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José Gómez Ocampo, de 20 años, llegó de México solo a los 11 años. Actualmente está amparado bajo el Estatus Especial del Inmigrante Juvenil o "SIJS" que ayuda a ciertos menores indocumentados quienes hayan sido abandonados, abusados o descuidados a vivir legalmente en el país.
José Gómez Ocampo, de 20 años, llegó de México solo a los 11 años. Actualmente está amparado bajo el Estatus Especial del Inmigrante Juvenil o “SIJS” que ayuda a ciertos menores indocumentados quienes hayan sido abandonados, abusados o descuidados a vivir legalmente en el país.
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José Gómez Ocampo, de 20 años, sabe lo que es superar obstáculos. Lo lleva haciendo toda su vida.

Sobrevivió una adolescencia tumultuosa, constantemente mudándose de una vivienda a otra en los barrios más complicados del Sur de Los Ángeles,  sintiéndose atraído por la delincuencia y las falsas promesas de la vida callejera.

“Todo me daba igual. La verdad es que no estaba motivado. Tuve que encontrarme a mí mismo”, afirma.

Con una sonrisa y aparente tranquilidad, este veinteañero nacido en Guadalajara, Jalisco relata cómo llegó al país solo, y sin papeles, a la edad de 11 años. Nueve años después aún sigue su lucha por regularizarse.

Afortunadamente un programa migratorio, conocido como “Estatus especial para jóvenes inmigrantes” o “SIJS” le ha dado esperanzas de superar un nuevo obstáculo. El SJIS es para jóvenes como Ocampo que vinieron solos como menores de edad a este país.

Su historia

Recuerda que al morirse su bisabuela en México y habiéndose ido sus familiares a vivir al Norte, le preguntaron si quería saltarse el muro. Al prinicipio, no quiso aventurarse. Pero luego le convencieron. Le mandaron a que fuera con un hombre que le iba a llevar a donde éstos estaban en California.

“Fui el único de mi grupo que llegó a este lado, a los otros les agarraron la Migra”, expresa.

Cuando arribó a la metrópoli angelina, se quedó  a vivir con su abuela, que padece de varias enfermedades crónicas, y sus hermanos.  Al principio se le dificultó la escuela porque no hablaba el inglés.

A pesar de estar viviendo ahora en el mismo país de sus padres, ellos seguían ausentes. Hasta la fecha sabe que su madre vive en el estado de Washington y se hablan de vez en cuando. “Mi madre me tuvo demasiado joven, a los 17 años”, reflexiona José.

De su padre nunca ha sabido nada.

Una luz al final del túnel

José pensaba que su situación migratoria no tenía remedio hasta que vio una luz al final del túnel.

Su vida dio un giro por completo al consultar con una abogada de inmigración y enterarse de que existe un estatus especial que deja a que ciertos menores indocumentados soliciten una protección especial por medio del sistema judicial estatal que abre camino a la residencia permanente.

El llamado SIJS permite a que menores no acompañados puedan recibir un permiso de trabajo y permanecer en el país legalmente mientras que esperan a que se procese dicha petición y, últimamente, adquirir la tarjeta verde.

“El SIJS es una visa especial que permite a inmigrantes indocumentados que sean menores de 21 años y quienes hayan sido abandonados, abusados o descuidados a quedarse legalmente en el país”, manifiesta Lauren Ransford, abogada con experiencia tramitando a las solicitudes del SIJS.

El número de solicitudes para el SIJS ha disparado en años recientes. En 2015, por ejemplo, hubo 11,500 solicitudes mientras que en 2016, hubo 19,475, según las cifras del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS).

José espera que pronto pueda solucionar su caso migratorio. Actualmente está amparado bajo el SIJS pero todavía no le ha llegado el permiso de la permanencia legal. “Hay que tener paciencia porque estas cosas toman su tiempo”, añade.

Ahora, sin embargo, está esperanzado. Comparte un pequeño departamento con otro joven y se ha alejado de las personas negativas que antes le rondaban. Le gusta ir al gimnasio y hacerse comidas saludables. Está estudiando para ser enfermero y quiere sacar su maestría: “Siempre me ha gustado ir a la escuela y sacar buenas calificaciones”, reconoce.

El haberse criado sin padres y el no haber tenido modelos ni guías, le ha sido difícil; sin embargo, ha tenido sus ventajas, esboza José, que ahora vive en Riverside. Al fin y al cabo, las experiencias que él ha vivido le han enseñado a valerse por sí mismo y a no depender de nadie.

“Algún día quisiera casarme, tener hijos y ser un padre responsable…”.