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EINDHOVEN – Algunas de las víctimas del avión malasio derribado sobre Ucrania regresaron por fin el miércoles a suelo holandés en 40 ataúdes de madera, los cuales fueron cargados solemnemente en igual número de carrozas fúnebres mientras las banderas ondeaban a media asta.

La cuidadosa y casi silenciosa ceremonia contrastó profundamente con el estruendo de los cañonazos y los vidrios rotos en el este de Ucrania, donde rebeldes pro rusos combatieron el miércoles para mantener el territorio que dominan, al tiempo que derribaron dos aviones militares ucranianos. El nuevo ataque demostró que no han dejado de disparar a las alturas pese a la indignación y pesar internacional causado por el derribo del avión de Malaysia Airlines.

Aunque los cuerpos aún no han sido identificados, los cadáveres que llegaron a Eindhoven fueron recibidos por un país sacudido por la pérdida de tantas personas a causa de una guerra lejana.

Chicos que iban a visitar a sus abuelos, un sobrecargo con prisa para llegar a su casa, un guardia de un club nocturno que visitaría a su novia están entre las 298 víctimas del vuelo M17, cuyo derribo la semana pasada intensificó la molestia contra los rebeldes pro rusos sospechosos de provocar la caída del avión.

Casi una semana después del hecho, los investigadores internacionales aún no pueden ingresar al sitio libres de restricciones, algunos restos no se han recuperado y hombres armados recorren el territorio desafiando al gobierno.

Un Hércules C-130 holandés con 16 ataúdes arribó seguido de un C-17 Globemaster australiano con otros 24, informó el vocero del gobierno holandés Lodewijk Hekking.

Investigadores británicos empezaron a trabajar con un par de “cajas negras” para recuperar los datos de los últimos minutos del vuelo. La Junta Holandesa de Seguridad, que se ha hecho cargo de la investigación, dijo que la grabadora de voz sufrió daños pero no muestra indicios de manipulación y sus grabaciones están intactas. Los especialistas comenzarán a estudiar su contenido el jueves.

Los dos aviones, que partieron de Ucrania al mediodía, fueron recibidos en la base aérea de Eindhoven por el rey Guillermo Alejandro, la reina Máxima, el primer ministro Mark Rutte y otras autoridades. Cientos de familiares también estaban presentes, dijo el vocero Hekking.

“Si debo esperar cinco meses a que los identifiquen, lo haré”, dijo Silene Fredriksz-Hoogzand, cuyo hijo Bryce y la novia de éste Daisy Oehlers murieron en el desastre. “La espera cuando los cuerpos estaban en el campo y el tren fue una pesadilla”.

En un día de duelo nacional las banderas ondearon a media asta en los edificios del gobierno holandés y en las casas de este país de 17 millones de habitantes.

Las campanas doblaron en las iglesias de todo Holanda mientras los aviones rodaban por la pista. El rey Guillermo Alejandro tomó la mano de su esposa la reina Máxima mientras veían cómo los ataúdes eran llevados de los aviones a las carrozas.

Cuando el último ataúd entró a la carroza correspondiente surgió un breve aplauso.

Del aeropuerto, los cuerpos fueron llevados bajo escolta de la policía a la ciudad de Hilversum, donde expertos forenses esperaban en barracas militares para llevar a cabo la meticulosa tarea de identificar los restos. El primer ministro Rutte dijo que muchos cuerpos podrían ser identificados con prontitud y devueltos a sus familiares, pero algunas familias tendrían que esperar semanas para lograr una identificación positiva.

El miércoles, los rebeldes siguieron luchando para conservar su territorio en el este de Ucrania y dijeron que atacaron a dos aviones de la fuerza aérea ucraniana en la misma zona en que cayó el avión de pasajeros.

El ministerio de Defensa ucraniano dijo que dos aviones de combate Su-25 fueron derribados unos 30 kilómetros (20 millas) al sur del lugar donde cayó el Vuelo 17. La República Popular de Donetsk indicó en su página de internet que un piloto murió y el otro era buscado por los combatientes rebeldes.

El ataque reavivó las preguntas en torno a la capacidad militar de los rebeldes y sobre qué tanto apoyo y entrenamiento han recibido de Rusia. Estados Unidos acusa al Kremlin de avivar el conflicto en Ucrania, lo que ha provocado que las relaciones entre este país y Occidente estén en su peor nivel en 20 años.

Si bien los insurgentes niegan poseer misiles capaces de alcanzar la altura de crucero de un avión comercial, el dirigente rebelde Alexander Borodai ha dicho que los separatistas poseen misiles tierra-aire Strela-10M, capaces de ascender a 3.500 metros (11.500 pies). La altura crucero de un jet, la del Vuelo 17 al ser derribado, es de 10.000 metros (33.000 pies).

Ucrania y las potencias occidentales están presionando a los rebeldes pro rusos que controlan el lugar a que permitan el acceso sin trabas de los investigadores. El presidente ruso Vladimir Putin dijo que ejercería su influencia para ello.

Aunque sostienen que el jet de pasajeros fue derribado por un misil, las autoridades estadounidenses dicen que el papel de Rusia en el desastre no está claro. Moscú niega estar involucrado.