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Ashley Vega, de 16 años y residente de Westminster marcha junto a 800 potestantes a lo largo de las calles de Santa Ana para demostrar su apoyo para una reforma migratoria. Con las nuevas elecciones aproximandose es hora de comenzar a prestar atención de nuevo.
Ashley Vega, de 16 años y residente de Westminster marcha junto a 800 potestantes a lo largo de las calles de Santa Ana para demostrar su apoyo para una reforma migratoria. Con las nuevas elecciones aproximandose es hora de comenzar a prestar atención de nuevo.
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Durante las últimas elecciones, las que llevaron a la Casa Blanca al hoy presidente Barack Obama, muchos vimos con agrado su posición frente al espinoso tema de la inmigración.

Espinoso por que suele incrementar ciertos vicios racistas y alebrestar los miedos históricos que han llevado a este país a ensañarse con los inmigrantes de turno a lo largo de los años y sobre todo en sus etapas de crisis económica.

El hoy presidente, hizo entonces promesas halagadoras, una de ellas fue la de priorizar la aprobación de una reforma migratoria integral, que saque a los más de doce millones de inmigrantes que viven y trabajan en este país de las sombras. No ha cumplido. Y al término de su primer periodo como mandatario es evidente que no cumplirá.

Es claro que la situación económica en la que recibió el país entre otros asuntos como la reforma a la salud, fueron prioritarios para la Casa Blanca; pero hoy cuando avanzan las primarias republicanas y falta poco para que el país decida quien se queda en el poder, es indispensable analizar con cabeza fría qué le ofrece cada bando – republicanos de un lado y demócratas de otro – a la comunidad hispana, marcada como es sabido por una fuerte presencia inmigrante.

Estudios recientes han demostrado lo obvio: el tema migratorio es prioritario para la comunidad hispana. A todos nos afecta la economía y nos importa la salud y la educación. Pero ¿qué sacamos al final del día si las mejoras no nos benefician o no benefician a nuestros seres queridos?

Todos, o casi todos, tenemos a un ser querido que no ha logrado regularizar su situación migratoria. Por eso el asunto nos es prioritario.

En eventos y entrevistas recientes, el presidente Obama ha vuelto a prometer. Ha prometido una vez más hacer de la reforma migratoria una prioridad de su gobierno durante su segundo periodo, claro de ser elegido. Y ha dicho claramente que aun contando con el sólido apoyo de su partido en el congreso, no ha logrado el apoyo de un solo republicano.

Y aunque hiera susceptibilidades, tengo que decir que eso es verdad. Todos recordamos el empeño que años atrás mostró el congresista John McCain cuando se unió al senador Edward Kennedy en su lucha por sacar adelante la ansiada reforma y la forma simple y oportunista en que decidió no apoyarla más cuando sus intereses políticos lo demandaban. Para dar solo un ejemplo.

Diciendo eso, hay que decir también que esta administración ha superado todos los récords en deportaciones, con todo lo que ello implica para la comunidad hispana, que ve divididas sus familias y rotas sus esperanzas y que los esfuerzos de la administración por impedirlo han sido si acaso, tímidos.

Pero, a pesar de ello, debo ubicarme en la misma línea de Frank Sharry, director ejecutivo de America’s Voice, cuando dice que no tiene dudas de que el presidente quiere aprobar una reforma en su segundo periodo y que el principal motivo de que aun no la tengamos es el obstruccionismo republicano en el congreso.

Y prefiero esa línea de esperanza, porque prefiero creer que este país reaccionará tarde o temprano y actuará en consecuencia, con ética, humanidad y lógica, a fundar mis esperanzas en quienes no prometen pero afirman que sacarán del país a todos aquellos que no estén en el “legalmente” y vetarán el DREAM Act.