Las imágenes de los menores no acompañados procedentes de América Central que llegan a los Estados Unidos en busca de oportunidades es una repetición de una escena antes vista, aunque en circunstancias distintas.
En 1932, en el tope de la Gran Depresión, los mexicanos en Los Ángeles buscaban trabajo como casi todos los demás. Algunos fueron deportados a México. No solo los mexicanos, pero también los trabajadores migrantes blancos en los Estados Unidos a veces se vieron bloqueados por los agentes del orden público de entrar a California en sus fronteras.
La tensión aumentó ya que los locales y los recién llegados competían por los trabajos. Y la plaza histórica de la ciudad colindante a la Calle Olvera a menudo atrajo el descontento, los mítines políticos, las huelgas y las redadas de inmigración en la década de 1930.
Mientras tanto, como Los Ángeles fue la sede de los Juegos Olímpicos de 1932, los líderes cívicos estaban ansiosos por mostrar la mejor cara de la ciudad. La Calle Olvera se había rescatado recientemente como un mercado mexicano de ensueño.
Aunque la Calle Olvera capitalizó en temas coloridos de la música, la vestimenta, la cultura y la artesanía mexicana, la realidad para los mexicanos era marcada por el racismo y la alienación, dijo Chris Espinosa, gerente general del Monumento Histórico del Pueblo de Los Ángeles.
Con ese telón de fondo, el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, uno de los muralistas mexicanos más reconocidos de la época, fue invitado a crear una obra para la Galería Plaza Art en la Calle Olvera.
Los pintores mexicanos eran populares en ese momento, y FK Ferenz, propietario de la Galería Plaza Art, sabía que el tener una obra de un muralista mexicano famoso en el exterior de su galería llamaría la atención del público.
“Ellos le dieron el título de ‘América Tropical’, pensando que pintaría mexicanos soñolientos y frutas”, explica Espinosa. “Ellos no entendía su historial político. Él era el más radical de los otros dos grandes muralistas mexicanos, Diego Rivera y José Clemente Orozco”.
Siqueiros ya había sido expulsado de México por su actividad revolucionaria. Él fue parte de un complot para asesinar al revolucionario marxista ruso, Leon Trotsky, a quien se le concedió asilo político en México. Siqueiros era un simpatizante del líder comunista ruso, Josef Stalin.
En lugar de una escena tropical idílica, Siqueiros creó una imagen de la selva que crece sobre un templo maya, con caras siniestras que acechan en las sombras. Dos tiradores, un peruano y un mexicano, están agachados en una esquina, con la mira en un águila, el símbolo de los Estados Unidos.
Siqueiros reservó la imagen más importante para el centro del mural: un indígena en la cruz.
“En la última noche, antes que se revelara el mural, Siqueiros envía a todos sus ayudantes a casa y pinta una figura indígena en el centro”, explica Espinosa. “Así que en lugar de la América Tropical, representa la zona tropical de América del anti-colonialismo, el salvajismo del capitalismo y la destrucción de las culturas indígenas. En esencia, era una pancarta política de 18 por 80 pies, un llamado a las armas”.
El mural estuvo al descubierto por lo menos durante un año antes que el lado derecho, con los tiradores, fuera cubierto con cal. En 1938, toda la obra fue cubierta con pintura blanca.
A finales de 1960, la cal empezó a desvanecerse y dejó al descubierto las imágenes una vez más. Irónicamente, el encubrimiento ayudó a preservar la obra. Tomaría casi cinco décadas antes que la ciudad, bajo el mandato del alcalde Antonio Villaraigosa, dedicara $6 millones para preservar el mural y la construcción del museo.
En el 2012, el America Tropical Interpretive Center (Centro de Interpretación de América Tropical) abrió sus puertas en la Calle Olvera, incluyendo una plataforma de observación del mural original, preservado con la ayuda del Getty Conservation Institute.
Algunos visitantes están decepcionados con el mural; otros lloran cuando lo ven, dijo Espinosa.
“Cuando lo observas, sabes que lo creó un maestro del arte”, indica Espinosa. “Cuenta una historia profundamente arraigada en la cultura de Los Ángeles que ha sido excluida y suprimida desde su comienzo”.