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    Mizra, propietaria de una mercería en el centro de , se queja del alto costo de la renta del inmueble donde expende hilos, estambres y cobijas donde sus ventas han caído estrepitosamente, debido a la ausencia de clientela latina.

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    Negocios vacíos y sin clientela pueden apreciarse a distintas horas en el centro de Santa Ana, como consecuencia probable del aburguesamiento.

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El tema del aburguesamiento en el centro de Santa Ana divide a los mismos comerciantes latinos que aún permanecen en la zona. A los empresarios que les ha ido económicamente en los últimos seis años, hablan maravillas del progreso y cambios de diseño en la arquitectura de los edificios, pero otros, casi a boca al borde de un ataque de nervios denuncian su miedo a ser desplazados en cualquier momento.

“Aquí forzaron a los latinos a irse”, dijo Mizra, una mujer persa que vende hilos, estambres y cobijas. “Trajeron más americanos y corrieron a la gente”.

Mizra abrió su negocio a las 10:00 a.m. A las 2:00 p.m. apenas había atendido cuatro clientes latinos. Su venta en ese lapso: $60.00.

A finales de octubre, la Asociación Americana de Planificación (APA) declaró el centro de Santa Ana como uno de los cinco mejores vecindarios del país las autoridades municipales hicieron fiesta.

“Esto no sucede de la noche a la mañana; fue un reconocimiento que se merece no el gobierno, sino la gente de la comunidad”, dijo la concejal Michele Martínez, representante del distrito electoral que incluye el centro de la ciudad. “Es para la gente que ha luchado por años para asegurarse que son parte del gobierno se escucha su voz y no son excluidos de las decisiones”.

El centro de Santa Ana tiene una tradición de acoger una variedad de usos a lo largo de los 147 años de historia. Hay edificios multiusos y urbanos densos, incluyendo edificios gubernamentales, industriales, comerciales y residenciales.

La zona es ahora un lugar de restaurantes de comida internacional, encuentro para artistas, empresarios, ejecutivos y centro de la clase creativa del Condado de Orange con características de tener zonas residenciales adyacentes seguras, familiares, cercanas a tiendas, restaurantes y oficinas. También, a escasos metros al norte, está su Centro Cívico con centenares de indigentes.

El cambio no es fácil

¿De qué aburguesamiento hablan? Es integración. No lo entiendo, aquí hay dueños [de negocios] latinos…todavía hay muchos latinos; nosotros no podemos controlar quienes vienen y quienes se van; el gobierno trabaja con todos”, defendió la concejal. “El cambio no es fácil; se debe reconocer el progreso… hace 20 años yo no venía aquí, en el centro de la ciudad no se daba la bienvenida a los jóvenes y ahora es inclusivo”.

Martínez declaró que cuando ella tenía 17 años, su entrenador de Santa Ana High School le decía que el centro de Santa Ana no era un lugar apropiado para visitarlo porque era muy peligroso y estaba lleno de cantinas.

Incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos, el centro de Santa Ana es un mar de viviendas del Condado de Orange, el barrio tiene una identidad urbana única que es difícil de encontrar en el sur de California. Hay 99 estructuras históricas que datan de 1870 y las reconstrucciones posteriores al terremoto de 1934.

Temor a ser desalojado

Una de estas construcciones es el histórico Santora Arts Building donde se ubica la Galería de Arte y donde el artista mexicano Atilano Molina ha expuesto sus obras desde hace 26 años.

“Desde que comenzó la ‘gentrificación’ (aburguesamiento) nos están echando a todos afuera; yo tengo 10 o 15 amigos que ya se fueron”, dijo Molina, quien por suerte cuenta con el respaldo del dueño del local, Jack Jakosky. “Él no quiere que me vaya, le gusta mi arte, mi trabajo y la pintura abstracta que pinto en 20 estilos de acrílico; me dice que ya no hable del pasado y que lo deje atrás de mí, pero tengo miedo de que me echen; ahora hay muchos orientales, americanos y de otros países, y tenemos que luchar, ahora que está más difícil la competencia. A mí me ha salvado mi talento”.

La mezcla de preservar la rica historia latina y la integración de nuevas ideas y a la nueva generación de jóvenes es lo que le otorgó al centro de la ciudad la designación de “Grande Vecindario”.

Con el objetivo de fomentar aún más el crecimiento del centro de Santa Ana en el futuro, se implementó un premiado Código de Zonificación de Tránsito dentro del vecindario.

Dicho plan ha facilitado el diseño y la construcción de más de 170 unidades de vivienda asequible, y una ordenanza de reutilización adaptativa recientemente adoptada que facilitará la conversión del espacio de oficina e industrial no utilizado en unidades residenciales.

Oportunidades a hijos de inmigrantes

“Los que hablan de que los quieren echar no deben sentirse así; somos siete concejales latinos [en el Ayuntamiento]y lo que se ha hecho es darles oportunidad a los hijos de inmigrantes de primera generación para sentiré orgullosos de que la huella de sus hijos en Santa Ana va a seguir fuerte”, manifestó el concejal Vicente Sarmiento. “Ahorita, la economía está muy fuerte y en Santa Ana el índice de desempleo ha caído del 14% al 5%, y esos quiere decir que la gente va a tener más trabajo y van a poder estar en un lugar como el centro de la ciudad donde se observa la identidad latina de santa Ana, y eso es muy importante para nosotros”.

Sarmiento desmintió que las autoridades estén tratando de hacer lo que hacen otras ciudades donde llegan proyectos y desplazan a todos.

“Nosotros estamos haciendo todo lo posible para mantener nuestras raíces y negocios latinos; muchos de los dueños siguen acá y tratamos de integrarlos con lo nuevo porque se vive una dinámica multicultural de latino, americanos y asiáticos; eso es lo que hace bueno a un vecindario”, añadió concejal.

Sarmiento informó que mediante la inversión de $8 millones la ciudad está apoyando la revitalización del Corredor Sur de la Calle Main, un proyecto necesario para respalda a quienes no puedan pagar las altas rentas en el centro de la ciudad y puedan cambiarse a esa zona.

“Mis socios y yo invertimos $100,00 y modernizamos este lugar”, dijo Frank Farías, un inmigrante mexicano nacido en Sahuayo, Michoacán y co-propietario de Café Calacas, ubicado en la esquina de las calles 4th y Birch. “Antes era un changarro donde vendían de todo; le cambiamos el código al negocio y hoy es un lugar muy visitado por todo mundo; aquí [en el centro de la ciudad] todavía hay mucha raza, pero creemos que a veces los cambios tienen que pasar para ser mejores”.

A pesar de todo y después de atender a sus cuatro clientes, a Mizra nada le convence.

“De seguir así, a final de mes no sé cómo le haré para pagar la renta del local de $6,000”, indica. “Los latinos eran mis clientes; ellos nos amaban, pero los obligaron a marcharse”.