidos, su consejo es directo:

“Quédense allá. Aquí no hay trabajo. Quédense y estudien una profesión”.

Lucio dijo que sigue intentando no ser detectado por las autoridades, evitando el alcohol y manejar después del anochecer.

Una de las veces que se encontró esperando en la frontera, cerca de Tijuana, un hombre le ofreció que trabajara cruzando drogas. En ese momento, lo rechazó.

Recientemente, le volvió a cruzar por la cabeza ese encuentro. Por ahora, ha puesto esa idea a un lado. A pesar de sus deudas, dice que prefiere ganarse la vida con un trabajo decente.

Este proyecto fue posible por el International Reporting Fellowship, el International Center for Journalists y el Ford Foundation.

“¿Valió la pena?”.

-Lucio Hernández