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    La graduada de la Universidad de San Bernardino Valley, Sonia Rodríguez, celebra el jueves 23 de mayo de 2012 durante la promoción 85 de San Bernardino Valley College.

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    La graduada de la Universidad de San Bernardino Valley, Sonia Rodríguez, celebra el jueves 23 de mayo de 2012 durante la promoción 85 de San Bernardino Valley College.

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    Sonia Rodríguez recibe un beso de buena suerte de novia de Miguel Herrera antes de la 85a anual graduacion de San Bernardino Valley College.

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    Sonia Rodríguez busca a su familia durante la 85a anual graduacion de San Bernardino Valley College.

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La ceremonia de graduación del pasado jueves 24 de mayo en la noche, en la Universidad de San Bernardino Valley, fue un honor después de 16 años para Sonia Rodríguez.

Graduada en 1996 en la Preparatoria Woodrow Wilson en Long Beach – el único diploma que había logrado alguien en su familia de inmigrantes mexicanos – Rodríguez había estado asistiendo a clases de vez en cuando desde el momento de su graduación en la preparatoria.

El obtener un título en administración de justicia “es algo surrealista porque ha tardado tanto tiempo”, dijo ella. “He llegado a estar tan cerca, y luego he tenido que dejar los estudios para atender a mis tres hijos, y a mi hijo con cáncer, y un divorcio”.

Luego, tuvo que dedicarse a su carrera de 14 años como Reservista del Ejército que incluyó dos períodos en Irak.

A la ceremonia del jueves la acompañaron sus tres hijos, su prometido y casi 500 de los 1,145 estudiantes que se consideraron elegibles para recibir sus títulos y certificados de la universidad.

Rodríguez, quien dijo que nunca había abandonado la idea de terminar su educación, tiene planes para transferirse a Cal State San Bernardino, donde espera usar su nueva dedicación al estudio. Sus estudios incluyeron clases de trabajo policial, en las cortes, correccionales, libertad condicional y bajo palabra.

Las lesiones que ella sufrió en Irak hicieron desaparecer sus esperanzas de llegar a ser oficial de policía, pero ella quiere seguir una carrera como oficial para jóvenes que están en libertad condicional.

“Como adolescente me aburría en la universidad”, dijo ella. “Me inscribí en el Long Beach City College inmediatamente después de salir de la preparatoria. Asistí durante un semestre, pero había muchas fiestas. Estaba cursando cuatro materias y solo pase dos de ellas”.

Ella abandonó la universidad y se mudó a la casa de su tío en Culver City.

“Mientras que todos estaban en el trabajo o en la escuela, yo me quedaba en casa y la limpiaba”.

Un día en 1997, mientras ella limpiaba la casa, vio un anuncio en MTV para reclutar gente para el Ejército que describía un trailer en un tanque equipado con un puente plegable que se podía usar para sobrepasar obstáculos que de otra manera serian imposibles de pasar.

“Para mi eso fue simbólico”, dijo ella. “Nada podía detenerlo. Llamé a la oficina de reclutamiento esa misma tarde”.

Ella prestó servicio en la Reserva del Ejército como coordinadora de manejo de transporte hasta que dejó el servicio hace un año debido a problemas de artritis y pulmonares que se desarrollaron durante sus asignaciones en Irak.

“Irónicamente, en todos mis años en el ejército, jamás vi uno de esos tanques con trailer”, dijo ella mientras arrugaba la nariz.

Se casó en 1998, se divorció tres años después, y se distribuyó su vida entre un trabajo a tiempo completo en McDonald’s, una carga de estudios a tiempo completo de noche y guardias en la Reserva y las exigencias de sus hijos, incluyendo a un hijo con leucemia.

“Mis hijos eran mi mundo”, dijo ella.

Todo eso se puso especialmente difícil en 2005, justamente cuando su contrato con la reserva estaba a punto de finalizar ya que su unidad fue puesta en alerta y se le embarcó en dirección a Irak.

“Mi hijo tenia 6 años. Mi hija tenía 5. Mi hijo mas pequeño tenía 2 años, recordó ella. “Ellos dijeron, ‘Guao, mami va a la guerra’, pero ellos no sabían lo que estaba por venir. Ellos creían que iba a ser como en la Reserva. Que me iría a trabajar en la mañana y regresaría a casa en la noche”.

Ella llamaba a casa tanto como podía. Al principio, “Cuando ellos comenzaron a preguntarme, ‘¿Mami, cuando regresas a casa?’ deje de llamarlos con tanta frecuencia. Fue duro para ellos, pero no quería distraerme. Allá teníamos una misión. Tenia que ser un soldado. Tenia que ser un líder”.

Al regresar a casa, hubo muchos ajustes que hacer, algunos de ellos aun están en proceso.

“Me molesta estar en un centro comercial lleno de gente”, dice ella. “Los ruidos altos me molestan”.

La mayoría de los estudiantes en la universidad no se relacionan con ella.

“La primera pregunta que ellos siempre me hacen es, ‘¿Mataste a alguien?’”.

El obtener un titulo “es un gran hito en mi vida”, dijo Rodríguez. “Quiero demostrarle a mis hijos lo que ellos pueden hacer”.

“Se que ellos van a estar orgullosos”, dijo. “Para ellos esto les da mucho orgullo. Por lo menos así lo espero”