¿Las artes pueden resucitar a la ciudad de San Bernardino?
Ésa fue la pregunta clave que provocó una discusión animada entre un panel dentro de un edificio antiguo, grande y sencillo. Se trataba de un intercambio de ideas promovido por Zócalo Public Square, un medio latino basado en Los Ángeles, y patrocinado por la James Irvine Foundation.
Michel Nolan, reportera del diario The San Bernardino Sun y moderadora del panel, abrió el dialogo recordando a la imagen negativa de la ciudad pintada últimamente en las noticias, refiriéndose a un reportaje hecho por el periódico The Los Angeles Times en junio, que describía a la ciudad como un “símbolo de las desgracias urbanas en la nación”.
“Las artes ensalzan nuestra historia y diversidad, reflejan quiénes somos”, dijo Juan Delgado, escritor mexicoamericano y docente en la Universidad Estatal de California, San Bernardino (CSUSB). “Sabemos que las escuelas nos están apoyando en esta labor y la importancia de que los niños sean expuestos a las artes para que sean amantes de ellas”.
“Tenemos muchísimo talento aquí, buenos artistas y escritores, y tenemos que ofrecerles un sitio para poder expresarlo”, indicó Ernie García, decano jubilado de la Escuela de Educación en CSUSB.
La tercera panelista, Valerie Peister, exdirectora de la Sinfonía de San Bernardino, describió las artes como “una chispa que alentaba al espíritu humano”.
En referencia a que si las artes atraerían a la gente y a los inversionistas, todos los panelistas contestaron que sí. “Nada más tenemos que encontrar la manera de hacerlo”, comentó García. “Les quisiera dar el ejemplo de Paducah, Kentucky… Allí la ciudad pidió que los artistas ayudaran a rehabilitar a los inmuebles que no cumplían con el código municipal”.
A lo que Delgado añadió: “tenemos muchos edificios vacíos que podían ser restaurados por artistas”.
Sobre la financiación de las artes en la ciudad, García mencionó que no siempre quedaba muy claro cuánto dinero había disponible en el presupuesto municipal, un uno por ciento. “Creo que hay unas necesidades muy importantes y solamente pido que clarifiquen un poco lo que hay disponible”.
Por su parte, Delgado opinó que no se requería mucho dinero para poder llevar a cabo proyectos que valieran la pena. “Nada más tenemos que hacer que el proceso sea más fácil porque todos queremos lo mismo”, dijo Delgado. “Queremos embellecer a nuestra ciudad. Si invertimos en nuestros artistas, nos recompensarán con su labor e interés. Será un dólar muy bien invertido”.
Cuando Nolan preguntó acerca del involucramiento del público en los proyectos de arte, García contestó diciendo que “una señora hoy mismo pasó por aquí y me preguntó en español qué era este edificio. Yo le dije que es un centro cultural para toda la comunidad y la señora se puso bien contenta”.
García se refería al recién abierto Centro Cultural, un edificio hecho de ladrillos de adobe con un techo rojo, ubicado entre las Calles E y 11, que pertenece al Departamento del Agua. García dijo que miembros de la Asociación de Conciertos lograron que el Departamento lo arrendara por solamente un dólar al año.
“Me gustaría que se enseñara a hacer retablos y que se convirtiera una casa de éste callejón histórico en un restaurante de tapas”, añadió García con ilusión.
“En el momento que tenemos a los artistas reunidos, las chispas vuelan”, dijo Delgado.
Contagiados con el entusiasmo de los panelistas, algunos asistentes quisieron hacer comentarios y preguntas adicionales al final. Salieron ideas de cómo recaudar más fondos para hacer que se tuviera un Arts Walk (Paseo de las Artes), patrocinar más eventos familiares como el Festival de Tamales en diciembre y mantener a flote el Centro Cultural, también conocido como el Centro de las Artes de los García.
Al fin de cuentas y, según los panelistas, las artes sí pueden ayudar a que resurja una ciudad en la ruina.
