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SANTA ANA: El empleado detrás de las operaciones multimillonarias de Goodwil OC se prepara para jubilarse

 Leonel Barragán saluda al empleado, Thuan Nguyen, a medida que avanza por el centro de procesamiento de Goodwill Orange en Santa Ana. Barragán, quien es el director de ventas al por mayor y procesamiento de la organización no lucrativa, se prepara para jubilarse de la organización después de 45 años.
Leonel Barragán saluda al empleado, Thuan Nguyen, a medida que avanza por el centro de procesamiento de Goodwill Orange en Santa Ana. Barragán, quien es el director de ventas al por mayor y procesamiento de la organización no lucrativa, se prepara para jubilarse de la organización después de 45 años.
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¿Será acaso la suave voz barítona de Leonel Barragán, con acento hispano, lo que lo identifica? Esa voz, utilizada en Goodwill del Condado de Orange en los anuncios de servicio público, y durante 16 años, como el anunciador de subastas en el popular Marketplace de Goodwill, que invita a la comparación. Así como su apariencia de estrella de cine, con barba. Y, la forma en que viste —pulcro, con saco y camisa de cuello abierto— para un día de semana en un lugar donde ha trabajado por 45 años.

Observas a Barragán, lo escuchas, y es imposible no pensar, al menos por un segundo, que él es… (efectos de sonido, tambores)…el actor en el comercial de la cerveza Dos Equis.

“Lo molestamos: ‘El hombre más interesante del mundo’. Ese es Leonel: la mirada, la actitud”, dice Corrine Allen, vice presidenta de operaciones al por menor de Goodwill del Condado de Orange, y jefa de Barragán.

“Es tan distinguido”, añade. “Lo llamamos: ‘el hombre más interesante de Goodwill’”.

Pero no es solo su apariencia. Barragán, de 63 años, está a punto de jubilarse de Goodwill, y cuando lo haga, va a dejar el único empleo que ha desempeñado en su vida.

También, deja atrás una especie de legado —un modelo de negocio que permite un estilo de subasta que crea el estilo de “guerras de bodegas”, e inició un motor económico para Goodwill, y los comerciantes por todo el mundo que buscan y necesitan efectivo.

Barragán llegó a Estados Unidos en 1969, con tan solo 18 años, un joven con una discapacidad y cero experiencia laboral. Goodwill lo contrató y se convirtió en un empleado imprescindible para el crecimiento y desarrollo de la organización no lucrativa.

Cuando se jubile, el 2 de enero, será parte de la mitad de la historia de 90 años de existencia de Goodwill del Condado de Orange.

Allí, dice Allen, “está su historia”.

Una historia de trapo en trapo.

UN INICIO DIFÍCIL

Barragán llegó a Santa Ana desde México con su madre y hermanos para reunirse con su padre. La familia se había separado por años mientras que su padre cosechaba fruta en las granjas cerca de Fresno y Santa Rosa.

Por medio de conocidos, su padre consiguió un trabajo como obrero en Santa Ana. Cuando se había instalado, mandó por su familia.

Barragán, el mayor de ocho hijos, tuvo problemas desde pequeño. Al cumplir 1 año, dejó de caminar. Tomó meses para que los doctores en Michoacán averiguaran el motivo: poliomielitis.

Cuando tenía 5 años, su madre lo llevó a la ciudad de México, porque escuchó que había especialistas que llevaban a cabo cirugías para ayudar a caminar a los niños con poliomielitis.

Liduvina Barragán llevó cargado a su hijo al hospital. Lo dejo allí por cuatro años.

Barragán pensaba que él y los otros niños en el hospital eran “conejillos de indias”. Pero, 13 cirugías después, salió caminando sin ayuda de nadie, a la par de su madre, con las piernas encerradas en apoyos, y los brazos esposados a dos muletas de metal.

“Nunca me consideré un discapacitado”, dice Barragán. “Nunca me consideré en desventaja”.

En el momento en que llegó a Santa Ana, Barragán solo utilizaba un bastón y un solo aparato ortopédico en su pierna izquierda.

Quería ir a la preparatoria, Santa Ana High, con sus primos, pero se entristeció al enterarse que por ser adulto, no podría ser admitido en la escuela.

“No podía creerlo. Cómo era posible que alguien que quería ir a la escuela, no se lo permitieran”.

También estaba la barrera del idioma.

Un vecino le habló de Goodwill, lo llevó allí, y le sirvió de intérprete.

Barragán sonríe y levanta una fotocopia en blanco y negro, sentado en el escritorio de su oficina: el pelo del joven es corto y oscuro, separado de la misma manera que ahora. La mirada, penetrante y seria, con ojos avellanados y el rostro recién afeitado.

“Así es como me miraba en ese entonces”, dice, sonriendo.

Goodwill vio algo en esa mirada y la motivación en él. Colocaron a Barragán a trabajar como evaluador de mercancía en la ahora extinta tienda, As Is Store.

“Yo era el único empleado que hablaba español, y no hablaba inglés. Goodwill nunca se dio por vencido conmigo. Estaban dispuestos a darme una oportunidad, y darme trabajo”.

A su vez, Barragán hizo lo que pudo para ampliar sus horizontes. Tomó clases de Inglés como segundo idioma (ESL) por un año consecutivo, entre semana de 5 a 10 de la noche, y de día trabajaba en Goodwill.

Entonces alguien le preguntó: “¿Por qué no vas a la universidad?”.

Mientras ascendía de representante de ventas a asistente de gerencia, y después, gerente de la tienda, As Is Store, Barragán tomaba clases por las noches en Santa Ana College.

Nunca obtuvo el título de licenciatura que buscaba, pero eso no impidió su progreso en Goodwill.

Con su ética de trabajo —largas jornadas de trabajo durante períodos largos de tiempo para terminar un proyecto— y su don para la innovación, Barragán llegó a ser director de operaciones de ventas al por mayor y de procesamiento.

Todos los días llegaba a las 7:30 de la mañana. Todavía lo hace.

Su oficina está justo al lado de la planta principal del centro de procesamiento de Santa Ana. Es el lugar donde toneladas de ropa y mercancía llegan todos los días de los centros de donación en todo el condado. Desde allí, la mercancía se clasifica y se envía a las tiendas Goodwill u otros destinos.

Barragán considera ésta ubicación, Goodwill Marketplace, su legado.

La idea original fue de él. Goodwill lo puso a cargo de la transformación de la antigua tienda, As Is Store, en un centro de operaciones multimillonario. Hoy en día, es a la vez un negocio al por menor, donde los clientes compran ropa por libra; y, un negocio de venta al por mayor, cuando las mercancía se vende a granel en subasta pública.

The Marketplace, en la calle Fifth Street, justo al lado de Fairview, ocupa un espacio de 34,000 metros cuadrados, adjunta al centro de procesamiento. Se inauguró en 1978 y, a lo largo de las décadas, Barragán estima que ha apoyado a miles de hombres y mujeres que reciben servicios de Goodwill.

Él deja un plan para llevar el concepto del Marketplace al extranjero.

“Goodwill no es solo un trabajo para mí”, explica Barragán. “Es mi misión”.

El Marketplace de Barragán le da una ganancia del 80 por ciento a Goodwill —alrededor de $8 millones el año pasado. Pero también es un generador de ingresos para sus clientes mayoristas, que viajan desde el Medio Oriente, Europa, Asia, África para comprar productos que después venden en sus países.

Eduardo Morillo Velázquez es un cliente constante desde hace 15 años, y hace viaje desde Baja California, al menos una vez por semana. En una tarde reciente, corrió cuando vio a Barragán en el almacén en su scooter eléctrico.

“Leonel, ¿cómo está?”. Velázquez le pregunta en español, mientras le da una palmada en el hombro, y estrecha la mano de Barragán.

Velázquez dice que Barragán, quien hace ocho años le entregó el micrófono de la subasta a su aprendiz, Israel Bergara, es un buen vendedor, tan bueno “que podría vender piedras”.

Y, añade Velázquez, “es porque lo hace de corazón”.

UN HERMANO

Barragán no quiere dejar su trabajo. Pero la polio lo está debilitando.

Una vez que está en su scooter eléctrico, todo está bien, explica. Pero, es el esfuerzo que hace para caminar sobre los dos bastones que necesita para ir de su querido Mini Cooper rojo a su oficina.

Él lo explica de esta manera: su mente arrastra a su cuerpo, diciendo: “¡Vamos, vamos!”. Pero su cuerpo ya no responde tan bien, y termina el día totalmente agotado.

“La polio te alcanza”, dice, “y, te frena”.

Allen, su supervisora por los últimos doce años, está segura que cualquier tipo de fiesta de despedida que Goodwill ofrezca para Barragan incluirá comida de El Pollo Loco, donde, según ella, él compra su almuerzo todos los días.

Recordar su rutina hace que ella se sonría. Después, la idea de una fiesta de jubilación le hace parar a mitad de la frase, y luchar para contener las lágrimas.

“Lo quiero”, dice. “Es como un hermano”.

Así como cuando llegó por primera vez a Goodwill, Barragán no sabe que le depara el futuro. Espera que pueda visitar su lugar de trabajo de toda la vida de vez en cuando.

¿Pero, más allá de eso?

“No sé qué quiero hacer una vez esté jubilado. Eventualmente, voy a descubrirlo”.