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    Nicholas Dust, un pequeño de 8 años de edad que padece Síndrome Down se convirtió en uno de los mejores bateadores de béisbol. Su madre, Susan, le aplaude así como todos los estudiantes voluntarios de Mater Dei High School, el sábado, 25 de abril 2015.

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    La familia Manzo se reunió el sábado 25 de abril para apoyar incondicional y alegremente a Jazmyn Manzo, quien sufre de algunos impedimentos físicos y mentales en su desarrollo.

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    Centenares de estudiantes e individuos con discapacidades de desarrollo del condado de Orange estaban a la expectativa en las instalaciones deportivas de la preparatoria Mater Dei, antes del inicio de los Juegos Olímpicos Especiales.

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SANTA ANA – Al menos unas 300 personas, entre niños, jóvenes y adultos que tienen diversas necesidades especiales, físicas y mentales participaron en el Trigésimo Aniversario de los Juegos Olímpicos de la escuela católica privada Mater Dei.

“Ver la felicidad en los rostros de estos niños es hermoso”, dijo Patrick Murphy, presidente de Mater Dei. “Es algo indescriptible”.

Como muchas otras preparatorias del Condado de Orange, Mater Dei muestra su orgullo a través de sus programas atléticos.

Sin embargo, la competencia más importante de la escuela católica privada de esta ciudad no involucra la obtención de títulos locales, estatales o nacionales.

Por ello, los mayores éxitos y honores de Mater Dei se encuentran en la pista de los “Monarcas” de atletismo y en los alrededores del Centro Atlético Meruelo, donde cada año más de medio millar de estudiantes y ex alumnos sirven como voluntarios en las competencias para atletas con discapacidades de desarrollo.

“Es sensacional ser parte de este evento”, dijo Marco Morales, jugador de futbol americano y uno de los líderes estudiantiles organizadores de los Juegos Olímpicos Especiales.

“Para mi es una experiencia inolvidable”, apuntó Nick Silvers, jugador de polo acuático. “Me siento feliz de ayudar”.

Sean Soper, estudiante de la Escuela de Teatro manifestó que es un requisito de graduación para todos los estudiantes del último año de preparatoria.

“Pero más que todo lo hacemos con amor verdadero”, dijo Soper a UNIDOS. “Les amamos con el amor que viene de Dios”.

Iniciado hace tres décadas por Becky Allec, directora atlética de niñas e instructora de tenis, el evento del sábado 25 de abril logró reunir a aproximadamente a 600 voluntarios, quienes –una vez más- se olvidaron de sí mismos y se pusieron al servicio de los demás.

Dicho evento ha sido reconocido por las Olimpiadas Especiales del Condado de Orange y la Fundación Kennedy, además de haber recibido el premio de Voluntariado Distinguido al Servicio Especial de Juegos Olímpicos Especiales de California (1987-1988), por representar a una escuela excepcional.

La historia real, empero, comenzó durante la competencia donde no hay trofeos de por medio, sino solamente cintas de premiación entregadas a todos y cada uno de los 300 deportistas especiales.

“Dale duro…dale, dale”, anima cariñosamente Mónica Mejía a la niña Amy Chanez, quien padece de Síndrome Down, en la “cancha” de Vóley Ball. “¡Tú puedes! ¡Vamos! ¡Vamos!”.

“Es grandioso volver a Mater Dei”, declaró Susan Dust. “Aquí estudié y traigo a la competencia a mi hijo Nicholas (8 años)…él padece Síndrome Down”.

También, por sexto año consecutivo se encontraba Katie Torre-O’Connor con su hija Venezia, de 10 años de edad, en complejo deportivo The Houff Family.

“Nos encantan los juegos”, dijo Torre-O’Connor, cuya hija padece el llamado Síndrome del Maullido del Gato (Cri du Chat), una rara enfermedad que se caracteriza por un consistente retraso mental, anomalías cráneo-faciales y otros síntomas. “Hoy [Venezia] se mira radiante de felicidad”.

Durante la fresca mañana sabatina, no hubo rivales deportivos a vencer, pero todas las personas especiales multiplicaran su rendimiento físico y mental.

Algunos de ellos, como Jazmyn Manzo, de 19 años de edad se olvidaron por momentos de su falta de experiencia en competencias.

La adolescente corrió como una literal gacela los 100 metros planos en las pruebas de atletismo, su deporte favorito.

La prueba de obstáculos en pasto sintético, no obstante, no era de su agrado.

“Eso no me gusta”, respondió y provocó la alegría y aplausos de sus familiares.

Y es que el ambiente no competitivo promovió la responsabilidad moral y social de la comunidad, en auxilio de los individuos especiales.

“Ha sido un día que dibujó sonrisas en los rostros de todos, maestros, voluntarios y participantes”, comentó Kimberly McClary, jefa de comisionados de ministerios de Mater Dei. “Se ha reconocido en ellos la presencia de Dios”.