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    Nilo Lipiz, de 61 años, abraza a su hija Elaine Lipiz González, después que ella le dijo que le gustaría visitar Cuba, el país que él abandonó como adolescente. Cuba fue el catalizador de su inmigración a los Estados Unidos, pero su hija no visitará el lugar si le causa dolor a su padre. Él expresó que no quiere regresar a su tierra natal hasta que todos puedan expresarse libremente y sin consecuencias negativas. Ella sólo quiere viajar a Cuba con sus padres. Ambos viven en Anaheim.

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    El pasaporte de Nilo Lipiz, quien en aquel entonces tenía 14 años. A un lado está el pasaporte del padre de Lipiz. La tarjeta O.K. Food to Go Cuba and Mexican es el lugar donde por primera vez miró a su esposa. El ahora decano de instrucción y servicios estudiantiles en Santa Ana College guardó la tarjeta por décadas en una caja vieja de zapatos Vans. Su esposa no supo que él tenía ese recuerdo.

  • (De izq.-der.) Aileen Lipiz, 25, mamá Doris Lipiz Teseiro, papá...

    (De izq.-der.) Aileen Lipiz, 25, mamá Doris Lipiz Teseiro, papá Nilo Lipiz, Noah, 2, Elaine Lipiz González, y Ozzie González, frente a retratos de Nilo y su familia en Cuba. La familia escucha las historias de infancia de Nilo durante un desayuno en un reciente domingo en la casa de los González en Anaheim.

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ANAHEIM – Nilo Lipiz derrama el contenido de una vieja caja de zapatos Vans sobre el mostrador de la cocina.

Dentro de la caja hay fotografías en blanco y negro de su niñez. Un corbatín que su abuela le hizo de tela de una vieja falda. Una tarjeta de identificación de la Preparatoria Buena Park. Una pequeña Virgen de la Caridad del Cobre.

“Yo también tengo una”, dice su hija Elaine, mientras busca en el armario de su cocina y saca una pequeña miniatura de la Santa Patrona de Cuba.

La familia cubana-estadounidense de Anaheim, la cual incluye a Lipiz, de 61 años, y su esposa Doris Lipiz; sus hijas Elaine Lipiz González y Aileen Lipiz; y su nieto, Noah, comparten mucho – su amor por la familia, su gusto por la cocina de la abuela y su desprecio por el régimen comunista que ha controlado a Cuba durante décadas.

Pero cuando se les pregunta sobre el deshielo de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, la familia Lipiz está gentilmente en desacuerdo.

Los viejos enemigos ahora participan en conversaciones, y el presidente Barack Obama prometió abrir una embajada en Cuba, una de las diferencias de la familia, en gran parte generacional, y que se está repitiendo a través de la pequeña pero vibrante comunidad cubana-estadounidense del condado.

“Sé que algo tiene que suceder. (Pero) no estoy seguro que sea esto”, dijo Lipiz, decano de instrucción y servicios estudiantiles en Santa Ana College.

Lipiz, quien tenía 14 años cuando dejó Cuba con sus padres y su hermana, dice que se siente traicionado por el Presidente Obama y su reciente acercamiento a Cuba.

Líderes cubano-estadounidenses, según Lipiz, no fueron consultados antes del anuncio del llamado “deshielo cubano” a mediados de diciembre, declaraciones conjuntas de Obama y del presidente cubano Raúl Castro que indican que los dos países buscarán normalizar relaciones diplomáticas y económicas.

Pero aunque Lipiz estaba decepcionado, su hija más joven, Aileen, de 25 años, estaba emocionada.

“Pensé que tal vez sería más fácil para nosotros viajar y finalmente poder ver el lugar de donde proviene mi familia”, dijo Aileen, estudiante en Cal State Fullerton.

Desde entonces, después de hablar con su padre, su entusiasmo se ha templado.

“Veo la postura de mi padre…”, dijo. “Simpatizo con él y como se siente”.

En el hogar de la familia Lipiz, al igual que muchos otros hogares cubanos-estadounidenses, el tema de Cuba está tan a menudo sobre la mesa como un buen arroz con pollo.

“Durante toda mi vida, siempre ha habido debate político sobre la revolución, la experiencia cubano-estadounidense, el embargo”, dijo Elaine Lipiz González, de 32 años.

Ella no tiene “nada bueno que decir” sobre el régimen de Castro.

Aun así, ella se mostró esperanzada de que las charlas entre los países llevarán a mayor libertad para la gente que vive en Cuba.

“Para mí, es menos emotivo que para las generaciones mayores”, dijo. “No tengo el cinismo y el escepticismo que mis padres y abuelos tienen. No tuve las experiencias que ellos tuvieron, y la desconfianza del régimen”.

Sobre esto, Nilo Lipiz está de acuerdo.

Él creció en Matanzas, una provincia al este de La Habana.

Su padre trabajaba para una compañía estadounidense que fue nacionalizada por el gobierno cuando el régimen de Castro triunfó en la revolución cubana de 1959, y antes de que pudieran salir del país, en 1968, la familia luchó por mantenerse a flote durante varios años, fabricando juguetes de madera y cosiendo ropa para niños.

“(Mis hijas) no pueden vivir lo que yo viví”, dijo Lipiz. “Les puedo contar al respecto. Pueden mostrar simpatía. Pero no lo vivieron”.

Después de varias décadas, la perspectiva de los cubanos estadounidenses sobre Cuba ha evolucionado.

Los hijos y nietos de inmigrantes cubanos generalmente apoyan más la normalización de relaciones con Cuba. Dicho esto, los jóvenes cubanos-estadounidenses aún sienten un fuerte compromiso por la democracia y otros principios transmitidos por sus mayores, comentó Anita Casavantes Bradford, profesora asistente de historia y estudios chicanos/latinos en UC Irvine.

“A menudo, se sienten divididos entre explorar su propia herencia y mantener una lealtad a sus padres, el respetar lo que sus padres perdieron”, dijo.

También hay grandes diferencias en actitudes entre los que llegaron a Cuba en la década de los sesentas y aquellos que llegaron en décadas recientes.

Los motivos de los inmigrantes recientes están basados más en realidades económicas que en la política, según Casavantes Bradford, quien escribe sobre Cuba y la comunidad cubana en el exilio.

La mayor concentración de cubanos-estadounidenses se encuentra en el Condado de Miami-Dade, en la Florida, donde profesores de la Universidad Internacional de La Florida (FIU, por sus siglas en inglés) han tomado el pulso de la comunidad desde 1991.

Las encuestas de FIU sobre Cuba muestran que la más reciente ola de inmigrantes cubanos y jóvenes cubanos-estadounidenses favorece el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y se oponen al embargo. Ellos también desean viajar sin restricciones y favorecen el envío de medicinas, comida y dinero a Cuba.

Mientras tanto, en Cuba, la gente tiene la esperanza de un cambio en las relaciones con los Estados Unidos, aunque el entusiasmo inicial se ha desvanecido un poco, dijo Raúl Fernández, profesor emérito en la Facultad de Ciencias Sociales de UC Irvine.

Fernández, quien regresó la semana pasada de su viaje anual a la isla, quiere ver que los dos países establezcan relaciones de igual a igual.

Entre los obstáculos que enfrenta la normalización se encuentran las exigencias cubanas de que los Estados Unidos ponga fin al embargo comercial, cierre la base naval en la Bahía de Guantánamo y saque a Cuba de su lista de estados patrocinadores del terrorismo. También está la empresa de radio y televisión Martí, que es apoyada por los Estados Unidos y que algunos critican por fomentar una revuelta contra el gobierno.

“Hay un chiste que dice que las cosas serán muy buenas durante la transición”, dijo Fernández, “pero la transición podría durar 35 años”.

A nivel nacional, hay cerca de 1.8 millones de residentes que se identificaron como cubanos durante el censo estadounidense del 2010. Ese es un incremento de casi el 44 por ciento con relación al censo del 2000. California se encuentra en segundo lugar después de Florida, el estado con el mayor número de cubanos, con más de 1.2 millones.

En el Condado de Orange, se estima que el número es un poco más de 9,100. El antiguo “círculo cubano” ya no existe, pero viejos amigos aún se reúnen un par de veces al año para bailes con una banda de salsa en vivo.

Una de las residentes que ayudó a organizar los bailes es Connie Rodríguez, de Santa Ana. Ella salió de Cuba en 1960, y no cree que el actual gobierno cubano hará lo correcto por su gente.

Tampoco lo cree César Hernández, de 78 años y residente de Orange.

Él era funcionario en el sistema judicial de Caimanera, un pequeño pueblo en la provincia de Guantánamo, cuando un agente del gobierno le pidió que sirviera como informante de las personas que no eran simpatizantes.

“Yo pensé: ‘no podemos quedarnos aquí’”, comentó Hernández.

Él no regresará a la isla. Y antes que el embargo sea eliminado, lo cual sólo puede ser hecho por el Congreso, él quiere ver elecciones libres con múltiples partidos políticos, libertad de prensa y libertad de expresión en la isla.

Nilo Lipiz tampoco contempla regresar hasta que haya un cambio verdadero. Su madre, quien también se llama Doris, de 83 años, se opone a eliminar el embargo y no tiene deseos de regresar. Su esposa, sin embargo, ha visitado la isla dos veces para ver a sus parientes.

Elaine y Aileen esperan un día visitar a Cuba con sus padres. A Elaine le gustaría ver cómo viven los cubanos de hoy bajo el régimen de Castro. Su padre no irá hasta que los hermanos Castro estén fuera del poder.

Mientras tanto, la muy unida familia Lipiz y sus amigos continúan reuniéndose con frecuencia.

La abuela Doris, quien junto con su esposo trabajó durante décadas para Vans después de llegar al Condado de Orange, vive con su hija y su familia en Fullerton.

Su nieto de dos años, Noah, quien cambia fácilmente entre español e inglés, es a menudo su enfoque.

¿Qué compartirá Nilo Lipiz con Noah sobre Cuba?

“Las fotografías y las historias”, dijo. “Y ciertamente, lo llevaré allá algún día”.

Pero… “todavía no”.