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 Miembros de la comunidad se unen para orar frente a un altar improvisado para las víctimas del ataque terrorista en San Bernardino, ocurrido el 2 de diciembre 2015.
Miembros de la comunidad se unen para orar frente a un altar improvisado para las víctimas del ataque terrorista en San Bernardino, ocurrido el 2 de diciembre 2015.
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Jihad Turk, presidente de Bayan Claremont, el programa posgrado de estudios Islámicos dentro de la Escuela de Teología de Claremont en la ciudad de Claremont, dice que la comunidad musulmán llora la pérdida de vida y condena el acto terrorista del miércoles, 2 de diciembre en San Bernardino.

“Estamos en solidaridad con la gente de todas las creencias”, dijo Turk. “No se puede justificar los injustificable. Lo que hizo esta persona es contra todas las religiones, en particular el Islam”.

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“Vez estas cosas en las noticias todo el tiempo, pero esta vez fue aquí – aquí en el edificio que podemos ver desde aquí”, dijo Angie Huerta, de 53 años de edad y residente de San Bernardino. Su casa está a unas dos cuadras del Centro Regional Inland.

En un viernes reciente, Angie Huerta y su esposo, Freddie Huerta, 54, estaban en su jardín, platicando sobre la masacre.

“Llevas a tus hijos de compras, al centro comercial, y el pensamiento llega a tu mente. ¿Iremos a estar bien aquí? Ya no sabe uno”, dijo Freddie.

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El niño Julián Lomelí, de 11 años de edad, dijo que perdió dos días de escuela. La batalla final entre los dos sospechosos, Syed Rizwan Farook y Tashfeen Malik, y la policía, sucedió en su calle, E. San Bernardino Avenue. Perdió el paseo escolar para mirar la presentación musical “The Nutcracker”.

“Tuve tanto miedo que estaba temblando. Pensé, ¿qué sucede? ¿qué me va a pasar a mí?”, dijo Julián, parado a un lado de un carro del alguacil el viernes, 4 de diciembre. En el trasfondo estaban los peritos, aún recogiendo evidencia del enfrentamiento que dejó a los sospechosos muertos.

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“Hemos vivido aquí desde que éramos niñas y nunca habíamos mirado algo similar”, dijo Melissa Miranda, de 46 años, también residente de E. San Bernardino Avenue. Su hijo de 8 años perdió dos días de escuela porque los oficiales de policía solamente dejaban entrar y salir a los residentes de esa zona, a pie, no en automóvil.

La hija de Miranda, Marisa Miranda, de 19 años, recibe servicios del Centro Regional Inland. La masacre no afectará sus servicios ya que solamente recibe visitas de una consejera dos veces al años, dijo su madre.

“Estamos un poco estremesidos. Pero ya nos sentimos más seguros porque elos [los sospechosos] están muertos”, dijo Melissa Miranda.

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El día del tiroteo, Marissa Rubio, de 38 años de edad, miró que el confrontamiento final sucediía cerca de su casa, ubicada precisamente sobre E. San Bernardino Avenue. Salió del trabajo a prisa para recoger a su hijo de la primaria que se encuentra a tres cuadras de su casa.

“Son menos de cuatro millas del trabajo aquí. Me toma unos minutos para llegar. Pero el miércoles llegué en una hora y media”, dijo Rubio, quien no durmió en su casa la noche del jueves y viernes después de la masacre. Temía por su seguridad. Se fue con su hijo de 9 años, a la casa de su hermana.

“Estaba con tanto pendiente porque no podía llegar con mi hijo. Pero finalmente lo hize”, dijo Rubio. “Estuve tan agradecida con Dios”.

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A las 7:30 am del miércoles 2 de diciembre, Pilar Ruiz Velazco, de 42 años, llegó a su sitio de trabajo en el Hotel Hilton Garden Inn que se encuentra en la Ave. Waterman, a pocos metros de donde ocurrió el tiroteo en San Bernandino.

“Fue terrible ver a policías armados por todos lados”, dijo Ruiz Velasco, quien recibió llamadas de su familia, incluso desde su natal Guadalajara. “Toda mi gente sabe que trabajo aquí y estaban asustados”.

Juan León, de 52 años, gerente de comidas y bebidas de dicho hotel. “No pude dormir bien anoche. Pienso cómo le cambió la vida a esa gente que vieron a sus familiares ese día en la mañana… y ya no están”, expresó León.

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“Estamos muy afectados porque nos llegó muy cerca de casa y nos duele mucho”, dijo Erika Belyeu, residente de Grand Terrace, durante la vigilia en el estadio de béisbol de los 66ers del Inland en San Bernardino, el jueves, 3 de diciembre.

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Jesse Jude Chávez, de 24 años y líder comunitario de ICUC, cree que la matanza ocurrida en San Bernardino es el colmo.

“Hemos estado pidiendo a la ciudad que hicieran más para prevenir a la violencia con las armas de fuego. Tristemente creo que algo de esta magnitud tuvo que pasar para que finalmente nos hicieran caso. Ojalá que ahora sí se comprometan a trabajar con nosotros para encontrar soluciones al problema de la violencia que ya existe en la ciudad”, dijo Chávez.

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Alejandro Curiel, residente de San Dimas, representa a La Asociación Latino Musulmana de América (LALMA).

“Yo nací católico, en Jalisco, México, criado católico pero andaba en la vida que andaba e incluso pase diez años en la cárcel y fue ahí conocí el islam. Me siento muy a gusto y con ganas de educar a la comunidad. El Islam es paz. El Islam es amor. El Islam es unidad. La gente no somos lo que cree que somos, en realidad somos gente de paz. Estamos tratando de quebrar el ciclo de odio con amor, paz y unidad. Estamos unidos son todos, cristianos, católicos, judíos, que miren que hay un solo Dios. En el Qur’an no dice que debes matar a nadie, al contrario dice que hay que unirnos en el amor”, dijo Curiel.

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El obispo Gerald Barnes estuvo presente en una vigilia el 7 de diciembre por la noche. Le preocupa la gente, ya que hay muchos con sentimientos encontrados; pide paz y unidad.

“Realmente nos necesitamos el uno al otro. La sanación toma tiempo. Nada sana de un día para otro. Pero esto es el principio. La sanación comienza con nosotros. Debemos preguntarnos, ¿qué debo hacer? El Congreso [de Estados Unidos] debe escuchar a la comunidad, ser humilde, ser servidores de la comunidad. Los hombres y mujeres del Congreso no son gente tonta, son muy inteligentes, pero en veces flaquean a sus propias agendas … necesitan escuchar a todos por igual”.

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El doctor Aslam Abdullah, residente de Fontana, dijo que los que usan la religión del Islam para dañar al prójimo están violando la religión y no entienden la misión de su fe.

“Tenemos una responsabilidad moral de luchar juntos contra el odio. La discriminación es injusta y debemos juntos luchar contra ella. Si permanecemos desunidos entonces los malos ganarán y no queremos que gane el odio. Queremos que gane el amor y la paz. Me siento muy dolido, se me revolvió el estómago cuando me enteré de la masacre. No pude creer que 14 inocentes perdieron la vida sin culpabilidad alguna”.

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Shireen Hakim, residente de Diamond Bar, musulmana de origen mexicano y paquistaní.

“Algo Bueno siempre sale de algo malo. Este acto violento ha hecho que la comunidad musulmana salga a la calle a conocer a otras comunidades. Esta tragedia está abriendo el canal de comunicación y entendimiento. Me siento conmovida de ver un grupo grande gente unidos por el bien”, dijo Hakim.

Olga Rojas, Ángela María Naso, Alejandro Cano y Sandra Baltazar Martínez contribuyeron con este despacho.