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Frankyn, Antonio y Eddy ya no temen por sus vidas, luego de huir de la violencia de las pandillas de su natal Guatemala.
Frankyn, Antonio y Eddy ya no temen por sus vidas, luego de huir de la violencia de las pandillas de su natal Guatemala.
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Para Eddy, Antonio y Franklyn, la cuestión era de vida o muerte. Una opción era quedarse en su pueblo natal y  ser obligados a unirse a las pandillas y la otra, huir de la violencia en Guatemala hacia Estados Unidos por sí solos.

Aunque no llegaron juntos, Eddy, de 16 años y su hermano Antonio, de 14, así como su primo Franklyn, de 15, tomaron la decisión más importante de sus vidas: abandonar todo, incluso a sus familias.

Los tres viven ahora con la esperanza de que se aprueben sus casos de asilo y bajo un programa especial para menores.

La abogada Linda Dakin-Grimm, quien trabaja sin cobrarles, ha sometido documentación para que Eddy y Antonio puedan obtener un estatus legal en Estados Unidos, a través del proceso llamado Situación Especial de Jóvenes Inmigrantes (SIJ), de las oficinas del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos (USCIS).

Un programa de ayuda a niños

El propósito del programa del SIJS es ayudar a niños extranjeros en los Estados Unidos que han sido abusados, abandonados o descuidados.

Algunos niños que no pueden reunirse con sus padres pueden obtener una tarjeta verde como SIJ, y quienes reciben una tarjeta verde a través del programa SIJ pueden vivir y trabajar permanentemente en los Estados Unidos.

El caso de Franklyn es distinto. Él está siendo representado legalmente en un caso de asilo.

“Aunque los procesos legales son distintos, los tres niños tienen historias muy convincentes para [cumplir con] los requisitos de la ley”, dijo la abogada.

Hasta la fecha, en las cortes de inmigración hay decenas de miles de casos de menores no acompañados que continúan en el limbo legal.

“La real tragedia es la forma tan complicada en que trabaja la ley [de inmigración]”, dijo Linda Dakin-Grimm. “Estos tres niños tienen muy buenas posibilidades, pero hay 60,000 casos cada año”.

CRISIS HUMANITARIA

En efecto, la nueva oleada migratoria hacia Estados Unidos tuvo su punto más álgido en el año 2014, cuando agentes de la Patrulla Fronteriza detuvieron en la frontera entre México y Estados Unidos a 68,541 niños migrantes indocumentados. La mayoría de ellos procedían de Guatemala, El Salvador y Honduras.

En el año fiscal 2015 el total de menores aprehendidos fue de 39,970, y un total de 38,566 en los primeros ochos meses del año fiscal 2016.

Sin embargo, cifras oficiales del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) muestran que tan solo en los primeros tres meses del año fiscal 2017, correspondientes a los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2016 fueron detenidos 21,321 menores de edad en los cruces fronterizos de Estados Unidos.

Se agudiza la crisis

La crisis humanitaria surgida durante el mandato del ex presidente Barack Obama se ha agudizado con las políticas restrictivas del nuevo mandatario, Donald Trump.

De hecho, entre las nuevas guías se hace más difícil buscar asilo en Estaos Unidos; se permite la detención de indocumentados y otorgan más autoridad a los funcionarios de inmigración, lo que aumentaría el número de personas expulsadas.

Gillian Christensen, portavoz del DHS indicó que no podría confirmar si la guía migratoria es definitiva, ni tampoco si los nuevos procesos llevarían a mas deportaciones más rápidas.

“Por un lado están tratando de imponer miedo entre la gente, y por otro, enviar un mensaje a los países de Centroamérica [Guatemala, El Salvador y Honduras] que no los van a dejar quedarse en Estados Unidos”, dijo Ángela Sanbrano, directora de la mesa directiva del Centro de Recursos para Centroamericanos (CARECEN).

“Lo que hacen es inhumano y cruel por el impacto en las familias y la comunidad, porque las condiciones que impulsan a la gente a emigrar no han cambiado; estamos frente a una situación insostenible”.

‘LA BESTIA” Y LAS PANDILLAS

Su medio principal de transporte fue “La Bestia”, el llamado “Tren de la Muerte” de México, que cobra la vida de centenares de personas al año.

“Teníamos mucho miedo a las pandillas”, rememora Eddy, oriundo del Departamento de Suchitepéquez. “Allá no podía ir siquiera a la iglesia y mucho menos a estudiar”.

Fueron cinco días de viaje. Miles de kilómetros de distancia: de Guatemala a Tapachula y Arriaga (Chiapas); de ahí a Tabasco y Ciudad Ixtepec (Oaxaca) y de Tierra Blanca a Orizaba (Veracruz). El penúltimo destino: Lechería (Tultitlán, Estado de México) hasta llegar a Nogales, Sonora.

“En el tren no pagaba nada”, cuenta Eddy. “Lo único que tuve que pagar fue el dinero para los autobuses”.

En “La Bestia”, los migrantes centroamericanos sufren todo tipo de vejaciones, que van desde la discriminación al robo, y de la extorsión a la muerte, por parte de “coyotes”, policías y narcotraficantes.

“Yo, gracias a Dios estoy vivo”, dijo Eddy. “No quisiera regresar jamás a Guatemala”.